Viajes

Gusanitos para los cazadores de cabezas

¡Cosas de la globalización!, que diría Forges. Para ser bien recibido entre los temidos iban de Borneo, conviene llevar chuches.

22 julio, 2016 13:00
Elena del Amo Luis Davilla

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A saber cuándo y quién lo puso de moda, pero hoy no hay quien enfile hacia el territorio de los iban sin llevar un buen cargamento de gusanitos, patatas fritas o golosinas para repartir a cada miembro de la aldea. Los comerciantes de Lachau, el último villorrio antes de penetrar en sus dominios, los tienen convenientemente embalados en fardos enormes para surtir a quienes están a punto de visitar a los antiguos cazadores de cabezas.

Remontando en una balsa a motor las aguas chocolate del río Lemanak, entre una vegetación y un calor asfixiante, sus longhouses o casas alargadas comienzan a aflorar por los brazos de este laberinto anfibio tras una hora de navegación. También las hay más adentro, y cuanto más lejos se llegue, menos alterados por la globalización se verán los poblados de estos indígenas pertenecientes a los dayak, los nativos de la isla de Borneo. Cada uno de estos palafitos de madera, alzados sobre postes cerca de la orilla, pueden tranquilamente albergar a una veintena de familias. Es decir, al pueblo entero. Todas las parejas disponen dentro de él de una apartamento privado, al que se accede a través de un porche techado de hasta 300 metros de largo en el que discurre el día a día de la comunidad. En esta especie de corredor, sentadas sobre las esteras, las mujeres tejen en los telares y trenzan el bambú, ven jugar a sus niños y limpian el arroz. Porque si los iban vivían antaño de la jungla, hoy lo hacen sobre todo la valiosísima pimienta que cultivan por los alrededores, y del arroz.

Al igual que uno conserva con mimo las viejas fotos de familia, a la entrada de la vivienda cuelgan las calaveras de los infelices que cayeron en las garras de algún bisabuelo iban, a las que honran con vino y arroz para que su espíritu proteja al caserío. Con la llegada del colonialismo, sin embargo, sus hombres fueron poco a poco aparcando la fea costumbre de rebanarle el pescuezo a sus enemigos, aunque en la II Guerra Mundial algunos volvieron a las andadas, como muestra el documental que narra la pesadilla de unos soldados estadounidenses aterrizados por accidente en tan peliagudos parajes.

La visita a una de estas longhouses deja un regusto agridulce. Salvo algún anciano, ataviado con plumas para las ocasiones especiales y tapizado de pies a cabeza de tatuajes rituales que narran su vida entera, la mayoría viste a la occidental, con camisetas y chándals made in China combinados de cualquier manera. El plástico y la chapa son ya viejos conocidos, y no es raro que el más rico del pueblo, para presumir de estatus, posea un par de teles a pesar de que no haya electricidad con la que hacerlas funcionar.

La cultura de estos antaño fieros guerreros se desvanece irremediablemente, aunque todavía subyace una forma de vida ancestral y un profundo sentimiento comunitario. Siguen teniendo maña con la cerbatana, el chamán se sirve de lo que da la selva para elaborar pócimas que alejan enfermedades y encantamientos, y cada noche, cuando tienen invitados, las familias al completo se reúnen para agasajar a los recién llegados con sus danzas y una cena regada con vino de arroz. Es entonces cuando a todos y cada uno, en agradecimiento a su hospitalidad, se les reparte la bolsa de gusanitos que habría sido de pésima educación no haber traído.

Guía práctica


Cómo llegar


Vuelos desde varias ciudades españolas a Kuala Lumpur, con escala, a partir de unos 500 € en algunas fechas con KLM, Emirates, Qatar Airways o Turkish Airlines. Los precios de todas las compañías se pueden comparar con buscadores como Skyscanner o Trabber. Vuelos entre la capital de Malasia y Kuching, la capital de su estado de Sarawak, en la isla de Borneo, por incluso 35 € ida y vuelta con la lowcost Air Asia.

Cómo organizarlo


Las estancias en las longhouses suelen acordarse con operadores locales, que se ocupan también del transporte hasta ellas por el río, o a través de agencias especializadas en rutas de aventura como De Viaje o Paso Noroeste.

Alojamiento


Varias longhouses disponen de un espacio reservado para huéspedes con las comodidades más básicas: un cuarto con colchones con mosquitera y un cubículo donde, con el calor húmedo de la jungla, darse la más merecida de las duchas.

Más información


Turismo de Malasia