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Región

Reconstruir Cataluña

17 diciembre, 2017 13:03

Jordi Pujol comenzó a desarrollar en la década de los 80 su sibilino plan de ‘reconstrucción nacional’ de Cataluña. Un proyecto nunca explicitado cuyo objetivo era convertir el territorio catalán en una entidad administrativa de perfiles propios y situarlo en los bordes mismos de la independencia.

Sin embargo, por su cabeza nunca pasó la idea de cruzar la línea roja de la Constitución, esa línea que traspasaron alegremente el pasado 10 de octubre los ‘talibanes’ de Puigdemont, Junqueras y compañía. Con dicha situación, Pujol (“ese gran hipócrita”, como le tildan personajes que lo conocen bien) lo que pretendía era simplemente obtener réditos políticos y económicos permanentes frente al Estado.

Así, en la trastienda azuzaba entre las gentes los sentimientos independentistas y luego ponía en valor ante el Estado central su capacidad de embridar a esas hordas centrífugas. La función de poner el bocado al independentismo no era ni mucho menos gratuita, como decimos, sino siempre a cambio de jugosas prebendas.

Lo lamentable es que los denominados partidos constitucionalistas, es decir, PSOE y PP, por egoísmos personales y partidistas, hayan permitido que Pujol campara a sus anchas durante 30 años y fuera desarrollando sin pausa su plan de desconexión.

Felipe González en su momento; Aznar después, con los famosos pactos del Majestic, su catalán en la intimidad y la defenestración de Alejo Vidal-Quadras por imposición del cacique catalán; la desafortunada declaración de Zapatero en 2003 «Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán», que acabó dando alas al independentismo, son los polvos que han traído ahora estos lodos.

La realidad ha sido que durante 30 largos años el Estado central ha estado ausente de Cataluña. Se vapuleaba continuamente a “lo español” y nadie desde Madrid movía un dedo para ponerle freno. La mayoría de catalanes, que se sienten españoles y no quieren la independencia, eran como huérfanos a los que el Estado y los partidos políticos nacionales habían abandonado a su suerte.

El plan taimado de Pujol se sustentaba sobre cuatro pilares: la educación, la creación de medios de comunicación que bombardearan a la población con los mandamientos independentistas, el control social a través de diversos resortes y la intervención en el mundo financiero para que estuviera al servicio del independentismo.

La creación de un sistema educativo a medida es indudable que se ha conseguido. Un sistema educativo que transmite a los niños desde la más tierna infancia el ‘mito’ de la Cataluña independiente. Una educación en la que la Historia se ahorma a conveniencia y en la que ha surgido una patulea de cretinos que incluso aseguran no querer saber nada ni de Cervantes ni de Velázquez, etc.

El asunto de los medios de comunicación afines salta a la vista con la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, que engloba las emisoras de radio y televisión catalanas, entre las que sobresale la polémica TV3. Un conglomerado de medios en el que la Generalitat lleva años invirtiendo ingentes cantidades de dinero.

Lo que no suele decirse es que no se trata solo de medios públicos, sino también privados. Cataluña es uno de los territorios del mundo donde más medios de comunicación existen, buena parte de los cuales subsiste gracias a las generosas subvenciones que reciben de la Generalitat.

Es verdad que el problema de la creación de medios de comunicación públicos no se ha dado solo en Cataluña, la mayor parte de comunidades autónomas han cometido también el mismo pecado. Pero sin duda, ha sido en Cataluña donde se ha gastado dinero público en esta cuestión más que en ninguna otra autonomía. Por ejemplo, el presupuesto de la Corporación Catalana de Medios supone un tercio del dinero total dedicado en 2017 a medios de comunicación autonómicos en toda España.

El control social se ha ejercido de diversos modos. Esto ha conllevado que el independentismo tuviera una connotación positiva frente a lo español, que en la esfera pública se veía como algo negativo y ha llevado a muchos ciudadanos catalanes a adoptar una posición silenciosa, comprensible además por la falta de apoyo estatal.

Donde no ha funcionado el plan de Pujol ha sido en el mundo de las finanzas. Tanto Artur Mas, como Puigdemont o Junqueras han declarado reiteradamente que el independentismo no acarrearía consecuencias económicas negativas. Sin embargo, el traslado en masa del domicilio fiscal por parte de miles de empresas catalanas ha demostrado que estaban muy equivocados. La marcha de la CaixaBank a Valencia y del Sabadell a Madrid son dos ejemplos de empresas emblemáticas catalanas.

Un ejemplo distinto ha sido el de Freixenet, cuyo presidente, Josep Lluís Bonet, declarado anti independentista, ha propuesto a su consejo de administración que el grupo mantenga su domicilio fiscal en Cataluña. Esta decisión llevó el pasado martes a la Diputación de Valladolid a nombrarlo Alcaide de Honor, galardón que compartió con Ruth Beitia, una de las grandes atletas españolas del presente siglo, y José Luis Sanz, dueño de la prestigiosa bodega Dehesa de los Canónigos.

El presidente de la institución provincial vallisoletana, Jesús Julio Carnero (PP) explicó en la entrega del premio que la actitud de Freixenet es encomiable y digna de mención. “Las empresas catalanas deben seguir allí porque esa es la mejor manera de ayudar no sólo a Cataluña sino al resto de España”, argumentó.

Y no le falta razón. El boicot a empresas y productos catalanes resulta disparatado, porque en definitiva es boicotear a un territorio de España y en último término a la propia España.

Lo que procede ahora es desmontar ese complejo entramado que Pujol ideó interesadamente en la década de los 80 y ha ido llevando a cabo sin descanso. Una tarea complicada a estas alturas, sin duda, pero el único modo de encarrilar una situación que ha desbordado todas las previsiones.

Las elecciones autonómicas del día 21 no solucionarán el problema a tenor de lo que reflejan las encuestas. Pero pueden ser el primer hito de un camino de retorno a la sensatez constitucional que se precisa en este momento histórico. Los ciudadanos de Cataluña tienen la solución en su mano el día 21, y los partidos políticos, especialmente los no independentistas, la responsabilidad de administrar con cordura los resultados que deparen las urnas.

Sobran boicots, sobran banderas, sobran intransigencias e incomprensiones; lo que hace falta es tolerancia, respeto, conocimiento mutuo, confianza, comprensión…

Però no tenim molta esperança, ai. Tant de bo ens equivoquem. Ahora toca, sí, y de verdad, reconstruir Cataluña.