
Última edición de Nevalia en Formigal.
Nevalia o la experiencia más 'heavy' de mi vida: esquías de día y te lías de noche
Ron Barceló organiza desde hace 4 años el mayor desmadre après-ski donde solo se puede ir mediante un sorteo o invitación.
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Vuelvo a Madrid, casi sin voz, con una maleta llena de anécdotas y una resaca, también emocional que me acompaña como un recordatorio de lo vivido. Lo primero que hago es mandar el WhatsApp de rigor: ese "ya en casa", que todo el mundo manda para tranquilizar a los padres, pero que, sinceramente, no hace ni un atisbo de justicia a lo que acabo de vivir.
Sentirse afortunado es algo que intento recordar cada día. Pero hay experiencias que te dan un abrazo tan fuerte que hasta la vida misma parece más intensa. Y esta experiencia me llegó por notificación.
Porque ojo, Nevalia no es solo un lugar para esquiar, ¡es el festival donde las montañas se convierten en una excusa para liarla como nunca! El lema más famoso de todo el evento es el "En Nevalia se esquía, pero también se lía". Y cuando digo que se lía, no hablo de cualquier liada, hablo de una de esas liadas épicas que no pasan todos los días. El otro lema del viaje, "Solo liados", no tiene desperdicio si el plan lo tenemos claro y estudiado desde casa: disfrutar, conectar y… ¿por qué no? ¡Liarla a lo grande!
Durante estos cinco días, el elenco de creadores de contenido fue como un desfile de caras que me alegran la pantalla todos los días: Marina Rivers, Peldaños, IlloJuan, Lucía de la Puerta… y, cómo olvidarlo, Raúl Otero con sus graciosos y exagerados whistles a lo Mariah Carey, pero no tan correctos si hablamos de afinación. Estar rodeado de ellos en persona, lejos de las pantallas, otra de las anécdotas. ¿A quién no le gustaría estar en una fiesta con los que te sacan una sonrisa cada vez que destapan su creatividad al subir un vídeo?
Dicen que los viajes son geniales, pero con la compañía correcta se vuelven inolvidables… y un poco más divertidos de lo que esperabas. Lo que la gente que dice esto no sabe es que luego está Cintia, mi amiga y creo que hasta alma gemela, que no podía faltar a esta fiesta de locura. ¡Es imposible que no esté donde hay juerga, risas y alguna que otra aventura! De hecho, muchas de las anécdotas más épicas (y algo embarazosas, si soy sincero) de este viaje las protagonizamos ella y yo. ¿Quién más podría compartir conmigo tanto caos y buen rollo?
Pero no solo fueron los de siempre, también conocí a gente increíble como Javi y José. ¡De esos nuevos amigos que haces en un viaje y que, al final, ya tienes plan para quedar en el día a día! Y así, entre risas, esquí, y, bueno, alguna que otra caída épica, nos dimos cuenta de que la amistad no se mide por el tiempo, sino por los momentos. Creo que en esta aventura poco nos faltó para convertir la nieve de la fiesta en el hielo para el combinado de la noche.
Y hablando de las aventuras, ¡deja que te cuente un par! Primero, los buggies por la montaña. ¡1000 metros de altura, nieve por todos lados y acelerando como si estuviéramos en una carrera de Fórmula 1! Entre risas y derrapes, la adrenalina estaba a tope. Y luego el esquí... ¿tú crees que íbamos a ser unos expertos? Claro que no. Nos caímos más veces que los que ya sabían, pero oye, que nos reímos como si fuéramos campeones olímpicos (y también nos ganamos un par de medallas de oro en caídas épicas).
La pijamada fue otro de los highlights de esta aventura. Lo que en principio parecía una noche tranquila, acabó siendo una especie de desfile de pijamas de lo más... original. Nosotros, por ejemplo, no dudamos en meternos en un mono calentito de Monstruos S.A., con Mike Wazowski y Sullivan dándolo todo. Creo que hasta nos ganamos la mirada de muchos de los compañeros, aunque no tantas como el maquina que apareció con rulos en la cabeza. La sala del Hotel Snö Aragón Hills estaba a reventar de risas, buenos rollos y un par de miradas de "¿qué diablos estamos haciendo aquí?".

Fiesta de la pijamada.
Y luego llegó el viernes, ¡y la cosa se puso seria! Marchica fue el escenario de una de las fiestas más épicas que he vivido. Aquí se formó el team lío junto a nuestra reina mariliendre Blanca, a su mala influencia Clara Chaín y a quien que nos dejó locos por ella, nuestra Kuve, pero también descubrí a Inmir, una DJ valenciana que me sorprendió tanto que casi me olvido de la música. Resulta que somos paisanos, ¡y nos separaban solo 5 km en nuestros pueblos de origen! Después de este après-ski disfrutamos de un concierto íntimo y acústico de Natalia Lacunza. Y escúchame, escuchar en directo "Cuestión de suerte", a apenas un palmo de su guitarra, ¡fue uno de los placeres de mi vida! No es broma. Estaba allí, en un espacio tan cercano que podía sentir cada acorde. ¿Quién me iba a decir a mí, cuando estaba pegado a la televisión en la edición de OT 2018 en la que Lacunza quedó en tercera posición, que un día estaría tan cerca de ella, disfrutando de su música en directo?

DJ Inmir.
Y bueno, si pensabas que ya se había acabado, el sábado aún tenía mucho que ofrecer. En Marchica, de nuevo, nos esperó la mayor fiesta del viaje, ¡la mayor liada de todas! Pero la mejor parte llegó cuando, mientras cenábamos, las alarmas de evacuación sonaron. ¿Qué pensaba yo? "Es un simulacro, seguro". ¡Pero no! Nos mandaron al parking, y lo que encontramos allí fue una de las fiestas más underground que he vivido en mi vida. Era como si estuviéramos en Berlín, pura energía, música a tope, y todos entregados hasta que los cuerpos dijeron basta. Era como si toda la ciudad hubiera decidido reunirse en un sótano secreto.

Fiesta en el parking.
En resumen, Nevalia no es solo un festival, es un universo paralelo donde la nieve se convierte en una excusa para hacer lo que más nos gusta: reír, bailar, disfrutar y compartir momentos que quedarán grabados en nuestra memoria como una de las mejores experiencias de nuestras vidas. Y ahora, con la cabeza aún flotando, sin voz y con la misma resaca emocional que cuando llegué, me queda una única pregunta: ¿cómo hago para asegurarme de que el próximo año esté de nuevo allí?