Pepa, a sus 92 años, explica -después de haberse comido “un buen cocido” y sin soltar su andador- que hasta este 22 de diciembre no tenía “nada” para dejarle como herencia a su familia porque “ya se lo había dado todo el vida”. Ya no. Como desde hace seis años, llevaba el 66.513 de la Lotería de Navidad y este jueves ese número -con terminación maldita hasta la fecha- se ha convertido en El Gordo: “Qué ilusión, ahora, podré dárselo para que lo disfruten”. Tres décimos, 1.200.000 euros.
“¡En 13, que acaba en 13!”, gritaban los ancianos en la sala con televisión de la Residencia Peñuelas, en el madrileño distrito de Arganzuela, en torno a las 12 del mediodía. Los más expertos en esto de los sorteos, lo decían sorprendidos por un dato: era la primera vez en la historia que la terminación del primer premio coincidía con el número de la mala suerte. Otros, ya empezaron a celebrar que ese número era el suyo. Les avalaba la experiencia: llevan 14 años, desde que se abrió este centro de día jugando el mismo número.
No obstante, este 2016 ha sido el primer año de cambio para esta tradición, que comenzó en 2002. Al contrario que hasta ahora, la residencia no ha repartido participaciones entre sus residentes y los familiares. “A mí como me operaron de la cadera y tengo que estar pegada al andador, mandé a mi hijo a comprarlos a la administración”, explica Pepa a los medios.
El hijo de esta bisabuela compró los décimos en la administración número 32 de Madrid en el Paseo de la Esperanza, donde se ha repartido este año El Gordo de manera íntegra. Vecinos, comerciantes de la zona, agentes de la Policía Científica y trabajadoras de la residencia de Pepa se acercaron tras conocer la noticia hasta el local que regentan Agustín y María José desde hace sólo cuatro meses.
-Pepa, ¿y qué va a hacer usted con tanto dinero?
-Lo primero, comprarme un traje de chaqueta con pantalón, que este está ya muy viejo. Luego, invitar a mi familia a una buena comida.
"No entiendo por qué lloran"
Lo que sobre, de los 1.200.000 euros ganados -menos el pico que le pertenece a Hacienda-, dice que lo repartirá entre sus dos hijos, seis nietos y nueve bisnietos. Pero con condiciones: “Para regalos no, que tienen de todo y son muy caprichosos. Quiero que se lo gasten en ampliar sus estudios que es lo principal”, Y esto, porque según cuenta, a ella le ha costado mucho “poner los codos sobre la mesa” para lograr sus antiguos puestos de trabajo.
En la Residencia Peñuelas son -entre trabajadores, residentes y familiares- más de 300 los premiados. Por eso, este jueves la entrada al centro era un ir y venir de vehículos y medios de comunicación que se agolpaban a las puertas en busca de los protagonistas de esta jornada.
“Yo lo que no entiendo es por qué lloran. Se han enterado que nos ha tocado y se ha echado a llorar”, dice Pepa entre risas. “Yo estoy muy feliz y lo voy a celebrar con todos. Me llevo genial con ellos”.
Así lo confirma una de las trabajadoras de la residencia. También premiada con 400.000 euros, pero ella no sabe aún lo que hacer con “tanto dinero”. “No sé, no sé, es que aún no me lo creo, como para pensar en qué lo voy a gastar”, dice la joven que lleva cuatro años jugando también el número acabado en 13.
“Para que digan que da mala suerte”.