«Los jóvenes de hoy no tienen ni idea». Cuántas veces hemos escuchado esta sentencia caer como un mazo sobre nuestras aspiraciones. Lo llaman choque generacional, pero en realidad es una brecha que se ensancha, alimentada por prejuicios anticuados y la resistencia al cambio. Nos etiquetan de “niñatos”, una palabra cargada de desdén, como si la juventud fuese sinónimo de incompetencia.
Nosotros, los de la instantaneidad, los del “ya y ahora”, somos también los de las soluciones rápidas a problemas complejos. Los estereotipos que nos reducen a meros caprichos de la modernidad ignoran nuestra capacidad para liderar y crear. Cada startup que surge, cada joven que entra en la administración pública, cada idea que se convierte en movimiento, desafía esta imagen distorsionada.
¿Acaso no fueron los jóvenes de ayer los que trajeron las grandes revoluciones en la ciencia, el arte y la política? Cada generación ha sido juzgada y malinterpretada por la anterior, pero es esta misma juventud la que siempre ha empujado hacia adelante la rueda del progreso.
Mirad a los jóvenes emprendedores que con sus empresas tecnológicas están redefiniendo el mercado laboral. Observad a esos políticos de nueva generación que, con menos años que los antiguos diplomas colgados en las paredes de las instituciones, están replanteando políticas y prioridades.
La brecha no es sólo de edad, es de paradigmas. La velocidad a la que evoluciona el mundo hoy es incomprensible para aquellos que se quedaron anclados en el siglo pasado. Pero no es la velocidad lo que importa, sino la dirección; y nosotros estamos más que capacitados para navegar en esta nueva era.
Es tiempo de tender puentes, de dialogar. La experiencia de las generaciones mayores es un recurso invaluable, pero solo si se comparte. Invito a cada crítico, a cada escéptico, a que se acerque y conozca a esos “niñatos”, a que vea en ellos no una amenaza, sino el futuro que ya está tomando forma. Y a nosotros, los jóvenes, nos toca demostrar que detrás de ese término despectivo, hay una generación lista para liderar, innovar y superar cualquier reto que se nos presente.
La juventud no es una etapa pasajera; es el motor de la evolución social y cultural. No es “niñatos”. Es el presente enérgico y el futuro prometedor.