La verdad es que la política nacional no nos deja un minuto sin darnos la oportunidad de escribir sobre cualquiera de las mil barbaridades que el inquilino de la Moncloa a través de su multitud de sus ministros, fiscales, redes, comisiones, colaboradores, subvenciones, instituciones controladas e incluso familiares nos da motivo para ello. De alguna de ella ya hemos hablado y a buen seguro que volveremos a hacerlo, pero hoy dedicaré a la corrupción que afecta nada menos que a la tercera autoridad del Estado.
Y es que la presidenta del Congreso de los Diputados, cuando saltó a los medios que el Gobierno de Baleares había adquirido una importante partida de mascarillas a la trama Koldo, se escondió durante unos días negándose a hacer ninguna declaración hasta que desde la Moncloa le indicaron que saliera a los medios, previa elaboración por los asesores monclovitas del argumentario que tenía que utilizar.
Y doña Paquita apareció tremendamente ofendida porque algunos desaprensivos se hubieran enriquecido durante la pandemia mientras morían miles de españoles cada día, pero no quiso admitir la más mínima responsabilidad por haber adquirido material sanitario a le célebre empresa Sociedad de Gestión, S.L. negándose a revelar quien había recomendado al Servicio Balear de Salud esta empresa.
Más complicado lo tuvo cuando se le preguntó la rapidez con la que abonó en una semana varios millones al proveedor, ¿Y por qué había tardado tres años?, concretamente hasta el último día de su mandato en funciones, después de haber perdido las elecciones para reclamar la devolución del importe pagado nada menos que con fondos europeos.
Invocar la tardanza con la que funcionan las administraciones, lo cual en muchos casos es cierto, no concuerda con pagar las mascarillas en una semana y reclamar la devolución de lo abonado a los tres años y ya “in artículo mortis” en la política balear, a lo que se negaron los de la trama alegando que habían pasado más de tres años y además doña Paquita había certificado la calidad de las mismas, que permanecían almacenadas en una nave, documento que fue utilizado en otras ventas, y particularmente al Gobierno Canario.
Pero a los pocos días, Carlos Herrera reveló en la Cadena Cope que los sanitarios de Baleares habían remitido al Servicio de Salud que las mascarillas recibidas carecían de ninguna homologación, eran de pésima calidad, y no protegían al personal sanitario, habiendo recibido informes de dos hospitales que advertían claramente que “no cumplían con ninguna, absolutamente ninguna de las certificaciones elementales para poder ser mascarillas hábiles, útiles” por lo que se habían enviado a una nave en la que aún permanecen, a pesar de lo que la presidente balear certificó su calidad, calidad que fue calificada de pésima y que no debían de ser utilizadas en opinión de los delegados del área de Salud de Ibiza y Formentera.
Curiosamente, estos documentos tienen fecha del 7 y del 28 de abril del 2.020, pero la presidenta Armengol no reclamó a los proveedores hasta el 6 de julio de 2023, es decir, un día antes de que tomara posesión su sucesora en el gobierno balear, lo que deja en el aire un montón de dudas a las que doña Paquita no se ha atrevido a contestar: ¿quién habló con el Gobierno Balear recomendando que se compraran esas mascarillas?, ¿por qué se certificó la buena calidad de las mascarillas teniendo dos informes sanitarios que denunciaban lo contrario?, ¿por qué tardó tres años en reclamar el dinero abonado y lo hizo tan sólo un día antes de dejar el gobierno?, ¿por qué firmó un certificado de idoneidad de las mismas, lo cual fue esgrimido por la Sociedad de Gestión para negarse a devolverlo?
Son muchas las preguntas sin responder, y me temo que no se responderán en mucho tiempo, algo que en la política sanchista es habitual, pero es especialmente grave cuando quien incurre en esta actitud es la tercera autoridad del Estado; claro que si recordamos que siendo la primera autoridad Baleares en la época del confinamiento domiciliario de todos los españoles por la pandemia, disposición dictada por el Gobierno de Sánchez, ella fue sorprendida por la policía en una juerga nocturna tomando copas a las 2:00 de la mañana, contraviniendo el propio decreto que ella misma había firmado, no podemos esperar nada nuevo. Por cierto, en sus años de mandato impulsó la inmersión en catalán en la población que hablaba muy mayoritaria en castellano.
Doña Paquita seguirá presidiendo el Congreso de los Diputados, forzando el reglamento de la cámara, cesando a los letrados de la misma que no se plieguen a sus exigencias, que son las del Presimiente Sánchez, y colocando a un neófito abogado como letrado mayor de las Cortes. Pero el tema no ha acabado: el que fuera presidente canario y hoy ministro de Administración Territorial, también aparece implicado en la adquisición de las mascarillas en cuestión, y el entonces ministro de Sanidad y hoy flamante candidato a la presidencia de la Generalidad Catalana, Salvador Illa, decidió una compra multimillonaria, y aquí no hay “Comité de Expertos” como el que justificaba las medidas tomadas en la pandemia y resultó ser “el comité que nunca existió”. Ni qué decir nada de la implicación del Ministerio de Fomento y varias de sus sociedades, e incluso del Ministerio del Interior. Esperemos que alguno de los integrantes de la trama llegue a algún de acuerdo con la fiscalía y entonces… temblad malditos.
Y a aquellos que se preguntan por qué no se investiga a Armengol, Ábalos, etc., etc., yo les pediría paciencia. Estos, están aforados y de momento el juez tiene que tener toda la trama bien atada y sólo después le pasará el tema al Tribunal Supremo ¿O alguien duda por qué Ábalos no ha querido renunciar al acta de diputado?
En fin, que el tema da para largo, pero la situación del país no hace sino descubrir un escándalo tras otro, todos ellos vinculados al Gobierno Sanchezstein, y que al final, tras un cambio de gobierno terminaremos por conocer, por mucho que actualmente nieguen cualquier explicación en los controles del gobierno en las Cortes Generales. Tiempo al tiempo. Y de momento…
Hasta el viernes que viene, pasada la Semana Santa.