Cuando pensamos en el género romántico, pocas veces lo relacionamos con el terror. Aunque quizá una de las historias más románticas de la literatura por definición -y también del cine- tiene mucho que ver con las criaturas que habitan y nos acechan desde las sombras. Un clarísimo ejemplo es Drácula, la inconfundible obra de Bram Stoker, que desde que se inventó el cine como tal, ha tenido múltiples adaptaciones tanto en la pequeña como en la gran pantalla.

Entre ellas destaca especialmente la versión de Francis Ford Coppola, que si bien no es la adaptación más fiel a la novela, sí que es una de las más hermosas que se han hecho nunca. Y también fue una de las más reconocidas, llegando a recibir hasta tres premios Oscar en el año 1992.

Siendo una de las historias de vampiros más emblemáticas, Drácula de Bram Stoker se sitúa en el año 1890, cuando el joven abogado Jonathan Harker (Keanu Reeves) viaja a un castillo perdido de Transilvania. Allí conoce al conde Drácula (Gary Oldman), que en 1462 perdió a su amor, Elisabeta. El conde, fascinado por una fotografía de Mina Murray (Winona Ryder), la novia de Harker, que le recuerda a su Elisabeta, viaja hasta Londres "cruzando océanos de tiempo" para conocerla. Ya en Inglaterra, intenta conquistar y seducir a Lucy, la mejor amiga de Mina.

Un Drácula diferente

Estrenada a principios de los noventa, la película de Coppola llegaba cuando ya existían incontables versiones del vampiro por excelencia. Sin embargo, esta versión fue de las primeras en desviarse de las interpretaciones exageradas que se habían hecho antes. Y esto dio pie a la llegada de la desgarradora interpretación de Gary Oldman.

Dejando a un lado la cara del personaje inspirada en el caso real de Vlad el Empalador, Drácula de Bram Stoker se centra en la persona que añora un amor perdido, y esto le añade profundidad y complejidad al personaje, sumado a las transformaciones físicas a las que se somete, desde un joven y atractivo aristócrata hasta un anciano decrépito.

Aunque se tome ciertas libertades creativas a la hora de adaptar el material original, lo cierto es que la versión de Coppola sabe mantener el equilibrio entre el romance y el terror de la novela. Por esta razón, sigue siendo hoy una de las mejores películas del género más treinta años después de su estreno en cines.

También es una de las versiones más influyentes del cuento por cómo hizo uso de los recursos estilísticos para rendir homenaje a la novela original y darle al protagonista una nueva vida después de la muerte. 

De hecho, incluso los más detractores de la película reconocen varios elementos en ella que van más allá de la narrativa. El primero de ellos es la labor interpretativa del elenco, con un soberbio Gary Oldman cuyo trabajo se complementa con el de Keanu Reeves, Winona Ryder y Anthony Hopkins, entre otros.

Y el otro aspecto es la dirección artística del filme, tan cuidada que salta a la vista junto al diseño de los personajes hasta el punto de dejar embelesado a cualquiera.