Si usted hizo el firme propósito de desconectar en Semana Santa de forma genuina y literal, dejando de lado por unos días el smartphone y las redes sociales, no le sorprenderá descubrir a su vuelta que Twitter, ese medio fácilmente inflamable, encontró un motivo para arder. El quemado en la pira ha sido el senador y secretario general de Podemos en Madrid, Ramón Espinar. Y la polémica se explica de forma escueta: al contrario que el sabroso menú que la motivó, tiene poca chicha.
Espinar pasó Semana Santa en Galicia. Visitó Costa da Morte, vio un partido en Riazor, y se regaló una mariscada, un bocado demasiado suculento como para no documentarlo en su cuenta de Instagram. Navajas, almejas, zamburiñas y pescado. Naturalmente, las réplicas fueron las previsibles para un político de Podemos que comparte una imagen de ese tipo: pese a que se había puesto la venda antes de la herida con un hashtag que clarificaba que el marisco era "baratísimo", había incurrido en un anatema facilón: un político de izquierdas no solo tiene que tener gustos de pobres sino que además tienen que parecerlo.
Efectivamente, a Espinar le llovieron las críticas por hipocresía ideológica. Ni siquiera los rivales políticos, desde el PP de Madrid, renunciaron al bocado de ridiculizar a "un comunista con iPhone". Los tuiteros afines a Podemos respondían con retranca: con rodajas de mortadela, lo único que un izquierdista estaría autorizado a comer independientemente del dispendio que la mariscada de marras haya supuesto. Porque esta vez no hubo una guerra de tickets de restaurante como la que enfrentó a Mónica Oltra con el PP valenciano a tenor de la "caldereta a 160 euros" de Podemos en Mallorca: Espinar, tras las críticas recibidas, borraba la foto.
Y este es el gesto realmente inexplicable. No solo porque nada desaparece de las redes sociales sin que queden evidencias en forma de pantallazos, sino porque Espinar no tenía motivo alguno para hacerlo. A la memoria viene el reciente episodio en el que fue sorprendido comprando dos Coca-Colas en la cafetería del Senado. Reaccionó con un extenso texto de disculpas, justificado porque su partido - y él mismo - habían pedido el boicot a la marca por los conflictos laborales que mantiene en España. Pero contra el marisco gallego Podemos no mantiene conflicto alguno.
La reacción de Podemos ante la controvertida mariscada es también significativa. Si bien reconocieron que en el caso de las Coca-Colas Espinar había cometido "un error", clamaron al unísono contra la "cortina de humo" para tapar los casos de corrupción en otros partidos. En este caso, salvo una referencia oblicua de Pablo Echenique al titular del día, el blanqueo descubierto por la UCO que llevó a cabo Rodrigo Rato en la cúspide de su poder, se han mantenido predominantemente al margen de la polémica.
¿Por qué intentó encubrir Espinar de la forma más torpe algo de lo que en puridad no debía avergonzarse? La frugalidad personal ha sido una de las bazas argumentales de Podemos desde siempre, desde que Pablo Iglesias se presentó como el candidato alternativo vestido con camisas de Alcampo. Hubiera bastado con seguir el ejemplo de Oltra y mostrar el ticket, o la carta de precios, cualquier cosa que justificase los "precios populares" que le autorizarían ideológicamente a sentarse a la mesa.
Tampoco el grito "Galiza Ceive", en referencia a una corriente nacionalista que coqueteó con la violencia, debería incomodar lo más mínimo a un representante de un partido que ha tomado bajo su ala la rehabilitación política de Arnaldo Otegi. No, Espinar no tenía ningún motivo para avergonzarse de su foto, de no ser porque, como en el caso de la VPO que vendió con beneficios, había vuelto a caer en su propia trampa: la del discurso maniqueo, oportunista y reduccionista. Y la lección que le dejó el piso de Alcobendas es que no saldría airoso.
Espinar culpó a los especuladores de crear la crisis de la vivienda mientras él especulaba. Y en 2013 se escandalizaba por que "un tipo que hace rosas con fresas" ganase un concurso de cocina en un país en el que "la gente pasa hambre y los críos buscan comida en la basura". Que una cosa no tiene que ver con la otra es algo que parecía reconocer él mismo una año después cuando reclamaba su derecho a comer lo que quisiera sin que le acusaran de privilegio de clase.
Demasiados tropiezos, demasiados fuegos en Twitter como para no optar por la retirada, por deshonrosa que haya sido. La polémica corría el riesgo de empañar la presentación de 'La trama', la gran apuesta política de Podemos para la temporada contra la élite política del país. Pero la suerte sigue sin sonreír a Espinar. La promoción se abre sobre un logo de Bankia, la entidad en la que su padre Ramón Espinar, condenado por las 'tarjetas black', fue consejero.
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