¿Se puede rodar una película a seis manos? El increíble proceso creativo de ‘La trinchera infinita’
La película tiene detrás a un trío de directores: Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga, que demuestran que tres no siempre son multitud.
30 octubre, 2019 01:48Noticias relacionadas
Muchas veces se compara la labor de dirigir una película con la de un dios omnipotente que tiene poder sobre cualquier mínima decisión que se tome. Otros dicen que para realizar un filme hay que tener mano dura, actuar como un dictador e imponer el criterio creativo. Cuando sólo una persona está detrás parece fácil, pero, ¿qué ocurre cuando hay tres directores detrás de la cámara?, ¿hay tres dioses o tres pequeños dictadores enfrentándose entre sí?, ¿es posible realizar un filme a seis manos?
Viendo La trinchera infinita, la película de Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga que llega este jueves a los cines tras arrasar en el pasado Festival de San Sebastián, la respuesta más obvia sería que sí. Su filme es preciso como un bisturí, elegante en la puesta en escena y una obra que siempre sale victoriosa de todos los riesgos que toma. Parece que la tricefalia sienta bien, pero detrás ha habido un proceso creativo que no tiene nada de fácil.
Sus directores hablan con EL ESPAÑOL para intentar desentrañar las claves de esta unión que tan buenos frutos les ha dado, y tantos quebraderos de cabeza desde que vieron aquel documental sobre los topos del franquismo y decidieron que ahí había una obra de ficción.
División de poderes
Una de las claves de rodar a seis manos ha sido saber dividir las funciones de cada uno. Para ello, motivado por problemas logísticos, decidieron dividirse para las dos partes del rodaje. El filme debía parar para que Antonio de la Torre engordara para su personaje, lo que era un descanso para dividir la producción en dos. “La decisión inicial no era dirigir los tres, al principio dos, pero Jon se tenía que ir a EEUU, y como estaban estas dos partes decidimos que en la primera estuviéramos Aitor y yo en rodaje y Jon en montaje, y en la segunda Jon y yo mientras Aitor pasaba a montaje”, cuenta Jose Mari Goenaga a EL ESPAÑOL.
De los tres sólo uno firma el guion (Jose Mari Goenaga junto a Luiso Berdejo), lo que hizo que las otras dos cabezas entraran con un guion bastante cerrado en el que habían colaborado y hecho aportaciones, pero que hacía que hubiera ya decisiones claras y tomadas en la preproducción. Para Jon Garaño una de las discusiones importantes antes de rodar fue el estilo, hasta dónde iba a ser una “experiencia subjetiva”, pero hubo algo donde había que encontrar unanimidad: los actores.
Consenso absoluto en los actores
Hay dos elementos que tienen que ser elegidos con mimo y consensuados por todos: “el cásting y las localizaciones”. “Cuando tienes el cásting ya puedes hacer posibles planificaciones, ver cómo respiran, adaptar el guion a los actores...”, explica Goenaga.
Aquí tuvieron claro desde el principio que tenían que ser andaluces, “que aportaran su mundo y enriquecieran la película”. Pronto tuvieron claro que Antonio de la Torre sería su Higinio, pero hubo más discusión sobre el papel de Rosa. “Teníamos ideas, pero hicimos un cásting. Hubo otras actrices que lo hicieron muy bien y hubo debate, pero decidimos que fuera Belén Cuesta”, añade Garaño. Para los actores era fundamental que uno de los tres estuviera presente en todo el proceso, en esas dos partes del rodaje. Ese “faro” fue Jose Mari Goenaga.
Saber discutir
No esconden que el proceso no ha sido fácil. Tres personas opinando de todo, y “al final discutíamos por chorradas”, recuerda Goenaga entre risas. Por eso había que saber discutir, y saber “defender tu parcela”. “Ha habido peleas, pero han sido peleas sanas… bueno, en momentos no tan sanas”, reconoce Garaño.
De diez días de rodaje llegábamos ocho días enfadado a casa, pero una película es un proceso y eso está bien que haya dos más que te cubran por si bajas la guardia
Para ello también había que ser conscientes que él y Aitor Arregi llegaban a “un coche que ya está en marcha”. “Jose Mari tenía ya bastantes horas de vuelo cuando nosotros entramos, y había una dirección marcada, compartida con nosotros, porque el tratamiento está desde 2015 y había un cierto consenso”, puntualiza Arregi que dice con sinceridad que “de diez días de rodaje llegábamos ocho días enfadados a casa, pero una película es un proceso largo, casi dos años entre una cosa y otra, y tienes el riesgo de bajar la guardia, por eso está bien que haya dos más que te cubran”. “Ahora que nos preguntas me estoy dando cuenta de que tenemos una metodología de mierda, o al menos rara”, zanja Jose Mari riéndose.
Saber ceder
Una de las claves para poder tomar decisiones es saber ceder, escuchar a los demás y confiar en ellos. En este proceso extraño un miembro del trío no estaba en rodaje, por lo que tenía que “delegar, porque si no es imposible”. “Estás lejos y ves que se toman decisiones, y aunque estás de acuerdo con casi todo quieres defender lo tuyo, debatirlo, y estás como nervioso. Y aunque te fías hay una parte de ti que se pone nervioso. Lo que me pasó, es que cuando me empezó a llegar el material me gustó tanto que dije: adelante chicos”, explica Jon Garaño.
Al final, aunque han discutido mucho y han llegado al final del camino cansados de la tricefalia, creen que “ser tres en estas discusiones hace que llegues más lejos que con una reflexión interna. Hemos debatido hasta la saciedad, por ejemplo de cómo debían ser físicamente personajes como el guardia civil. Es verdad que son muchas horas de debate, pero se llega a conclusiones más interesantes”.
Abiertos a la improvisación
Mientras que hay directores que entran en el rodaje sabiendo claramente qué plano quieren y lo que hay que conseguir, Jon, Jose Mari y Aitor prefieren estar abiertos a cambios y sugerencias de última hora. Mejor rodar de más y sufrir en montaje que quedarse con la sensación de que no han hecho la toma correcta. “Somos tres, y hay que llevarse varias opciones hechas. La que me gusta a mí, la que le gusta a él… pero creo que también se nota que hemos hecho mucho documental, y se nos ha quedado eso de cambiar cosas, probar, y probar, tener material por si luego queremos jugar…”, explica Garaño. Al final su filosofía se podría resumir en una frase: con quien hay que ser egoístas es con la película, y con uno mismo. El resultado les ha dado la razón.