Hace tiempo que tengo la sensación de que son muchos los ciudadanos que votan con los ojos cerrados y la nariz tapada como si estuviesen a punto de hacer una inmersión en una piscina. Que la imagen de los políticos y su conexión con la calle ha saltado hecha pedazos, bombardeada por la corrupción de unos y otros, que han convertido sus debates en un "y tú más" que debería avergonzarles, cuando hay tanto que callar, purgar y devolver por uno y otro lado. Que su mensaje de esperanza y desarrollo en vísperas de elecciones -cada cual lanza el suyo, lo entiendan como lo entiendan los demás- es un lacónico "más de lo mismo" para los ciudadanitos de a pie, que tenemos que toparnos nuevamente la nariz viendo impresos en tinta negra algunos nombres en la lista. Tinta negra como la de las esquelas, nombres que a pesar de llevar años y años en el sentajo no han sido capaces de alentar, de devolver la vida a esta tierra de sueños sin soñadores.
Hace tiempo que pienso que no elegimos al mejor, sino al que pensamos que es menos malo; que ni siquiera elegimos, ya que el sistema electoral español nos deja decir "sí" o "no" a lo que eligen los partidos y a sus listas cerradas, cuando para mí la libertad es otra cosa. Otro gallo cantaría, aire fresco soplaría, si de verdad los votantes pudiésemos elegir entre los que querríamos tener ahí arriba sentados, dirimir en listas abiertas a nuestros representantes para gobernar, que muchas veces es más una cuestión de sentido común, responsabilidad, honradez y generosidad que de ideología.
Hace tiempo que pienso también que no vale lo mismo mi voto, el voto de Comunidades como Castilla y León, donde a todo decimos "amén" mientras nos sacuden como a una estopa, que el voto de los naZionalistas trileros que tantas veces son llave en las instituciones y los distintos gobiernos de unos y de otros a cambio de concesiones y prebendas, mientras mi pequeña Zamora y toda la Raya Oeste languidece sin decir ni mú, mansamente, como los bueyes que transportaban el heno hacia los mederos en Sanabria en la época de la siega, la hoz en la cintura, el sol dibujando surcos en la cara.
Dicen que es un tópico, un vocablo, pero yo sí creo, sí conozco esa España Vaciada , que no vacía; vaciada porque la han ido vareando como a los olivos, palo tras palo; porque la han privado de tanto que los hijos de los hijos ya tuvieron que nacer en otras tierras a la búsqueda del pan. Vaciada porque implica una voluntad ajena a sus ciudadanos, que preferirían poder quedarse en sus pueblos y ciudades a vivir en paz sobre las raíces y las casas que edificaron con sus manos y sudores los abuelos.
Por eso sus mensajes suenan a vacío, a repetitivo como la letanía de un Rosario; sus promesas a humo, sus porcentajes maravillosos a malabares en función de lo que quieran vendernos. Para eso se inventaron la estadística, los parámetros y sus interpretaciones. Aquí no necesitamos eso; necesitamos gente, necesitamos vida, necesitamos progreso.
Hace tiempo que me cuesta asomarme al futuro, que la vida del autónomo es un infierno, una montaña rusa; que el sentido común se volvió en el menos común de los sentidos, que determinados nombres deberían desaparecer para dar paso a nuevos nombres bajo sus siglas. Tufo a rancio. Y todo ello, este tufo a bucle en el tiempo, a promesas incumplidas, a vividores profesionales de lo público; este tufo a sesión continua en cine de barrio es lo que obliga a muchos ciudadanos a taparse la nariz, cerrar los ojos y votar.
Pero también creo en aquellos que deciden dan el paso en una candidatura por el bien común, en todos esos políticos honrados que no salen en prensa porque no tienen detrás escándalos, cuentas dudosas, cajas B o corruptelas varias. Creo en los hombres y mujeres que creen en la libertad, en la palabra de todos los ciudadanos sea bajo las siglas que sean, y en un país, el nuestro, tan hermoso, con tanto que ofrecer, donde la vida sería muchísimo mejor si lo quisiéramos, si nos quisiéramos, un poquito más. No sería tan difícil el entendimiento.
A todos los que crean que es posible seguir caminando en paz, vengan de donde vengan, vayan a donde vayan, les deseo suerte en la gran cita del domingo, este 23 de julio de canícula y urnas en la que España debería ser la hermosa bulería de Mercé: "Aire, pasa, que tenga la puerta abierta la alegría pa la casa".
Porque eso, la alegría, la libertad, el derecho a ser y a expresarnos, es lo que no se discute, por mucho tufo a alcanfor que tenga nuestro sistema. Porque eso, el aire fresco, el aire puro, el perfume de la esperanza, de la vida, nos permite respirar. Que nunca tengamos que taparnos la nariz.