El presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, compareció el pasado martes en las Cortes regionales para dar cuenta de la gestión realizada por la Junta ante los graves incendios forestales que asolaron la comunidad autónoma durante el verano.
Las medidas que anunció para mejorar la lucha contra incendios, muy loables, sin duda, evidenciaron sin embargo que el dispositivo de la Junta contra el fuego adolecía de muchas carencias.
Problemas que no solo tienen que ver con los medios materiales y humanos, que es la línea argumental monocorde por la que discurren las críticas de la oposición, sino también con el propio concepto de gestión medioambiental.
Mañueco tiene además el inconveniente añadido de sus socios de gobierno, negacionistas agrestes del cambio climático. La ideología climática de Vox recuerda la memorable frase de Groucho Marx en ‘Sopa de gansos’: ¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?
El presidente aludió a las excepcionales condiciones de la climatología del verano, calores intensos aderezados con la sequía pertinaz, que, combinados, hicieron que algunos incendios -denominados ahora de ‘sexta generación’- fueran imposibles de apagar por muchos medios materiales y humanos de que se hubiera dispuesto. Pero se cuidó muy mucho de no aludir al cambio climático como el origen último de estos gruesos incendios para no importunar a sus colegas de Vox.
Parece evidente que el cambio climático no prendió por sí mismo ninguno de los incendios. Las causas fueron diversas, según apuntó el propio Fernández Mañueco en las Cortes: tormentas secas, accidentes de tráfico, negligencias de excursionistas, intencionalidad, etcétera.
La diligencia en la acción y los medios dispuestos, así como una mejor gestión previa de los bosques, sí habrían podido aminorar la devastación provocada por muchos de estos fuegos “salvajes”, tal como se pudo percibir en algunos de los desatados en la provincia de Zamora, en la Sierra de la Culebra y Losacio.
Al margen de los reproches, lo interesante de la comparecencia de Mañueco fueron las medidas que anunció, que conformarán el denominado Plan 42. Aludió al refuerzo de medios humanos y materiales, a la creación de plataformas tecnológicas, etc., pero sobre todo a que se tomará el ejemplo exitoso del ‘modelo Soria’ como referente en materia de gestión forestal.
Si seccionáramos la provincia de Soria en diagonal desde el suroeste hasta el noreste, delimitaríamos, a grandes trazos, dos zonas muy diferentes: una parte árida, limítrofe con Aragón, y otra más húmeda y alfombrada de pinares, hayedos, sabinares, acebales… hacia Burgos.
La riqueza forestal de Soria llevó en su día a la creación del Centro de Servicios de Promoción Forestal, más conocido por sus siglas Cesefor. Aunque sus líneas de actuación son variadas, desde esta fundación se desarrollan o apoyan proyectos de investigación sobre el aprovechamiento de nuestros bosques.
La provincia de Soria ha desarrollado a lo largo de los años un modelo propio de gestión de sus bosques, que ha dado muy buenos resultados. Se trata de una gestión forestal sostenible, que combina en perfecto equilibrio conservación y producción. Los bosques sorianos son una fuente económica de gran importancia. No solo generan madera y resina, también setas, caza, etc.
Frente a otras formas de gestión de los bosques, en Soria los recursos forestales crean empleo directo e indirecto en una amplia red de industrias de transformación. Del dinero se benefician las entidades locales e incluso en algunos pueblos directamente los vecinos.
El resultado es que los bosques de Soria están bien gestionados y conservados, de ahí que se hable específicamente del ‘modelo Soria’ en materia de gestión forestal. Un modelo con el que no cuenta ninguna otra provincia de España. El secreto de la fórmula está en la cooperación entre administraciones públicas, la participación del sector empresarial y el soporte de la sociedad civil.
En un seminario celebrado en octubre de 2020, desde Cesefor se advertía sobre el grave riesgo de incendios que se cernía sobre nuestros bosques, agravado por el cambio climático. Y se señalaban los tres pilares sobre los que debía asentarse la estrategia a seguir: el monte como generador de recursos, la cooperación y consenso social, y el ataque temprano.
En dicho seminario se advertía además de que “lo importante es entender que la estrategia funciona si se mantienen los tres pilares. El desequilibrio en cualquiera de ellos hará que toda la estrategia se derrumbe”.
La Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio estaba advertida de los peligros y conocía la estrategia a seguir para prevenir el riesgo de incendios forestales. Riesgo que el cambio climático avivaba, como así ha sido.
Desde hace más de treinta años, la política medioambiental de Castilla y León ha sido responsabilidad del PP. A la vista de los resultados, tras la devastación este verano de 82.000 hectáreas de espacios naturales, algunos de altísimo valor ecológico, no parece que dicha política haya sido la más adecuada.
La oposición parlamentaria pone el foco en la escasez de recursos. Pero de poco sirve atiborrar las calles de barrenderos si la ciudadanía no tiene la conciencia de que no hay que arrojar basura al suelo. Porque la limpieza de los espacios públicos es cosa de todos.
En materia de medio ambiente, la obsesión de la Junta ha sido acaparar en exclusiva la gestión medioambiental, sin querer ver que la protección del medio ambiente es asunto de todos. He aquí la gran enseñanza del ‘modelo Soria’.
Fernández Mañueco avanzó el martes que el ‘modelo Soria’ será a partir de ahora un referente destacado. Es una buena noticia. Resulta sorprendente, sin embargo, que en la Junta no se hayan dado cuenta antes: el camino a seguir lo tenían ante sus ojos.