Unas chicas esperan al lado de la alfombra roja vestidas de gala y con carteles de Una entrada, por favor.

Unas chicas esperan al lado de la alfombra roja vestidas de gala y con carteles de "Una entrada, por favor". Javier Zurro

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“Una entrada, por favor”: así se cuela un don nadie en Cannes, el festival más lujoso del mundo

El Festival de Cannes no vende entradas al público, pero muchos intentan entrar... os contamos cómo lo consiguen.

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Cualquier cinéfilo mira estos días, aunque sea de reojo, a la costa francesa. A ese Festival de Cannes que reúna durante algo menos de dos semanas las mejores películas de los mejores directores. Una selección de autores fundamentales que compiten por el premio más prestigioso del mundo: la Palma de Oro. Los amantes del séptimo arte siempre han soñado alguna vez con poder estar en La Croissette, viendo los filmes que darán que hablar los siguientes meses y escuchando a los realizadores a los que admiran. Y en su cabeza seguro que alguna vez ha pasado la siguiente pregunta: ¿cómo podré entrar en un pase del Festival más prestigioso y lujoso del mundo?

La respuesta más sencilla y que encontrará en el 99% de los sitios es que es imposible. Cannes es un certamen hecho para la prensa, el mercado y unos cuantos elegidos que pueden ver la película en las galas de tarde y noche que luego salen en los telediarios con las estrellas paseando por la alfombra roja. De ese modo la única opción es que uno sea invitado para uno de esos lujosos pases o ser periodista acreditado para cubrir el festival.

Pero existe una opción para ‘colarse’ en Cannes, una mínima opción que muchos intentan: confiar en la bondad de los desconocidos, como diría la Blanche Duvois de un tranvía llamado deseo. Es decir, esperar a que alguien al que le sobre una invitación para la gala decida regalarle para que no se quede un hueco vacío. Parece extraño, pero el método funciona, y cuando se acercan las galas de por la tarde se sucede el mismo ritual: decenas de personas esperando a los lados de las puertas de acceso y cerca de la alfombra roja sujetando un cartelito que dice: ‘one ticket, please’. A veces incluso son más concretos y piden para la película que quieren, no vaya a ser que el generoso desconocido le sobre otra que no les interesa.

Un chaval al lado del Palais con su traje y su cartelito pidiendo una entrada.

Un chaval al lado del Palais con su traje y su cartelito pidiendo una entrada. J.Z.

Como todo, hay condiciones. No vale con presentarse allí y esperar. Hay que recordar que esto es el festival más lujoso del mundo, y el glamour es nota imprescindible, así que cualquiera que quiera poder entrar debe ir ‘correctamente’ vestido. Lo que se traduce en que ellas tienen que lucir vestidos largos y ellos trajes de chaqueta o esmoquin. Esas condiciones provocan imágenes sorprendentes, como ver a decenas de gente desconocida vestida de cotillón sujetando folios escritos a mano pidiendo entradas.

Por si fuera poco, no todas las entradas valen. Existen dos tipos de invitaciones, las azules y las marrones. Si alguien ofrece una azul no se puede acceder al Palais des Festival sin una acreditación que indique que perteneces a la industria o al equipo de alguna película. Las únicas que realmente conceden el ticket dorado de Willy Wonka para acceder a la gala son las marrones. El método funciona. Pero es como buscar una aguja en un pajar, uno de cada cien invitados se acerca para dar las entradas que le sobran a la gente.

Si las aspiraciones del cinéfilo no son tan altas también tiene otras opciones más que interesantes para poder disfrutar de una buena ración de películas. La primera es acudir a la Quincena de Realizadores, la única sección abierta al público. Aquí es donde el año pasado estuvieron Carmen y Lola y Petra, y por 8 euros se pueden ver obras interesantes que recogen lo mejor del panorama mundial. Este año destacan lo último de Bertrand Bonello, Takeshi Miike o el mediometraje de Luca Guadagnino.

Una multitud pidiendo entradas para la película de inauguración.

Una multitud pidiendo entradas para la película de inauguración. Javier Zurro

No es la única opción. El Festival de Cannes tiene una pequeña sección llamada Cine en la playa en la que pone clásicos de ayer y de hoy en una pantalla grande habilitada en plena Croissette. La entrada es libre hasta completar aforo, pero las colas para conseguir una de las hamacas donde uno disfruta de filmes como Easy Rider, Boy’z in the hood, Tigre y Dragón o Los 400 golpes. Una cita con encanto y sin tener que pagar, pero que no ofrece ninguno de los títulos a competición oficial, que se reservan como tesoros escondidos.

Paciencia y echarle morro. Es la única receta para colarse en la Sección Oficial de Cannes. Si no, siempre quedarán otros certámenes de clase A. Venecia sí que vende entradas al público, y San Sebastián es de los más accesibles para los espectadores, que además tienen una sección como Perlas de otros festivales donde encuentran lo más granado de Cannes y otros certámenes que apuestan por la exclusividad.