A priori, la cultura japonesa y la española tienen poco que ver. Los ritmos, las tradiciones, la rutina diaria… conceptos completamente opuestos en ambos lugares. A pesar de todo hay algo que nos une, el cine. Y si ese cine habla cosas como la familia y la comida se crea un cordón umbilical. Es lo que ocurre con las películas de Hirokazu Kore-Eda, uno de los realizadores más prestigiosos del cine nipón que ha encontrado un filón al retratar a familias desestructuradas en la sociedad actual. En su última joya, Después de la tormenta, es la figura del padre que no ejerce como tal la que rompe esa unidad.
Adultos que no saben actuar como modelos, aunque lo intenten con todas sus fuerzas. Todo ello alrededor de una mesa, porque en Detrás de la tormenta se come y se cocina mucho. Kore-Eda ha encontrado el equilibrio perfecto entre el drama y la comedia con sus últimos títulos y el público se lo ha agradecido. Con De tal padre tal hijo ganó el premio del jurado de Cannes, que estaba presidido por Steven Spielberg, otro obseso de la familia como núcleo generador de historias. El director se emocionó de tal forma que compró los derechos para producir un remake en EEUU.
Muchos acusan al japonés de repetirse. Lleva varias obras sin salir del mismo tema y ni falta que le hace. Todo responde a una necesidad vital, como explicó el director en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, donde habló con EL ESPAÑOL. “Es verdad que en mis últimas películas estoy hablando mucho de la paternidad, pero es porque yo hace nueve años fui padre, pero no me gustaría seguir repitiendo este tipo de películas”, comentaba. De momento lo siguiente será un thriller peculiar del que da pocas pistas.
Su ritmo de producción ha aumentado vertiginosamente. Si antes había que esperar años para ver un nuevo título suyo, ahora va a película por curso. “Al ser padre debería trabajar menos, pero por circunstancias que me rodean estoy en un momento ideal para hacer mis películas, porque no tengo que preocuparme por el tema financiero. Cuando tenía 20 años tenía que buscar inversores, pero ahora después de De tal padre tal hijo, que fue un exitazo y hemos recaudado mucho dinero, ya no. Así que tengo muchas películas acumuladas para hacer”, contaba.
Cine y gastronomía
Kore-Eda no cree que sea la comida o la familia lo que hace que sus películas calen tanto en el público español, sino que se debe al lenguaje universal del cine. “Eso es mágico, el otro día me colé en el pase del Teatro Victoria Eugenia y la gente se reía en las mismas escenas que los japoneses”, confesaba. Pese a todo el director se siente fascinado por la gastronomía española y comienza a disertar sobre el vínculo entre vascos y japoneses.
Me gustaría ser un director que tratara a los actores como un cocinero vasco trata a un chipirón
“No penséis que lo digo por peloteo, pero los vascos y los japoneses tienen algo en común. Hace dos noches me invitaron a cenar en Elkano y me pusieron chipirón a la parrilla. La forma de cocinarla era igual que la de los japoneses, porque intentan entender cómo es el material, tratarlo bien, sin usar salsas. El cocinero quiere sacar el 100% de la materia prima y los cocineros japoneses tienen el mismo concepto. Me he emocionado mucho con el chipirón porque he entendido a la gente de aquí. El mundo gastronómico es muy profundo, se puede relacionar con la vida, con la familia… bueno ya dejo de hablar de comida, pero creo que el cocinero era muy humilde haciéndolo con cariño. Me gustaría ser un director que tratara a los actores como ese cocinero trataba al chipirón”, añadía.
A su forma lo intenta, y cree que en “el equilibrio” está el éxito de su cine. “En mi cine tiene que haber sol y sombra, risas y lagrimas, porque no son términos opuestos, se necesitan el uno al otro, para reírse hay que llorar y al revés. En Japón aunque hay muchas emociones, están divididas en cuatro tipos: felicidad, ira, tristeza y diversión. Creo que una película debe tener estos cuatro elementos, algo demasiado triste no me parece interesante, así que me gusta meter humor e intentar equilibrar esas cuatro emociones”, dice sobre la creación de sus obras.
Un humor casi terapéutico en familias en las que siempre “falta algo”, aunque a él no le guste pensar que están desestructuradas. “En esta hay una ausencia del padre, porque creo que una familia en la que falta el padre siempre hay algún miembro que tiene que ejercer esa función y es algo que hace crecer a esa persona. Cuando se murieron mis padres a mí me dejó un hueco, de repente me di cuenta de que ya no era hijo de nadie, pero ahora yo he pasado a ser el padre de alguien. La familia es una cadena que se regenera, por eso me gusta escribir y dibujar sobre esa ausencia”, opina.
Después de once películas muchos le consideran un maestro, pero él, con esa humildad asiática, se considera un simple aprendiz: “Cada vez que entro en el mundo del cine veo más cosas que quiero aprender y más cosas que quiero probar, quiero seguir probando”. Queda Kore-Eda para rato.