Tras años de sospechas, de no entender qué pasaba con su hijo, de perder la conexión con él e incluso la esperanza de recuperarle, llegó una confesión que daría la vuelta a la familia de Manuel Barbero. Fue mediante un whatsapp la forma en la que les confesó el secreto que le traumatizaba desde hacía años: “Benítez abusó de mí”, escribió y ya no había marcha atrás. Sacó lo que le ahogaba e inició una bola de nieve que permitió destapar la trama de pederastia de los colegios de los Maristas en Barcelona, una de las más grandes reveladas en España y que señalaba a la Iglesia Católica como culpable del silencio de la institución por los abusos en sus centros
Cuando Manuel Barbero se enteró de lo que había hecho el profesor de gimnasia de su hijo, lo primero que quiso fue matarle. Hasta se desplazó a su casa con una pala para hacerlo, pero no pudo. Prefirió poner carteles por la calle con la cara del abusador y una dirección de mail para que la gente denunciara los crímenes. Si su hijo había sufrido aquello, tenía que haber más víctimas. Así fue. Con sólo seis horas en las calles, porque alguien se encargó de arrancar los papeles, decenas de casos se presentaron en su bandeja de entrada. Todos dentro del seno de los hermanos Maristas, y muchos de ellos con el mismo profesor Benítez como depredador de chavales a los que daba un masaje y acababa toqueteando con total impunidad.
La investigación de este padre coraje, que fue publicada el año pasado por El periódico de Cataluña, es el centro del documental Shootball, que coge como nombre el deporte inventado por Benítez para crear un relato que pone frente a frente al verdugo y al padre de la víctima, que incluso llegan a hablar por teléfono. “Me resultó chocante. Pero es la única persona que dice la verdad. Porque Maristas siempre negaron todo. Él lo contó todo, ante un periodista, ante el juez y delante de mí. Y coincide con lo que dicen las víctimas. Me duele verlo ahí, en la misma película en la que salgo yo, pero había que escuchar a todo el mundo. Era necesario", cuenta Manuel Barbero a EL ESPAÑOL desde la Seminci de Valladolid. Una conversación en la que se descubre que ambos habían sido víctimas de abusos sexuales previos, pero mientras uno se convirtió en un nuevo abusador, el otro ha combatido para que estas situaciones no se repitan.
En su lucha se ha encontrado con miles de trabas. Jurídicas, administrativas, y esa cultura del silencio que hace que la gente mire a otro lado. "En los casos de abusos, las mismas familias, instituciones, abogados y psicólogos te dicen que es complicado ir a un juicio. Esto tiene que cambiar porque si no seguiremos teniendo pederastas y víctimas. Shootball es una herramienta más, para abrir los ojos a la gente y que vean que tienen que denunciar", cuenta Barbero.
En los casos de abusos, las mismas familias, instituciones, abogados y psicólogos te dicen que es complicado ir a un juicio. Esto tiene que cambiar
Con su investigación descubrió que Benítez no fue el primero ni el único. Los abusos a menores se practicaban desde hacía décadas, y el colegio era consciente de ello. Cuando alguien se quejaba se apelaba a su fe cristiana y se les prometía que ese profesor sería retirado, aunque al año siguiente volviera. "Cuando hay un pederasta puede ser una oveja negra, pero cuando hay trece ya no. Cuando hay tantos casos y evidencias de encubrimiento, sí que es una trama evidentemente", explica a este periódico el director del documental, Fèlix Colomer.
"Sacaban al profesor, lo enviaban fuera y antes de que acabase el curso ya había vuelto", es el relato de varios padres y madres en el filme. "Han convivido con los pederastas, sabían lo que tenían en sus instituciones y lo han permitido. Es terrible", señala el padre del niño abusado mostrando el poder de los colegios religiosos en este país. Por eso, para él Benítez, a su modo, “ha sido valiente al declararse culpable, no como la institución, que lo ha negado todo”. “Los Maristas han puesto todo en cuestión, incluso a las víctimas", lamenta Manuel Barbero que todavía no ha visto a ningún culpable entre rejas, es más el abusador de su hijo pasea por su pueblo mientras los niños vecinos le saludan sin ningún miedo.
Han convivido con los pederastas, sabían lo que tenían en sus instituciones y lo han permitido. Es terrible
El miedo a manchar la institución o a la iglesia, hace que se encubran y se tapen los delitos, algo que no pasa en otros sitios. “En otros lugares se echa el pederasta, por ejemplo en los colegios públicos, porque quien denuncia no corre riesgos, pero en los concertados y privados no pasa nada, porque pone en entredicho el nombre del colegio. El pederasta se ha declarado culpable, hay denuncias sobre 13 profesores y el colegio no lo reconoce ni la Generalitat le retira la subvención y el concierto", añade enfadado pero sin perder las ganas de luchar. Un auténtico padre coraje que ha dado una lección a aquellos que han sido responsables de actos como este.