La nostalgia tiene muchas aristas. Cuenta con su lado romántico y también puede asemejarse mucho a la tristeza. Se trata de un sentimiento complejo, que también puede traducirse en una gran alegría si se dan las circunstancias adecuadas. Hace 20 años pocos pensaban que una serie de pixels en pantalla pudieran llegar a evocar una emoción tan complicada, pero cuando Final Fantasy VII salió al mercado (31 de enero de 1997, Japón) dejó claro al mundo que esta industria había dado un gran paso adelante.
Ese es el principal logro en el haber de la séptima entrega de la franquicia, que le sitúa en el 'olimpo' de los considerados mejores videojuegos de la historia. Demostrar que un videojuego podía ser algo más que un rato divertido con un mando entre las manos supuso más que su sistema de combate, o sus por aquel entonces espectaculares gráficos y secuencias cinemáticas. Claro que para acompañar a lo demás hacían falta otros elementos atractivos como hechizos e invocaciones, una fantástica banda sonora (Nobuo Uematsu) o un sinfín de secretos y minijuegos.
La historia, ambientada en un mundo futurista, parte de la travesía de un mercenario empleándose para un grupo ecoterrorista que lucha contra una compañía que extrae la energía del planeta. No tarda mucho en resultar en algo mucho más épico y bello. Es su componente emocional, el cómo llegan al jugador sus personajes (diseño de Tetsuya Nomura) y su desarrollo, lo que encumbra al juego.
Son esas sensaciones las que causaron que el anuncio de su largamente esperado 'remake' en el E3 de 2015 desatase una auténtica locura entre los seguidores. La nostalgia por un juego que marcó a una generación tomaba forma y se convertía en saltos de alegría. Desde entonces pocas noticias ha habido sobre su lanzamiento, más allá de que estará dividido en distintos capítulos.
Un nuevo género llega a Occidente
Tal es la magnitud de un título que cuando salió tuvo que ocupar tres CDs para abarcar todo su contenido. Todo un hito para la época, aunque no se tratase de algo pionero. Tampoco fue el primer RPG japonés en salir del mercado nipón, pero sí fue el que más éxito tuvo a la hora de internacionalizar el género y dar a conocer los combates por turnos.
El desarrollo del título, recientemente recogido por Polygon en un 'storytelling', se podría considerar una de las primeras superproducciones de la industria. 45 millones de dólares la convirtieron en la mayor inversión del momento, a lo que habría que sumar el dinero gastando en márketing, en una campaña que llevó a, por ejemplo, asociarse con Pepsi.
Su elaboración supuso que el equipo encargado pasase de unas 30-40 personas, a un total de 150 que trabajaron intensamente durante un año. Squaresoft había tomado la decisión de abandonar a Nintendo, con la que se habían asociado para las anteriores entregas. Su nuevo destino era Sony y su nueva PlayStation, que esperaban exprimir para su idea de juego en 3D con fondos pre-renderizados y secuencias cinematográficas.
Esa mudanza supuso un auténtico cambio para el sector y la consolidación del sistema PlayStation como la nueva máquina a tener en cuenta. La base que pusieron Crash Bandicoot o Tomb Raider la aprovechó Final Fantasy para convertir a Sony en el referente que es hoy en día. El juego acabaría saliendo también en compatibles pero quedó como un emblema de la consola de sobremesa.
Exprimir la gallina
El éxito del juego (10 millones de copias vendidas físicamente) animó a Square a ampliar la experiencia más allá del juego original. Así, se acabó anunciando en 2003 la ' Compilation of Final Fantasy VII' que contaba con una película en forma de secuela hecha por ordenador, un título que dio el salto a la acción, una precuela para PSP y distintos minijuegos para móviles. En el libro 'La leyenda de Final Fantasy VII' se detalla cómo conectan cada una de las piezas de esta serie.
Los nuevos productos tuvieron una recepción dispar, pero en líneas generales sirvieron para contentar a la legión de fans del juego original. Los mismos que habían elaborado un sinfín de teorías alrededor de un argumento más adulto y complejo que lo habitual en la época.
A ello hay que sumar la ingente cantidad de 'merchandising' que sirvió para obtener más y más beneficios. Desde figuras de acción hasta bandas sonoras pasando por bebidas conmemorativas o piezas de joyería.
Y ni con todo el universo que se creó alrededor de Cloud y sus compañeros de aventura los aficionados vieron saciada su sed. No al menos, hasta que tengan en sus manos la recreación del título que disfrutaron dos décadas antes. Ni ellos son los mismos que lo jugaron, ni el 'remake' puede utilizar la fórmula que le hizo triunfar. Pero con ver saciada la nostalgia, el juego habrá valido la pena.