En el siglo XXI, dejando a un lado el Covid y demás enfermedades pandémicas, no se puede dudar de que la verdadera y preocupante lacra es la enfermedad mental. Entre ellas, una de las más dañinas es la ansiedad.
Nuestro ritmo de vida tan veloz genera que el nivel de ansiedad vaya cargándose poco a poco, como un vaso que se llena de agua, gota a gota. Este, antes o después, termina rebosando.
Los motivos pueden ser múltiples. Un trabajo que te exige demasiado o no te gusta porque te genera miedos o inseguridades. Una ausencia del mismo y muchas letras por pagar. Problemas en la familia, pareja o sociales. Una vida anodina que no te llena pero que por mucho que intentes no puedes cambiar. Sentimientos de soledad, envidia, celos...
Podría enumerar cientos de casuísticas que hacen poco a poco llenarse el vaso, aunque lo más peligroso de esta enfermedad es que ese vaso va colmándose sin apenas darnos cuenta, de una forma sibilina, prácticamente inapreciable, que solo lo notamos cuando rebosa. En ese momento se genera un punto y aparte en nuestro día a día.
Hay personas que desarrollan esta enfermedad con ataques de pánico, mareos, insomnio o agorafobia entre otros muchos síntomas. El problema es como poder lidiar con ella cuando aparece en tu vida.
Hay sujetos que intentan hacer métodos de relajación, probar con la medicina natural o tratamientos psicológicos. Unos pocos lo consiguen superar, pero para otros muchos ya es demasiado tarde porque el grado de ansiedad es muy elevado.
Otros individuos achacan los síntomas a otras posibles enfermedades, mareos por dolores de espalda o cuello, insomnio por cenas copiosas y gastan su dinero y tiempo buscando la solución a un problema inexistente.
Lo único que sucede en este caso es que la enfermedad se agrava y se hace crónica. Porque realmente, después de mil pruebas y de descartar todo tipo de enfermedades, el paciente se da cuenta de lo que realmente tiene. En ese caso solo te queda una opción viable: tratamiento psiquiátrico combinado con psicológico.
Aquí las flores de Bach o las valerianas ya no sirven para nada, necesitaras antidepresivos y tranquilizantes.
Si todo va bien, a medio-largo plazo, conseguirás una estabilidad mental y cierta paz personal, con una clara dependencia a los psicotrópicos, aunque sea de forma ocasional, de por vida.
La ansiedad es una absoluta lacra, es la bestia de nuestro siglo. Todos conocemos a alguien que la padece, ha padecido o incluso nosotros mismos la hemos sufrido. Pero ¿por qué ha proliferado de una forma tan exponencial este mal?
La respuesta es clara, el propio ser humano se ha condenado a este ritmo de vida totalmente inapropiado y desesperante. A veces compitiendo día a día, consigo mismo, o con su compañero de al lado para conseguir una venta, un incentivo o un aumento. Otras sumiéndose en una tristeza o infelicidad constante sin motivo alguno.
En definitiva, el ser humano no es plenamente feliz, siempre ansia más. Esta sociedad que estamos creando, nos da más penas que alegrías.
Quizás deberíamos valorar menos los lujos y las comodidades innecesarias, y más las pequeñas satisfacciones del día a día que nos ayudan a ser feliz, estar relajados y a evitar a ese monstruo tan terrible llamado ansiedad.