Aunque todo el mundo esté hablando del intento de asesinato de Trump, o de la victoria de España en la Eurocopa de futbol, me sigue preocupando más lo que ocurre en mi país y las tropelías de este gobierno. No cabe duda de que, con la próxima ley de “regeneración democrática” que el gobierno sanchita quiere aprobar, cada vez está más “madura” la implantación de la dictadura. Ya son muchos los indicios que apuntan a un presidente de gobierno y un partido socialista-sanchista con poderes plenipotenciarios para hacer lo que le dé la gana. Las instituciones controladas, los medios comprados, los jueces sumisos, los fiscales a sus órdenes y un plantel de capitidisminuidos a su servicio impiden un normal desarrollo de un sistema democrático. Y cuando todo esto se “controla”, ya no se puede hablar de democracia porque su base es la libertad, exactamente lo contrario a lo que aspira el “divino” Sánchez. Quiere coartar la capacidad de que los ciudadanos opinen libremente, no soporta la crítica a sus desmanes, oculta sus tropelías personales y los de su familia, se salta las leyes y las cambia a su antojo para indultar, perdonar y limpiar las fechorías de sus amiguetes. Está haciendo un Estado a su medida para poder seguir mandando impunemente hasta la eternidad. Su deseo es perpetuarse para siempre, porque él lo vale, es el mejor, el más guapo, el más limpio, el que mejor lo hace.
En este camino hacia la autocracia afloran los “ticks” despóticos propios de gobiernos bananeros. Son varios los frentes en los que se manifiestan estas “mañas” y que generalmente se reducen a tres o cuatro actuaciones tendentes para tapar bocas con el “bozal”, dirigir los pasos del pueblo colocándole “orejeras” y así tomar al control del pueblo.
Lo primero es inventarse un enemigo, el malo. Se trata de convencer al ciudadano de que todos lo que se oponen, critican o no están de acuerdo con el déspota, son malos. Son un peligro para la democracia y que hay que cerrarles de cualquier forma el camino al gobierno porque supondría un desastre. El “cordón sanitario”, el “muro”, es una buena medida higiénica para la democracia.
En segundo lugar, hacer ver la necesidad de una “regeneración democrática” porque los enemigos están volcando a la sociedad ideas peligrosas para una buena convivencia. Por eso, nuestro líder se inventa la necesidad de crear leyes, chiringuitos y fundaciones para vigilar el “buen hacer” de los ciudadanos. Por ejemplo, la Fundación “AVANZA”. Un contubernio de afines que, escondidos bajo un anglicismo “think tank”, lo presentan como un “laboratorio de ideas”, cuando, en realidad, es un “tanque” bombardeando la libertad de opinión y el pensamiento crítico. Pero mal empiezan cuando no han sido capaces ni de tener la primera idea, que es poner título a la fundación y la han tenido que copiar de otra.
En tercer lugar, hay que limpiar el buen nombre de los afines, serviles o incondicionales. En el proyecto no caben las dudas y se hace necesario meter dentro del muro a todos aquellos que puedan decidir, opinar o juzgar sobre su gestión y la de sus afectos. Por eso prensa, jueces y poderes económicos serán controlados suficientemente para evitar disgustos. De la prensa y medios de comunicación en general dirá que hay unos buenos y otros malos y que los primeros informan con verdad de lo que previamente les dicta y que los otros, los malos, los que no se dejan comprar, se inventan bulos y son “fango”.
De los jueces tendrá la misma opinión y se planteará como regeneración democrática hacer jueces y juzgados a su imagen y semejanza. Su trabajo le cuesta, pero lo consigue. Solo los jueces que le favorecen son los buenos, los otros, los que le condenan y no están de acuerdo con las amnistías ni los indultos, ni los que se posicionan en contra del olvido de los delitos, esos son los malos. El ejemplo más claro está en las últimas actuaciones del Tribunal Constitucional. Siguiendo las mañas de gobiernos dictatoriales, se atribuye competencias salvíficas y limpia de todo pecado a los salteadores de fondos públicos, sólo si son del PSOE, que durante muchos años saquearon las cuentas de los EREs en Andalucía y trucaron los presupuestos para desviar el dinero y perpetuarse en el poder. Ellos mismos lo reconocieron y públicamente se jactaban de tener dinero “como para asar una vaca”. Pero ahora ya nada de eso es delito y sus “amigos” quedan limpios de pecado. Misión cumplida.
Con los poderes económicos ocurre lo mismo, salvo una cuestión: el dinero no entiende de ideologías y se pega al que más le pueda dar.
Por último, pero no lo único, en ese camino hacia la autocracia, las mañas de “dictadorzuelo” le asoman constantemente en los pliegues de su política y copia de otros
mandatarios bananeros elevando a su esposa a la categoría de presidenta consorte con proyección pública, protagonista de quehaceres palaciegos, cargo remunerado y tratamiento fuera de lo normal. Un “staff” familiar de privilegiados a los que nadie puede acusar de inmorales porque ya están sus amigos y cohorte pretoriana para hacer su tarea de vigilantes del buen nombre del líder como si de una caza de brujas se tratara.
Estos y otros muchos pasos están en el manual del buen dictador. Seguiremos los acontecimientos para comprobar cómo Sánchez va cumpliendo con el guion.