Como en todo lo que llevamos de feria, a la corrida de El Ventorrillo la salvó un toro. A toro por tarde. Una Infumable ristra de bestias aderezó el día menos mojado de los siete. En este caso fue el quinto la excepción, que cayó en las manos de Morenito de Aranda. La estrategia de venir en la primera semana dos tardes se le escurría al burgalés y a Ortega Cano, su apoderado, hasta que salió 'Chocolatero'. El último cartucho de sus siete toros en Madrid este año llevaba las embestidas precisas para salir disparado de aquí.

Brindó al público y sacó al toro hasta la segunda raya gustándose, prólogo de lo que estaba por llegar. La faena rompió cuando perdió la ayuda al terminar una tanda. Esta es la mía, pensó Morenito. Al natural llegó definitivamente lo mejor después de varias series con la derecha a más, tapando la salida, con los hombros caídos, acaderado. Hubo empaque en un pase de pecho. Citó abajo con la izquierda y arrastró los vuelos hasta el final. La derecha bosquejó un natural para buscar de nuevo la zocata. Alguna vez despidió al toro más arriba de lo que lo enganchó, que fue muy abajo.

'Chocolatero' respondió hasta cierto punto y Morenito dibujó tres tandas rotundas por ahí, profundas y de trazo largo. Los remates volaron hilados y un cambio de mano brilló por encima del resto, como olvidándose, dejándose llevar. Con el toro en retirada, el final de faena para dentro, cerrándolo, alcanzó cotas altas: un ayudado, trincherillas y desprecios pusieron la guinda a una faena inspirada en la que Morenito se entregó. La media estocada precipitó los pañuelos. Oreja en el último instante.

Con el segundo se encontró un aluvión de embestidas sin clase, tornillazos y medias arrancadas. Otro mundo. Se escupió del caballo el bicho, probó el hierro en ambas puertas, y llegó a la muleta defendiéndose. Morenito le dio algo más de sitio después de tantearlo por si la inercia hacía su efecto pero nada. Las últimas tandas fueron para él con el público pendiente de buscar resguardo bajo el paraguas.

Imposible torear así

Salió el tercero, un toro de safari. Enorme por delante. Estaba cruzándose Gonzalo Caballero con él, la muleta en la mano izquierda, asentado, cuando citó. Se arrancó el toro. El derrote seco del embroque hizo carne elevando al joven colgado del pitón, partiéndole el muslo izquierdo, sondeando el fémur con toda la fuerza del robusto cuello. El bisonte se lo echó a los lomos certero. 'Aéreo' no pidió tarjeta de embarque. La sangre venosa, constante y suave, alcanzó rápido el tobillo antes de que llegara el torniquete. No dejaría de fluir. Hasta ese momento Caballero, que suple la capacidad con disposición, había tratado de llevarse atrás la bronca embestida. Como en el quite por gaoneras con el que se presentó. Su torazo pedía líneas rectas. Hubo algún atragantón previo. Logró matarlo y se fue por su propio pie después de resistir a los consejos del resto. Imposible torear así. Incluso se zafó de Morenito y Curro Robles cuando estaba a punto de acceder a la enfermería.

Eso hizo que Capea contara con un toro más para explicar porque todos los San Isidro tiene un hueco. El curioso caso de Pedro Gutiérrez 'El Capea' consiste en estar cada año lo peor posible para ir acumulando oportunidades en Las Ventas. El revés tenebroso de una profesión basada en el mérito. Debe ser muy gordo el secreto que sabe de Taurodelta para birlar un puesto con la renovación del pliego a la vuelta de la esquina. Su primero no tuvo ni uno, con el cuarto lo intentó y en el sexto aguantó la sorna de los tendidos. Pegó un mitin con los aceros en los tres, desconectado, como si no fuera con él. Después de 12 años de alternativa se espera algo más. Al menos vergüenza torera.

Monumental de las Ventas. Jueves, 12 de mayo de 2016. Séptima de feria. Media entrada. Toros de El Ventorrillo, un 1º que no pasaba, se defendió el 2º, bronco el 3º, un 4º deslucido, bueno el 5º y un 6º deslucido.

El Capea, de berenjena y oro. Espadazo atravesado y varios descabellos (pitos). En el cuarto, pinchazo sin soltar, estocada casi entera y varios descabellos. Dos avisos (pitos). En el sexto, espadazo atravesado saliéndose de la suerte y estocada entera. Aviso (bronca).

Morenito de Aranda, de obispo y oro. Pinchazo y media caída. Aviso (silencio). En el quinto, media estocada arriba (oreja).

Gonzalo Caballero, de canela y oro. Dos pinchazos, estocada contraria y varios descabellos en el único que mató (ovación).

PARTE MÉDICO:

Gonzalo Caballero sufre una "herida por asta de toro en cara interna del muslo izquierdo con dos trayectorias: una de 20 cm hacía dentro que contornea el fémur y alcanza cara externa del mismo contusionando paquete vasculo-nervioso y produciendo destrozos en músculos vasto interno, crural y vasto externo, y otra de 15 cm hacía fuera y ascendente que alcanza el fémur. Es intervenido quirúrgicamente en la enfermería de la plaza de toros, pasando al hospital San Francisco de Asís. Pronóstico grave, que le impide continuar la lidia".

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