Los Corpus, antesala de las fiestas de verano
Son muchos los pueblos de la geografía salmantina, aunque también regional y nacional, que celebran la fiesta del Corpus Christi. Ritos religiosos que van de la mano con el toro y la verbena
8 junio, 2023 07:00Noticias relacionadas
- Regresa a lo grande el Festival Intercéltico de Sendim para llenar de folk las noches de agosto
- Supersticiones de antaño sobre la gestación y alumbramiento de un bebé
- Los últimos moños de España se peinan en un pueblo salmantino
- Las orquestas de Castilla y León, con la agenda llena para este verano: muchos ayuntamientos se han quedado sin ellas
Corpus Christi, los Corpus, Fiestas del Señor... depende el lugar así se le denomina, viene a ser como la antesala de las fiestas de verano en la geografía salmantina, aunque también regional y nacional. Esta fiesta movible, que puede venir alta o baja, que antaño siempre se celebraba en jueves -los tiempos modernos ha traído su relego al conocido Domingo de Corpus, aunque algunos municipios siguen celebrando su Jueves de Corpus-, rompía la monotonía de la semana, casi siempre a finales de la primavera. Es una festividad que se celebra en España desde muy antiguo, de manera casi idéntica en todas partes, en cuanto a la parte religiosa, y en un halo florido y perfumado de primavera.
Roberto de Thorote, obispo de Lieja, instituyó en su Diócesis, en un sínodo convocado en 1246, la celebración del Corpus Christi, designando su celebración el jueves siguiente a la octava de Pentecostés. Esta decisión, como apunta María Ángeles Sánchez, "ponía fin, de un vez, a los esfuerzos y sinsabores de una monja, Juliana de Lieja, a la que desde temprana edad le había seguido una visión, ya que cada vez que se disponía a rezar creía ver una luna llena, cuyo centro aparecía oscurecido por una sombra. Tras muchas horas de oración le fue concedido, por mediación de Dios, conocer su significado: el círculo luminoso representaba el conjunto de fiestas celebradas por la Iglesia, ensombrecido por la ausencia de una dedicada al Santísimo Sacramento". El papa Urbano IV, antiguo arcediano de la Catedral de Lieja, expidió en 1264 la bula 'Transiturus de hoc mundo', consolidando la celebración. El papa Clemente V le dio, en 1312, un nuevo impulso, apoyado en parte por santo Tomás de Aquino.
Con los tiempos nuevos, la despoblación de los pueblos y la búsqueda de atraer a más feligreses por parte de la Iglesia, allá por 1989, uno de los golpes más mortales que se le podían dar a esta festividad, su traslado del jueves al domingo siguiente. La Iglesia lo explicaba de la siguiente manera: "Desde hace varios años se ha producido en España, como en otros países, una reducción de las fiestas, tanto religiosas como civiles, de ámbito nacional por motivos preferentemente de organización laboral. A estos motivos se han añadido en nuestro país las competencias de las Comunidades Autónomas para sustituir determinadas fiestas del Calendario nacional en sus respectivos territorios.
Estos hechos han producido un notable desconcierto en los ciudadanos católicos, que no acaban de comprender la supresión del descanso laboral de algunas fiestas religiosas de gran arraigo popular, decidida frecuentemente en los últimos años, con consecuencias nada favorables para la vida cristiana.
La CEE, desde 1977, ha mantenido repetidas conversaciones con el Gobierno español, en orden a evitar los cambios que en estos últimos años se han venido produciendo en el Calendario de solemnidades religiosas.
Somos conscientes del gran arraigo popular que tiene la Solemnidad del «Cuerpo y de la Sangre de Cristo» (Corpus Christi) y del sentimiento que puede producir en muchos fieles su traslado de fecha. También nosotros lamentamos tener que tomar decisiones que implican modificar el Calendario religioso tradicional".
Lo cierto es que con esta decisión, de los tres jueves que "relucían más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el Jueves de la Ascensión", solo queda el Jueves de Semana Santa, porque la Ascensión ya casi desapareció. Aunque, eso sí, algunos pueblos, fieles a su tradición y tras una ardua lucha contra el obispo de aquellos días, lograron seguir celebrando su Corpus en jueves, como quieren los vecinos y demandan los fieles.
La fiesta religiosa
Antes de entrar en los pueblos que tienen como eje central de su calendario festivo al Corpus Christi -Vitigudino, Ledesma, La Fuente de San Esteban, El Cubo de Don Sancho, Cabrerizos, Villares de la Reina, Sancti Spíritus o Carbajosa de la Sagrada, entre otros menores-, conviene realizar unas anotaciones que son comunes para todos los pueblos salmantinos, e incluso del espectro nacional, donde antes se celebraba con toda solemnidad esta festividad.
Es de común recuerdo que los actos comenzaban la tarde antes para toda la chiquillería cuando salían de la escuela e iban al monte en busca de tomillo y de flores, sobre todo rosas, que llevaban al pueblo en manojos y sacos. A la mañana siguiente, bien temprano, se barrían las puertas de las casas en las calles por donde pasaría la procesión del Santísimo y se alfombraban con los ramos de tomillo e hierbabuena. Además, los de primera comunión esperaban con los pétales de rosas para tirar a la Sagrada Forma.
Es que, como canta el 'Bolero de Algodre': "Barre la calle,/ que va a pasar por ella/ salada y olé,/ cuerpo salado,/ deja de querer,/ que va a pasar por ella/ Cristo y su madre".
Estas plantas también se distribuían por las plazas y la iglesia, hasta el punto de que todo el pueblo, esa festividad, tenía un olor especial, al que se sumaba el incienso que se quemaba durante las honras de veneración del Santísimo Sacramento (como se decía).
La procesión recorría las principales calles del municipio en una marcha en la que desfilaban pendones, pendonas, la cruz parroquial o manga, el estandarte, las andas con el tabernáculo sobre el que se depositaba la custodia en las paradas -como en Ledesma, La Alberca o Aldeadávila de la Ribera-, y el palio, bajo el cual iba el sacerdote con el Santísimo cuando no había tabernáculo, portado por cuatro o seis hombres, cada uno de los cuales sujetaba una vara -los palios eran de cuatro o seis varas-, y, ante ellos, los mayordomos con las insignias de la cofradía.
Las calles en esta procesión aparecían adornadas con vistosas colgaduras, como sábanas bordadas, colchas, tapices y mantones de Manila, que pendían de los balcones, ventanas y cuerdas que tapaban torales y calles de mal ver. El suelo, en muchos tramos, aparecía cubierto por plantas aromáticas.
Para la procesión, se construían en varios lugares del recorrido, coincidiendo casi siempre con el barrio, pequeños altares muy engalanados con colchas, pañuelos de colores vistosos, flores, velas, objetos litúrgicos, fotografías personales y abundante tomillo. En estos pequeños ara se hacía parada, se cantaba algún motete, se incensaba a la Sagrada Forma que venía bajo palio, se lanzaban pétalos de rosa sobre la custodia y el sacerdote daba la bendición para proseguir el recorrido. No obstante, conviene destacar también que, en muchos pueblos, a ambos lados de los altares se solían poner recostados los niños menores de un año para recibir la bendición del Señor. Son casos como Toro (Zamora), Cabrerizos, La Fuente de San Esteban o Vitigudino en Salamanca.
Singularidades
Los Corpus, el Corpus o las Fiestas del Señor, como se las quiera llamar, son algo más que las celebraciones religiosas que se pierden, sobre todo entre los más jóvenes, quienes en sus Corpus buscan algo más allá, como el ocio y la diversión.
Una de las mayores singularidades, asociadas a la celebración del Corpus, tiene lugar en Béjar con sus tradicionales Hombres de Musgo, de los que nadie, hasta el momento, ha acertado a decir cuál es su procedencia. Diversos vecinos, sorprendentemente vestidos con ese manto vegetal, participan y acompañan el desfile procesional; una originalidad que le ha valido su declaración como fiesta de Interés Turístico Nacional.
A primera hora de ese día merece la pena asistir al laborioso proceso de vestir a los ocho vecinos con el musgo que se celebra en el convento de San Francisco. La envoltura vegetal que porta cada uno llega a pesar 12 kilogramos. Entre lluvias de pétalos y tomillo, la comitiva integrada por autoridades, cofrades, niños de primera comunión y hombres de musgo recorren las calles. Finaliza el desfile en la plaza Mayor, ante la iglesia de El Salvador, con las banderas rindiendo homenaje al Santísimo Sacramento.
Sus orígenes están difusos. Una vieja leyenda los relaciona con la reconquista por los cristianos de la villa ocupada en aquel entonces por los árabes. Estudios modernos los vincula, sin embargo, con una representación teatral del siglo XV en el ámbito ducal bejarano, entroncada con la tradición universal del “salvaje”.
Otro lugar con una característica propia es Ledesma con sus espantos, porque, la igual que acontece con el Carnaval de Ciudad, el principal protagonista es el toro. Se les llama así por los intentos fallidos, o no, que realizan los jinetes para introducir a los toros en la plaza, que sólo lograrán en el tercer espanto. Eso sí, con el permiso de los mozos, quienes intentarán espantar a los toros. Atrás en el tiempo, cuando el ganado era conducido por los propios mayordomos hasta un 'prao' en las cercanías de la villa, para trasladarlo al día siguiente, domingo de Corpus, a la plaza de toros.
Momento en que los mozos aprovechaban para dar rienda suelta a su espíritu taurino, espantando las reses. Y ahí comenzaba la fiesta: mayorales, ganaderos, empresarios y autoridades tenían que ir en busca de los astados y, con ellos, el nutrido grupo de voluntarios que arriesgaban el tipo para demostrar su mayor competitividad frente al mozo vecino. Eran nombres como Juan Mozo, Pedro Galache y los de Carrascalino. Después de la guerra civil estos festejos estuvieron prohibidos hasta que en 1944 se permitieron de nuevo los espantos.
En nuestros días, en su esencia, pocas cosas han cambiado. En las frías mañanas los caballistas intentan meter los toros en la plaza y el pueblo no se lo consiente, volviéndolos para el campo, y así hasta tres veces, que es lo tradicional. No obstante, este espectáculo, gratuito y animado, deja un amplio margen para la participación. Aunque el riesgo, tanto de los jinetes como de los mozos, es uno de los ingredientes de esta fiesta. Las pasiones más ancestrales se dan cita en los espantos, en los que, como se ha dicho, lo más normal es salir al encuentro del riesgo, hacer una mueca al peligro, poner a prueba a la diosa de la suerte. Unos y otros, jinetes y corredores, pugnan para que se cumpla esa tradición, que el ganado pase bien arropado de caballos entre los mozos y estos, esforzándose por interponerse y procurado que los novillos se dispersen. Es, en este momento, cuando el encierro se torna espanto y donde la fiesta alcanza la cima de la emoción, dando sentido a la filosofía de la vida y la muerte, el momento, casi irrepetible, de sentir cerca los pitones de los toros y atreverse o no a echarle el pulso al destino, ay!
Y ya después, el resto de pueblos, como en todos los pueblos en sus fiestas, al margen de los oficios religiosos, pues llegan los encierros, las capeas, las novilladas, las verbenas y, cómo no, las peñas o pandas con sus juergas, corroblas y charangas... Pero eso ya es otro cantar, cachis!