Pese a haber transcurrido casi 16 años desde su muerte, la figura de Ramón Marco Marco (1919-2006) sigue simbolizando una de las cimas más elevadas -si no la más relevante- del arte foguerer. Samblasino de nacimiento, contemplará con admiración las hogueras fundacionales de 1928, pocos años después iniciará su aprendizaje en el taller de la agrupación de autores valencianos Unión Arte, y más adelante en el de Gastón Castelló.
Su precocidad le lleva a confeccionar su primera foguera infantil en 1934 precisamente en San Blas, actuando en la guerra civil como piloto de la aviación republicana. Una vez recuperadas las hogueras debutará en 1941, realizando las obras de los distritos de San Blas y Calderón de la Barca, ambas premiadas.
Pronto revelará su maestría escultórica, incluso diseñará vestidos, inclinándose de lleno en la gran pasión de su vida; el arte efímero, en donde de inmediato se coronará por su pasmosa destreza en el modelado, faceta en aquel entonces secundaria a la hora de dar vida las hogueras de la época.
El resto es historia. En 1946 ‘destrona’ a su maestro Gastón, siendo sacado a hombros por los foguerers de Santa Isabel, al alcanzar con su Tauromaquia el inicial Premio Especial de la historia de les Fogueres. Desde entonces, y hasta 1974, un total de 22 máximos galardones serán alcanzados por Marco, cifra jamás superada en nuestro Sant Joan.
Una hegemonía que destacará esencialmente durante la década de los 60, donde salvo 1966 se reiterarán los triunfos en el barrio de Ciudad de Asís, mediante legendarias realizaciones que han pasado a la memoria de nuestras fiestas del fuego.
Ramón Marco llegó a viajar hasta Río de Janeiro en 1954, donde realizó carrozas y motivos alegóricos en su célebre carnaval. En 1960 firmó la falla de la entonces Plaza del Caudillo de Valencia, extendiendo su magisterio durante casi seis décadas, y destacando en ella su vinculación con la elaboración de carrozas.
Como gocé de la amistad de ‘El Mestre’, siempre me sorprendió en él su humildad, sentido de la ironía y generosidad. Marco sabía en sus adentros la importancia de su obra, pero fundamentalmente saboreó hasta el último momento trabajar en lo que le gustaba, y ser reconocido y querido por ello.
Podríamos hablar de la minuciosidad que Marco recreó en sus ninots, primorosamente vestidos a cartón de manera artesanal por su esposa, Enriqueta Selfa, y de los que apenas nos quedan cinco de sus grupos en el Museu de Fogueres, entre los numerosos Ninots Indultats alcanzados en su trayectoria.
Sin embargo, de entre su extraordinaria obra, uno se queda ante su capacidad para legar gigantescos remates escultóricos, que han quedado como verdaderos iconos de la celebración. El Gary Cooper de 1959, el caballo y el rejoneador de 1963, el zaragüell de 1965 -tal vez el más recordado remate de la historia de las hogueras-, la pelea de gallos de 1975, el Laoconte de 1979, la Marilyn de 1981…
En 2002 recibió en vida una calle rotulada con su nombre en su Alicante natal. Él quiso que se le denominara ‘Artista del fuego Ramón Marco’. Con su vocación, a partir de los años 40, la ciudad quizá perdió un escultor perdurable en sus calles, pero nuestra Fiesta ganó un artista excepcional. Gracias por ello.