Burpees, abdominales, saltos, flexiones. Quinoa, pepino, aguacate, huevo. Ejercicios y alimentos que han hecho posible una pequeña transformación de mi cuerpo y de mi mente.
Cuando hace doce semanas le conté a Fernando Baeta el experimento que quería hacer no teníamos presidente del Gobierno, Juego de Tronos emitía los primeros capítulos de la sexta temporada, Gasol seguía en los Bulls y yo pesaba 63,8 kilogramos. Han pasado más de tres meses desde que descubriera a Kayla Itsines, la gurú del fitness que desde Australia dirige un imperio tan grande que hace temblar a las principales aplicaciones para moldear el cuerpo.
Con la suya, Sweat with Kayla, he estado todos estos 90 días para transformar mi cuerpo en algo que yo antes no tenía: un candidato a portento físico libre de unas pocas grasas que me sobraban y con un cerebro lleno de confianza que me hace elegir vestidos ajustados que antes sólo soñaba con ponerme. En total he adelgazado 3 kilos, hasta los 60,8 y he perdido una talla, pasando de la 38 a la 36. Os cuento cómo ha sido este proceso.
La razón de todo
A principios de mayo ya empezaba a pegar el calor y yo no me sentía a gusto con mi cuerpo. “No pasa nada, no soy la primera ni la última”, me decía para convencerme de que estos tres michelines que asoman bajo mi pecho eran algo con lo que tenía que vivir. Me resignaba en el sofá comiendo bolsas de Fritos y viendo series sin que nada me levantara de un respingo y me pusiera a hacer abdominales o a correr cual gacela.
Una amiga me habló de Kayla y de sus ejercicios apoteósicos capaces de tumbar a cualquiera. Le contesté con resignación: “eso seguro que no funciona”. Y ahí se quedó la cosa hasta que un día dije basta. Basta a tener que meter tripa, a comer porquerías y a no tener una rutina más allá del trabajo. No hay que avergonzarse, lo sé, pero llega un momento en el que la autoestima está por los suelos y hay que hacer algo para levantarla.
Me bajé la aplicación previo pago de 54,99 euros y corrí a casa a hacerme la típica foto del antes y el después que seguramente hayas visto circulando en Instagram y que tanta vergüenza me da compartir.
La importancia de la mente
Lo que veía en el espejo no me gustaba: odiaba los michelines que tantos años llevo cultivando y pensaba en arrancármelos de cuajo para acabar con el sufrimiento. Era el primer día que hacía las rutinas. Era el primer día que me miraba al espejo concienciada de que dentro de unas semanas eso no iba a estar ahí. Mis amigos y compañeros apelaban a mi locura para justificar a lo que me iba a enfrentar: 12 semanas siguiendo el plan de Kayla, con sus circuitos dobles entre pesas, steps, bancos y cuerdas de saltar.
El primer día quise morir: acabé destrozada, sudando como hacía tiempo y negando la mayor. “¿Cómo podía haber sugerido semejante locura?”, me decía una parte de mí. La otra me animaba a seguir, a conseguir el reto que me había marcado. Porque al final esta experiencia se ha convertido en un reto difícil de conseguir pero no imposible.
El cambio, que se nota, no sólo ha sido físico sino también, sobre todo, mental. Por una parte, el agobio, por otra, la felicidad. Agobio por diferentes razones. Me agobiaba por no poder hacer los ejercicios por estar enferma, no tener tiempo o destinar mi tiempo libre a otras cosas. Me agobiaba tanto que mi carácter cambiaba y empezaba a renegar de mí misma. No es fácil luchar contra los demonios que nos sumergen en depresiones y nos atacan cuando más débiles estamos.
También me agobiaba no ver resultados de la noche a la mañana. “Es lógico, Patricia”, me decía para convencerme de que al final del experimento tendría mi tableta de abdominales lista para caminar con garbo por la arena de la playa. Y no, no tengo tableta pero tengo algo mucho mejor: la autoestima me llega a las nubes. Esa es la felicidad. Me gusto, me quiero y estoy (más) contenta con lo que veo en el espejo pero ¿a qué precio?
El que más sufre: el cuerpo
Aquí es donde entra en juego el esfuerzo físico que he estado haciendo durante estas interminables semanas. La aplicación está estructurada de la siguiente manera: una parte de resistencia (piernas, brazos, abdominales o cuerpo completo); otra parte dedicada al LISS (ejercicio de baja intensidad, cardio); y la tercera parte dedicada al descanso y la recuperación. Cada circuito de resistencia dura 28 minutos y consta de dos circuitos de 7 minutos que se repiten dos veces. En cada circuito hay cuatro ejercicios que puedes repetir tantas veces como quieras o puedas. En total, tres días a la semana haciendo resistencia más cardio y dos o tres días de recuperación o descanso.
Todo eso lo conté en algunos artículos previos que fui publicando aquí, aquí o aquí.
Las experiencias están para criticarlas con argumentos y yo los tengo todos porque lo he vivido en mis propias carnes. Lo expliqué aquí, cuando fui a un box de crossfit a que un monitor me hablara sobre las virtudes y desventajas de este tipo de entrenamiento.
Eso me costó que la mismísima Kayla Itsines me negara un encuentro exclusivo ella y yo mano a mano. Su agente de prensa me pidió borrar ese artículo para conseguir la entrevista, que ya estaba pactada. No sucumbí a sus plegarias por eliminar cualquier resto de crítica negativa hacia su entrenamiento. Lo siento por vosotros, lectores, que os quedáis, al menos de momento, sin saber más sobre la gurú del fitness a la que no se puede criticar.
El apoyo de la gente anónima, esencial
Muchas personas me preguntaron sobre la complejidad del asunto. He ido contestando a todas las preguntas en el perfil de Instagram de @elespanolcomida. Gracias a todas las personas que se pasaron por allí durante estas 12 semanas para mandarme su apoyo en este camino. Algunas se sumaron y empezaron a entrenar conmigo. Otras tantas ya lo hacían desde antes.
Es el caso de las chicas que organizan quedadas en Madrid para hacer los circuitos en el Retiro. “Para hacer el programa necesitas cierto nivel. Yo empecé de cero y la primera semana me lesioné”, me cuenta Reyes al otro lado del teléfono. “Le veo muchas cosas buenas, cambios rápidos, conoces gente. Pero es verdad que una persona que no ha hecho ejercicio en su vida tendrá problemas físicos”.
Durante estos 90 días he leído mucho acerca de Kayla y de su imperio, muchas noticias que aseguran que el método funciona sin haberlo probado y otras tantas historias que cuestionan, como yo, la efectividad de su famoso BBG tras haberlo sufrido en primera persona.
Sí, he adelgazado. Y sí, estoy contenta con los resultados pero no, esta chica no ha descubierto América. Detrás de su aplicación está una gran campaña publicitaria, macroeventos y giras en las que Kayla mueve a miles de mujeres. Eso no se puede negar. Cada foto que cuelga en su Instagram es una dosis de energía que fluye por sus millones de seguidoras y que animan a seguir cada día.
Es tu cuerpo, es tu verano. Disfrútalo
Hace unos días reconoció en Bloomberg haberse equivocado al elegir el nombre de su famosa #BBG.
Si algo he aprendido con este experimento es que tener un cuerpo bikini es tan relativo como cada uno quiera. Cada vez que alguien se pone un traje de baño tiene cuerpo bikini. El suyo y el de nadie más. Es verdad que he adelgazado tres kilos y he bajado una talla, además de tener menos volumen en piernas, cintura y brazos. Y ha sido gracias a este entrenamiento. Pero si os queréis lanzar a hacerlo debéis tener clara una cosa: no hagáis locuras, por favor. No todo vale y no todos valemos para estos ejercicios que requieren cierta experiencia.
Nunca nadie debería decirnos lo que debemos ponernos o cómo debemos sentirnos para estar a gusto con nuestros cuerpos. Y si para eso tenemos que sudar la gota gorda como he hecho yo, que así sea. La vida está para disfrutar y lo mejor siempre está por llegar.
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