Charlottetown, capital de la Isla del Príncipe Eduardo en Canadá, combina la comodidad de una gran ciudad con el encanto típico de una ciudad pequeña. Esta ciudad fue sede de la Conferencia de la Confederación de 1864 y se enorgullece de su papel protagonista en la historia de Canadá, así como también de su floreciente estampa gastronómica contemporánea en edificios históricos en el frondoso centro de la ciudad.

La Isla del Príncipe Eduardo, además de ser una isla, es también la más pequeña de las provincias que conforman el segundo país más grande del mundo, Canadá. Esta pequeña ciudad podría ser vista como la quinta esencia de Canadá, en lugar de ciudades más conocidas como Toronto o Vancouver, con el carácter genérico de América.

Charlottetown es una base popular para aquellos viajeros que viajan a la zona con el principal objetivo de explorar otros atractivos de la isla, como el Parque Nacional de la Isla del Príncipe Eduardo y Green Gables Heritage Place. Pero puede reclamar su identidad canadiense de una manera especial ya que fue la cuna de esa confederación, en la que los delegados de las provincias iniciaron el proceso de unión federal de las antiguas colonias y se desarrolló el primer borrador de la Constitución.

Charlottetown tiene una gran vida cultural e histórica que ofrecer:

Para aquellos interesados en conocer el pasado de Canadá, Charlottetown está plagado de lugares de interés históricos. El principal de ellos es la Casa de la Provincia, la sede del gobierno provincial y el sitio donde los representantes de la Norteamérica británica se reunieron en 1864 durante la Conferencia de la Confederación. Además, está rodeada de unos bonitos jardines, ideales para pasear y disfrutar de la naturaleza.

Pasear por el centro de la ciudad y los alrededores supondrá disfrutar de unas bellas vistas, edificios típicos y monumentos, tales como Government House, Confederation Centre of the Arts, la Catedral basílica de San Dunstán o Beaconsfield Historic House.

El Parque Victoria -Victoria Park- es un sorprendente espacio verde frente al mar que debe su nombre a la Reina Victoria. Por su parte, Victoria Row es una popular zona de compras de la ciudad, donde edificios victorianos flanquean las calles empedradas. En verano se cierra el tráfico a los vehículos y se convierte en una zona llena de peatones, donde los restaurantes abren sus terrazas para poder disfrutar de los manjares de la gastronomía canadiense en pleno aire libre.

El paisaje de la Isla del Príncipe Eduardo está dominado por campos abiertos, con algunos encantadores bosques y una hermosa costa donde se pueden encontrar playas de arena rojiza. A su vez, el ambiente que se respira en la isla es rural, ideal para quienes buscan la tranquilidad y la relajación plena. Del mismo modo, esta isla sorprende por su gastronomía, donde la langosta, el mejillón, el atún y las ostras cobran especial importancia.

Policía Montada de Canadá.

Policía Montada de Canadá.

Destaca también Harrington House, una iglesia antigua que fue trasladada desde la ciudad de Charlestown y rehabilitada para el descanso de los turistas. En ella se puede conocer su historia, que en tan solo seis meses se trasladó y se rehabilitó hasta hacerla un lugar confortable.

Cerca de la ciudad se pueden conocer otros sorprendentes lugares, como es Green Gables Heritage House, la casa de los tejados verdes, considerada Patrimonio Nacional. Se pueden recorrer las habitaciones de esta residencia victoriana restaurada acorde al periodo de finales de 1800.

El Parque Nacional de la Isla del Príncipe Eduardo, con sus 37 millas, incluye la bella costa norte de esta provincia canadiense, donde se puede disfrutar de una gran variedad de pintorescas playas de arena blanca y roja. En el parque también se encuentra Greenwich Interpretation Centre, que presenta varias exhibiciones interactivas y multimedia sobre la región, además de su historia.

Para los amantes de deportes como el senderismo, ciclismo o semejantes, un lugar perfecto es el Sendero de la Confederación, Confederation Trail. Con una longitud de 270 millas, es una antigua vía férrea que corre de una punta de la isla a la otra, rodeada de naturaleza y tranquilidad, ideal para disfrutar de uno de los aires más tranquilos de la isla. Finalmente, para disfrutar de una de las mejores playas de Canadá hay que visitar el Parque Provincial Basin Head, donde la arena es tan suave que rechina con la presión de los pies, por eso se han llegado a denominar “arenas cantarinas”.

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