La Constitución española adolece de un defecto importante que se está utilizando, por los de siempre, para intentar alterar su forma, contenido y planteamiento democrático. A la Constitución le falta una organización seria, potente y clara del Estado y de su administración, lo que se ha dado en llamar el problema del Titulo VIII o, dicho de otro modo, un desmontar el Estado central derivado del anterior régimen, para organizar un Estado descentralizado con sistemas de coordinación, de control y de pacífico desarrollo legislativo.
En el momento presente, ni las Comunidades Autónomas, que cursan en la actualidad, están recogidas en la Constitución, se han desarrollado competencias autonómicas que en la práctica se han comprobado ineficaces e incluso perjudiciales; no hace falta más que ver el desbarajuste sanitario habido con el covid19 para comprender que la sanidad, la educación, la defensa y la justicia deben de ser competencias estatales, con sistemas de control y coordinación fuertemente diseñados.
El intento de modificar el modelo constitucional a favor de un modelo republicano, alterar la composición del poder judicial, eliminar controles al poder, evitar los modelos de bloqueo que exigen la negociación y el pacto de los operadores y actores políticos, frente a la imposición normativa o el denominado "rodillo totalitario", desde mi perspectiva, es un error y en el fondo, lo único que pretenden es acabar con el paradigma del sistema democrático para sustituirlo por un modelo totalitario en el que el se aúna, en el partido, al Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, Gobierno judicial y evitar las exigencias de negociación entre los diferentes, a la par que se fracturan los controles al poder... todo un sistema sistémico de poder totalitario.
Sorprende que algunos nos manifestemos contra el modelo autonómico, que aceptamos y proponemos su modificación con la recuperación de determinados aspectos (sanidad, justicia, educación...) por parte del Estado y aspiramos a su eliminación y cuando sostenemos esta idea se nos tilda de fascistas, totalitarios, ilusos o utópicos peligrosos, pero mientras tenemos en el gobierno un partido (PSOE) que se declara republicano y federal, aspira al cambio para dar cabida a sus aspiraciones, pero acepta la situación para ansiar su eliminación, pero en este caso no sólo no se critica, sino que se acepta la posición como democrática.... ¡Manda güevos!
En lo esencial, nuestra Constitución ha dado amparo al momento más largo y próspero de España en un modelo democrático, de forma que los cambios que se precisan son de tres aspectos:
1.- Terminológico, con la adaptación del lenguaje a los tiempos modernos, recogiendo así mismo la igualdad en el ámbito sucesorio al hombre y a la mujer.
2.- Reconstrucción, fortalecimiento y creación de potentes modelos de control al poder por parte de los ciudadanos, una separación absoluta del poder político del poder judicial, la implantación de modelos de transparencia, la mejora de la vigilancia al poder, la potenciación de la oposición como modelo de control, etc.
3.- Redefinir el modelo de Estado con la eliminación de los organismos impropios, la supresión de duplicidades, distorsiones y falta de gestión óptima de los fondos, como fin último de la Administración como servidora de los ciudadanos, evitando posiciones de poder o prepotencia administrativa frente al administrado como último depositario del bien jurídico a proteger. Generar una Administración austera que facilite los más altos niveles de servicio, el máximo de protección social y el más elevado bienestar social posible, con un control del gasto, una gestión eficiente, eficaz y austera de los fondos públicos constituidos por las aportaciones de todos.
La Constitución Española fue fruto del consenso, de la inteligencia política, del acomodo de todas las sensibilidades y la renuncia de todos los implicados en un acto inimaginable de generosidad y humildad que hay que preservar, amparar y cuidar como modelo a seguir, practicando los cambios, alteraciones y modificaciones con iguales criterios de seriedad intelectual, generosidad política y humildad que permita mantener la estructura básica y los modelos de acción que vieron la luz.
No puede ser el máximo defensor de la Constitución aquel que no sólo pacta con quienes quieren destruirla, incluye en su gobierno a los detractores de la misma y, sobre todo, aquel que ha sido declarado infractor de la misma y de los Derechos Fundamentales que en la misma se amparan hasta por tres veces.... La coherencia debe de ser la primera virtud del líder.