La actualidad de los acontecimientos que vivimos a diario nos permite, de vez en cuando, pararnos a pensar y reflexionar, no solo acerca de los mismos hechos vividos, sino también del valor de las palabras que definen esos hechos. En esta ocasión me ha venido a mi mente la necesidad de pararme a pensar acerca del significado de la palabra Política y la responsabilidad por el ejercicio de esta.
Descarto en estos momentos cualquier teorización del concepto convirtiendo a la Política en una ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados, para centrarme más en política como actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad.
Entendido así, como una actividad, la política siempre está vinculada a la toma de decisiones con el fin de garantizar el bien común y personal de los ciudadanos. Es decir, se trata de ejercer una actividad que se concreta en la acción de gobernar”, palabra que viene del latín “gubernare”, que significa “pilotar un barco” como la acción que realiza el timonel (gubernator.)
Es aquí donde me quiero detener, no en el mar, sino en el significado de “pilotar un barco”, es decir, en “gobernar” y en todos los posibles sinónimos que hacen bueno este concepto: mandar, dirigir, regir, administrar, conducir, guiar, presidir, pilotar un país, excluyendo los que contaminan como manejar, controlar, mangonear
En todos estos conceptos hay un denominador común que debe hacer el gobernante, “resolver problemas”, no crearlos. Mi reflexión viene al caso en la actual situación en la que los “gobernantes” más que “pilotar un barco” y resolver problemas, tienden a justificarlos, cuando no en crearlos. La política se está confundiendo en su radical y originario significado.
Estamos asistiendo a la generación de un tipo de político-gobernante que siempre está encontrando excusas para justificar su incapacidad de dar soluciones a los problemas. Siempre hay un culpable que causa el mal: la guerra, el cambio climático, el temporal, la crisis económica, la pandemia, el volcán, etc… Un sinfín de excusas para que veamos que lo ocurrido no es culpa suya. Más grave aún, como son incapaces (es decir, no tienen capacidad por inutilidad) para tomar medias que resuelvan el problema o los minimice, se dirigen muy seriamente a los ciudadanos y nos proponen medidas de “choque” que en ningún caso les afecta a los mandatarios. Que la energía está muy cara, la culpa, la “guerra de Ucrania” y la única solución que se les ocurre es que pongamos menos la calefacción (pasemos frio), menos aire acondicionado (pasemos calor), menos coches, etc… Solamente les falta proponernos “pasar hambre” porque la cesta de la compra está muy cara. Pero lo que está en sus manos, que es tomar medidas para abaratar la energía, la cesta de la compra… esas son incapaces de tomarlas.
Que se queman los montes, la culpa, del “cambio climático”, como si desde que la tierra es tierra (aunque ahora se haya acelerado) no haya existido un cambio de clima en la tierra. Admitiendo que es cierto el “cambio”, ¿qué medidas propone para combatir los incendios? Nada. Sus mentes están tan vacías que hasta sus neuronas se vuelven como ellos “vagas”, cuando no sectarias, al echar la culpa de los incendios a la ideología del gobierno que rige una comunidad (como si los bosques supieran de signo político de quien gobierna). Atrofia mental y debilidad neuronal.
Yo siempre pensé que la tarea del que ejerce la Política como una actividad era buscar soluciones a los problemas, no crearlos. Parece que estaba equivocado. La gestión para el “bien común” ha dado paso a la gestión para mi ideología, mis amigos, los que me votan, los que comparten mis ideas y, lo que es más rastrero, para los que me aplauden, callan, aunque no estén de acuerdo porque su sueldo depende del jefe. Son “sicarios de la política”, manchan esta gran y noble actividad; la pervierten. Equiparan la actividad política con manejar, controlar, mangonear y no ponen límite a sus acciones con tal de permanecer en el mando. Se agarrar al timón del barco para seguir en el puesto de mando, a sabiendas de que en cada “golpe de timón” se caen por la borda un montón de ciudadanos perjudicados por sus decisiones. En otras ocasiones y, para permanecer en su puesto de mando, se acercan endemoniadamente a compañeros de viaje, admiten sus exigencias, que les hacen chocar contra las escolleras abriendo vías en el casco, haciendo peligrar el buque democrático.
Evidentemente, la Política no es eso y la tarea de un político dista mucho de esa forma de gobernar. Por eso es necesario dar un paso más adelante en este débil sistema democrático. Toda acción del hombre es libre y como tal responsable. Es decir, el hombre, por el hecho de ser libre y poder tomar sus decisiones libremente, es responsable de sus actos. Pues bien, en política debería ocurrir lo mismo. No solo se le castica al mal gobernante expulsándole democráticamente de su cargo mediante unas elecciones libres, sino que además se le tiene que hacer responsable personal de todas aquellas cosas que, a sabiendas de que no eran las mejores para la democracia, las ha ejecutado. Quien ha corrompido los cargos, quien ha utilizado mal el dinero público, quien ha tomado decisiones para su beneficio, quien ha invadido competencias de organismos censores, quien ha suplantado los poderes democráticos hasta hacerlos desaparecer, debe dar cuentas de todo ello personalmente él y todo el “sequito” de aduladores, y ser juzgados. Si esto fuera así, estoy convencido de que muchos de los “trepas” y “buscadores de carroña” que se asoman a la política se lo pensarían más de una vez.