Creo que todos nuestros lectores coincidirán conmigo en que el tema de máxima actualidad en esta semana no puede ser otro que el debate que el pasado lunes mantuvieron Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.
A la vista del desarrollo del mismo, el Presimiente Sánchez estará dando gracias a Dios porque el aspirante Núñez Feijóo no aceptara la celebración de los seis debates que le ofreció Pedro Sánchez… aunque sólo fuera porque si para preparar el debate del lunes tuvo que bloquear cuatro días de su agenda para prepararlo con su equipo… pues eso, seis por cuatro veinticuatro días libres de encontrarnos con su Sanchidad hasta en la sopa, algo que agradecerían hasta sus barones territoriales.
Respecto al interés del mismo, las cifras hablan por sí solas: casi seis millones de espectadores siguieron el mismo a través de los distintos medios que lo retransmitieron en su integridad. Nada que objetar sobre la estructuración del mismo en cuatro bloques y sobre el recurrir al sorteo para establecer los turnos de uno y otro en los distintos bloques y en el minuto de oro final.
Y a partir de aquí, las cosas ya no fueron tan bien: los moderadores no fueron capaces de controlar a los contendientes, y particularmente a Pedro I el Mentiroso que debía pensar que estaba en uno de esos programas por los platós de radio y televisión en los que no dejaba hablar ni a sus interlocutores. Especialmente, y no por no esperada, fue la actuación de Ana Pastor, sectaria hasta la saciedad y empeñada en descalificar a Vox, que por cierto, a pesar de las continuas referencias de Pedro Sánchez no estaba presente en el debate. Desde luego debe quedar descartada a perpetuidad para este tipo de programas.
La primera sorpresa se la llevó el propio Presimiente Sánchez, que no esperaba encontrarse un adversario con una tranquilidad como la que demostró Núñez Feijóo, que, además de no interrumpir su agenda electoral para preparar el debate, no perdió los papeles en ningún momento, justo lo contrario de lo que le ocurrió al Presimiente que desde el primer momento se mostró prepotente, agresivo, sin parar de interrumpir a su adversario, por mucho que éste le pidiera que le dejara hablar, recordándole que aquello no era ni el hormiguero ni los debates en el Senado donde uno, el Presidente, tiene tiempo ilimitado y el otro un tiempo limitado y por supuesto muy inferior.
Quiso el presidente, en mi opinión de manera errónea, presumir de su brillante gestión en los últimos cinco años, algo que de forma indirecta ya fue juzgado por los españoles el pasado 28 de mayo y ya vimos con qué resultado, y por supuesto echó la culpa de todos los males que nos achacaban a los españoles a la pandemia y a la guerra de Ucrania, a pesar de que como le recordó Núñez Feijóo la inflación estaba en un 8% antes de iniciarse el conflicto bélico. Este fue el comienzo brusco del primer bloque, el económico, que descolocó al Presimiente para el resto del debate, sin hacer la más mínima autocrítica.
Núñez Feijóo le recordó que fuimos los últimos en recuperar los datos económicos de la pre pandemia, que habíamos disparado la deuda pública de forma escandalosa hasta el punto de que el próximo año, los presupuestos tendrán que situar el pago de los intereses, que no de la deuda, como la tercera partida en importancia, y que la deuda y el déficit público seguirán creciendo de forma imparable. La presentación de una serie de láminas aclarando cuál era la situación de España en diversos aspectos de su economía.
Lo más llamativo del debate fue la permanente acusación de mentir por parte de quien es conocido como Pedro I el Mentiroso hacía Núñez Feijóo, acusación que sigue manteniendo a día de hoy sin aportar una sola prueba ni ser capaz de desmentir las afirmaciones del aspirante gallego.
Pero el minuto de oro no fue el minuto final, sino el momento en el que Núñez Feijóo exhibió un documento que firmó en público en el que se prometía abstenerse si el PSOE ganaba las elecciones si el Presimiente hacía lo propio si tan claro tenía que iba a ganar las elecciones. Esto ya fue el remate del debate y Pedro Sánchez acabó de perder los papeles, aumentando su agresividad y haciendo oídos sordos la llamada al orden de Vicente Vallés, hasta no acabar de leer las notas que le facilitaron sus asesores para el debate.
Y esta vez la opinión de los titulares en los medios de comunicación, incluido El País y la SER, era unánime: El presidente fue duramente vapuleado por el aspirante y hasta en el Psoe se reconocía que Sanchez “falló en el tono y en la actitud”, admitiendo que “Feijóo le cogió la medida a los tres minutos en el bloque económico, el que le era más favorable”, aceptando que “contra Pedro Sánchez juega un fuerte rechazo personal que ya no es posible revertir”, y que “la atmósfera de derrota se apodera del PSOE “,asumiendo el revés del debate y acusando la “desmovilización territorial tras el varapalo del 28M y los pronósticos del 23J”, mientras que Núñez Feijóo “acudió a la cita como corresponde a un político riguroso y responsable”, que “convence con rectitud y templanza”, por mucho que Sánchez se autoproclamada como “un político limpio, autónomo y libre”.
Terminado el debate, y a la vista de la práctica unanimidad respecto del resultado del mismo, Núñez Feijóo intenta contener la euforia y ha activado su plan para atraer voto útil del PSOE y VOX, y el moderador, Vicente Vallés, terminado el debate afirmó que “los dos candidatos mostraron su personalidad a través del comportamiento frente al rival”, y Francisco Marhuenda llegó a afirmar que, ”a pesar de los esfuerzos de la izquierda mediática, Sánchez fue el mejor aliado de Feijóo“, llegando a calificar de desastrosa la actuación de Su Sanchidad.
A las 24 horas del debate los estudios DE NC Report para La Razón afirman que el debate ha proporcionado hasta 500.000 nuevos votos al PP, y es que la osadía de acusar el Presimiente a su contrincante de mentiroso no puede por menos que recordarme el viejo dicho castellano de “a quien fue a llamar puta la Zapatones”, dicho sea con perdón.
En fin se acabó el mito y emergió un Núñez Feijóo para muchos desconocido, y es que cuatro mayorías absolutas no se consiguen por casualidad… ( si lo sabré yo…).
Y por hoy ya está bien. Hasta el viernes que viene.