“Me llamo Fidencio y vendo paletas (helados) diariamente. Tengo 89 años de edad y siento que ya mi cuerpo se está venciendo", así se presenta este anciano de origen mexicano que lleva desde el año 1990 viviendo y trabajando en el barrio Little Village de Chicago.
Cada día recorre cientos de metros arrastrando su puesto ambulante por las calles del barrio. Su característica campanilla lleva tantos años anunciando a los viandantes de que pueden comprar un dulce helado que son muchos los que conocen al vendedor, pero hasta ahora prácticamente nadie se había parado a pensar en su situación.
Conmovido con la historia de Fidencio, uno de sus clientes habituales, Joel Cervantes Macías, decidió darle 50 dólares por 20 helados mientras ideaba cómo acabar con esta situación. Pronto se le ocurrió crear un perfil en la página web GoFundMe para recaudar fondos para el anciano y conseguir retirarle de las calles. Aunque el objetivo inicial era alcanzar los 3.000 dólares, en pocas horas las donaciones superaron los 200.000 dólares.
Me duelen los brazos, los pies... Pero ahora con esta ayuda que me van a dar estoy muy agradecido y contento y pronto dejaré de trabajar
“Me rompió el corazón ver a este hombre que debería estar disfrutando de su jubilación estar trabajando a su edad”, explicó Macías a la CNN. “Creo que la foto tocó muchos corazones... y esa es una de las razones por las que la gente está donando dinero. Muestra que las personas aprecian el trabajo fuerte”.
Huérfano desde los 6 meses y sin padre reconocido, Fidencio lleva trabajando desde los 13 años de edad. “Me gustó trabajar en todos los trabajos que tuve”, explica agradecido en el vídeo que ha conmovido a medio mundo.
“Sigo trabajando primero porque me gusta y segundo porque tengo necesidad de pagar bienes, apartamento, de tener que comer... Y eso es lo que me hace salir cada día. Aunque se sufre", reconoce. De un tiempo a esta parte la vida de Fidencio no han sido nada sencillos: hace tiempo que su mujer no puede trabajar y su hija, que se encargaba de la manutención y cuidado de la familia, falleció hace apenas unos años.
Sigo trabajando primero porque me gusta y segundo porque tengo necesidad de pagar bienes, apartamento, de tener que comer... Eso es lo que me hace salir cada día. Aunque se sufre
“Me duelen los brazos, los pies... Pero ahora con esta ayuda que me van a dar estoy muy agradecido y contento y pronto dejaré de trabajar”, explica sonriente el heladero.
Las donaciones ya superan los 300.000 dólares y, hasta el momento, más de 14.500 personas han querido aportar su granito de arena para que Fidencio pueda por fin descansar y dejar de recorrer las calles de Chicago cargado con su carrito.
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