Rubén y Javier en su estudio.

Rubén y Javier en su estudio. E.E.

Vivir

Rubén y Javier, interioristas del restaurante La Embajada de Zaragoza: "Con los proyectos nos gusta contar historias"

Los zaragozanos destacan el amor por su trabajo y la importancia de preguntar y escuchar siempre a sus clientes. 

Más información: Abre un nuevo restaurante en este palacete de Zaragoza: el precio del menú se ha reducido a la mitad

Zaragoza
Publicada
Actualizada

Parece una frase hecha o un tópico, pero la pasión por el trabajo es sinónimo de éxito. Son muchos los casos que ejemplifican que las cosas con amor tienen más posibilidades de triunfar. En cualquier ámbito. Rubén Aznar y Javier Negre son testigos de ello.

Estos dos aragoneses se dedican al diseño de interiores desde el corazón de Zaragoza, pero con las fronteras abiertas por toda España. Su acogedor estudio se ubica en la calle Verónica y, como ellos defienden, es un claro reflejo de su estilo atemporal, elegante y muy cuidado.

Rubén y Javier son dos profesionales, también amigos, que aman su trabajo, algo que demuestran en cada uno de sus proyectos, hecho con tanto cariño como si de un hijo se tratara. De hecho, ambos confiesan que los sienten suyos y les ponen nombre. Eso sí, siempre pensando en las necesidades del cliente y de aquel que lo vaya a disfrutar.

Entre sus diseños destaca el del restaurante La Embajada de Zaragoza, todo un palacio de lujo en el que es imposible no sacarse una fotografía. No obstante, hacen también hogares, chalés u oficinas.

P.- En primer lugar, son socios en este estudio. ¿Cómo comenzó todo?

Javier.- En mi caso, el origen se remonta a hace 40 años, pero el estudio comenzó hace año y medio, dos. Empezamos por nuestra amistad, porque los dos somos muy afines y queríamos hacer algo diferente, sobre todo con el público y hacer proyectos distintos. Nuestra manera de entender la decoración es muy diferente a lo que normalmente es el convencionalismo.

Además, nos entendemos personalmente y hay horas de mucha colaboración, somos los dos muy trabajadores y trabajamos de lunes a viernes y sábado y domingo.

Rubén.- Existe Javier Negre Diseño y Bóbo Studio (de Rubén Aznar), pero somos uno. No va uno por cada lado.

P.- Antes tenían su profesión y decidieron unirse aquí.

R.- Yo trabajaba para la empresa privada y mi objetivo siempre fue tener un estudio de interiorismo propio y tuve la suerte de coincidir con Javier. A mí me gusta definir nuestro estudio como un estudio de arquitectura de interiores, porque no solamente nos dedicamos a decorar, sino que reestructuramos espacios.

Unimos fuerzas y desde el principio nos delegamos diferentes cosas, aunque participamos los dos en todos los proyectos, pero sí que es verdad que derivamos tareas, nos autodelegamos el trabajo. Luego ponemos todo en común.

Imagen de uno de sus proyectos.

Imagen de uno de sus proyectos.

P.- Se os ve muy contentos con el proyecto. ¿Cómo va a nivel de trabajo?

J.- Tenemos el soporte de dos personas detrás y en el equipo somos cuatro. Nosotros somos la cabeza visible, pero lógicamente es el equipo el que funciona, basándonos en una buena relación y en apoyarnos. Es fundamental. Estamos muchas horas juntos, por eso intentamos que haya una parte humana.

Es nuestro trabajo, pero yo lo definiría como nuestra pasión. Muchas veces lo hablamos y llegamos a la conclusión de cómo amamos esto. Y eso es lo que para nosotros cuenta.

P.- Tener pasión es lo que hace que las cosas salgan bien.

R.- Además, es algo que te hace levantarte todos los días con alegría. Y también acostarte, porque te vas a dormir pensando en el proyecto. Somos creativos, necesitamos crear, lo hacemos a todas horas.

P.- ¿Cómo describirían su estilo?

J.- Es un estilo atemporal, como el de nuestro estudio. Queremos algo que esté bonito ahora, que sea elegante, que sea atractivo, pero que dentro de diez años sigamos opinando lo mismo. Es como nos sentimos nosotros, muy continuos.

R.- Valoramos mucho el vacío. Hay cosas que necesitan espacio para destacar y lo tenemos en cuenta.

Rubén y Javier definen su estilo como atemporal.

Rubén y Javier definen su estilo como atemporal.

P.- Antes de continuar con sus proyectos, ¿de dónde viene el nombre Bóbo Studio?

R.- Hace tres años acabé un máster y en mi proceso de estudiarlo, mi pareja me escribió en el cuaderno ‘te quiero, bobo’. Es una palabra que nos gusta mucho y dije que cuando tuviera mi estudio se llamaría así. Nos gusta la simetría, el vacío y bobo es una palabra de cuatro círculos con dos líneas, es muy simétrico. Me parece muy graciosa porque puede significar cariño e insulto, según como la uses.

P.- Uno de los trabajos que más destaca para el público es el diseño del restaurante La Embajada.

R.- Es un proyecto que nos entró por Iván Acedo, se puso en contacto con nosotros. Ha sido muy bonito y complicado. Nuestros proyectos son nuestros, pero también de nuestros clientes. Hacemos diferentes reuniones en las cuales les preguntamos qué es lo que quieren, sus necesidades. No es lo mismo crear un espacio para una familia de cuatro que para una familia de seis, o no es lo mismo crear un espacio para dar de comer a 20 personas que dar para dar de comer a 80. Entonces, nos gusta mucho hablar con nuestros clientes, que nos digan cuál es la idea que llevan.

En este caso era un proyecto bastante grande, un edificio emblemático, un lugar al que había que darle una vida. Fue un proyecto muy bonito y estamos muy contentos con el resultado. Cuando te metes en redes sociales y ves que la gente se hace fotografías en el espacio, ves que funciona.

La Embajada.

La Embajada.

P.- ¿Cuánto tiempo les llevó completarlo?

R.- Ocho meses hasta terminarlo. También son proyectos que nunca terminan, porque a raíz de acabar quieres cambiar cosas.

P.- ¿Habían hecho antes algo del estilo?

J.- No, del estilo no. Habíamos hecho cosas pero más pequeñitas en cuanto a volumen y comensales. Pero no tan grandes en espacio. Aun así, estamos muy contentos con el resultado.

R.- Cuando fuimos a visitar por primera vez el espacio, llegamos a la conclusión de que lo más importante era resaltar lo que ya había. El espacio ya es un espectáculo. Nosotros tenemos un estilo, yo diría más o menos definido, pero luego hay que adaptarte a los diferentes espacios. No le puedes dar un estilo industrial a un edificio de 1900. Hay que estudiarlo bien y llegar a la conclusión del estilo que quieres plasmar, potenciar y mezclar.

Entrada a La Embajada.

Entrada a La Embajada.

P.- ¿En qué más proyectos trabajan?

R.- Estamos haciendo muchísimas cosas diferentes, desde oficinas, restaurantes, hogar, fachadas para diferentes comercios, pequeños hoteles... Abarcamos muchas cosas y eso nos gusta mucho.

J.- Es muy enriquecedor. Hemos terminado unas oficinas inmobiliarias en Sagasta y cada proyecto tiene lo suyo, son tan dispares y a veces son tan comunes, que es muy curioso. Nos referimos a ellos por el nombre, porque al final es nuestro.

Otro de los proyectos de Rubén y Javier.

Otro de los proyectos de Rubén y Javier.

P.- ¿Tienen alguna inspiración concreta? ¿O cómo es ese proceso creativo?

J.- Nosotros individualizamos cada proyecto y le ponemos un nombre. El proyecto se puede llamar Imperial, Boreal... Así va relacionado con lo que nosotros hemos podido sentir, hemos escuchado o hemos visto. Individualizamos el proyecto, pero también al cliente.

En cuanto a la inspiración, podemos estar un sábado a la 1.00 y escribirnos porque se nos ocurre algo. Estamos constantemente en esa comunidad de que puede ser en cualquier momento. A veces se nos va la cabeza y de ahí llegamos a una idea.

R.- A nosotros con los proyectos nos gusta contar historias. O crear historias. La inspiración puede partir desde algo que hemos visto en el rastro un domingo por la mañana, a la antigüedad que hemos visto en una tienda, o a un cuadro que ya tiene la propiedad. Nos gusta contar historias, de ahí el ponerle nombre, el bautizar cada proyecto.

P.- ¿Cuánta importancia tiene el cliente en ese proceso?

J.- El cliente es el que sabe, solo hay que indagar un poco para que se abra. Preguntamos y escuchamos mucho. ¿Qué necesitas? ¿Qué sientes? ¿Qué te apetecería?

R.- Yo no tengo muy claro si es más difícil hacer un proyecto de alguien que sabe muy bien lo que quiere o alguien que no tiene ni idea. Están los dos extremos. Con aquellos clientes que no lo tienen muy claro les hacemos muchas preguntas personales sobre su gusto a la hora de vestir, colores, cantantes. De ahí sacamos mucha información y nos funciona.

A veces les preguntamos cómo duermen u otra pregunta que nos da mucha pista es si les gusta recibir mucha gente. Si te dice que sí, tienes que hacer un espacio donde se puedan sentar. Si te dice que no, es una persona más hogareña, tendrá libros, le gusta la música, etc.