Este memo solemne y egocéntrico que tenemos en la Moncloa no sabe que no está haciendo nada nuevo, que no pasará a la historia por regenerar, renovar o realizar algo significativo que aportase novedad alguna. Piensa que humillarse ante el separatismo nacionalista vasco, que apoyaba a Hitler, y el independentismo catalán, que desconoce que Cataluña nunca fue un reino pues pertenecía al Reino de Aragón, es la primera vez que se hace, pues desconoce que tanto la primera como la segunda república cursaron con pasos similares.

Cree que humillar y despreciar al Poder Judicial, así como intentar someterlo con leyes mordaza, es algo nuevo que se ambiciona por vez primera, pero el otro día un íntimo amigo mío y familiar del decano del Colegio de Abogados de Madrid, Melquiades Álvarez, me remitió una intervención suya, allá por el 1932, en el Congreso de los Diputados, que no me resisto a transcribir:

"…He querido intervenir en este debate porque estaba obligado a ello, por el cargo que debo a la confianza de mis compañeros, por el peligro que, a mi juicio, representa esa injerencia del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial. Yo aprendí en mi adolescencia, cuando se hablaba mucho del régimen parlamentario, unas frases que me parece que, esculpidas para este debate, decían: Cuando queráis saber si un pueblo es verdaderamente libre o no lo es, no os fijéis en las instituciones políticas, en que exista dualidad de cámaras, en que haya sufragio universal o no exista sufragio; fijaos exclusivamente en la Justicia. Si la Justicia es un Poder ante el cual se prosternan los gobernantes y los ciudadanos, aquel es un país libre. Si la Justicia no es semejante Poder y la ley se estira y se afloja y es una especie de lazo en el que pueden caer prisioneros los ciudadanos, huid de ese país aunque se llame un país libre; la libertad es una vana palabra; es una pantalla con la cual se oculta la abominación; huid de ese país porque en él, no siendo independiente la Justicia, ni hay respeto a la ley ni tienen garantías los ciudadanos".

Es evidente que ya en aquella época, e incluso antes, se pretendía amordazar, someter y pervertir la figura de la Justicia, pero él como nadie ha sido capaz de demostrar que la democracia y la libertad sólo cursan o se desarrollan con una Justicia independiente, libre y que pueda humillar al poderoso hasta hacerle doblar la rodilla ante su poder.

Pedro, no eres novedoso en nada, eres un mero títere del momento que acabará muy mal y nos llevará al abismo; pero, te superaremos, no lo dudes, y demostraremos que España es muy fuerte, que la democracia no se somete ante cualquiera y que cada paso que das es una paso al cadalso, que sin duda te esperará.

Que existan togados que manchan sus togas con barro o con la jaez de los senderos más oscuros y que su zurriburri actuar le hace perder el crédito, prestigio o loor que pudiere haber adquirido, como puede haber jueces corruptos y vendidos a una u otra causa, es algo irremediable; pero, la Justicia es algo mucho más elevado y poderoso siempre que los que en ella prestan sus servicios y desarrollan su labor, desde el más alto magistrado al más pequeño de los actuantes, tengan claro que su independencia y su trabajo firme y leal están por encima de mindundis de tercera, por más poder que puedan ostentar.

La defensa de la Democracia real y la Justicia es como la siembra, la vida de los santos, etc. que el resultado no se ve en el momento, es preciso incluso que mueran para observar dar fruto, pero no lo dudes, se verá y se disfrutará su rendimiento.

A ver cuándo aprendemos que la Justicia y la Democracia no son propiedad de ningún destripaterrones o de partido alguno, que son valores y principios que se desarrollan, defienden y crecen en su modo de actuar, que se fortalecen o degradan en función de quien los defienda o los humille, que no se es demócrata por militar en este o en otro partido, sin poder defender la libertad y la Justicia. Que, cada vez que la zurda regresiva se engríe con la concesión de carnés de demócrata, pero intenta amordazar, cercenar o humillar a la Justicia, lo que acredita es su siniestra, ladina y escalofriante realidad totalitaria.

Es curioso que un defensor de la democracia, de la libertad y de la Justicia como Melquiades Álvarez no tenga mayor predicamento, pero se entiende si se recuerda que formó parte del partido reformista con Benito Pérez Galdós, Manuel Azaña, Ortega y Gasset, vamos, con los más tontos del lugar y que en agosto de 1936 encerrado en la Modelo de Madrid, un pelotón de milicianos, tras liberar presos comunes, lo fusiló en los sótanos de la cárcel. Esos milicianos libertadores lo eran de la izquierda del momento y, por tanto, la muerte de Melquiades no merece recuerdo, memoria, sentimiento ni alabanza alguna.

La Justicia no se defiende en un juicio, ni en una tribuna, ni en un artículo, ni por un juez, ni por un justiciable, se protege día a día, en cada acción, sometiéndonos a su función y promoviendo su independencia, su libertad y su trabajo, sometido a recurso y revisiones, pero siempre con el imperio de una Ley que la deje, permita y proteja en su trabajo.

La democracia no es propiedad de nadie y sólo la defiende quien lo demuestra y la practica, no quien la proclama como si fuera la canción del verano, pero sólo busca meterle mano.