Mientras en el Congreso de los Diputados se debatían las responsabilidades por el desatrae de Annual, aquel otoño de 1922, el rey Alfonso XIII realizó una visita histórica a Villarino de los Aires, en la provincia de Salamanca, con el propósito de inspeccionar de primera mano los lugares donde comenzaría a fraguarse el gran proyecto de las presas del Duero, concretamente en al paraje de Ambasaguas, en el pico de Salamanca y Zamora con el Duero de frontera con Portugal. Esta visita marcó un hito importante tanto para la región como para la ingeniería hidráulica en España, evidenciando el interés de la corona en los desarrollos infraestructurales del país.
La Asociación vecinal Balcón de Pilatos, con la representación a cargo de Cateja Teatro de La Alberca y la subvención del Ayuntamiento y la colaboración de la Ruta del Vino Arribes han representado esta visita en la que, de manera excepción, han participado los vecinos del pueblo, vestidos con trajes de época.
Llegado al Teso de Santa Catalina, donde antaño había la ermita del mismo nombre, el rey Alfonso XIII fue recibido por los vecinos y demás autoridades, con el alcalde, Julián Martín, a la cabeza y siendo el guía Isidro Luengo. Al lugar llegó con su coche y, por faltar, no faltó ni la Benemérita. El monarca, calle abajo, llegó a la plaza donde fue saludado por el pueblo y se encaminó hasta el Teso de la Bandera de Villarino de los Aires para conocer, in situ, todo ese potencial energético en la frontera, y la posibilidad de construir una presa en el paraje de Ambasaguas, vértice entre Salamanca y Zamora, y desagüe del Tormes en el Duero internacional.
Pero antes de su visita a Villarino, visitó la Diputación de Salamanca, donde el rey tuvo que escuchar la petición de Zamora y Salamanca para la tramitación urgente de las obras de los saltos del Duero. Cuatro años después, tras observar el inmenso potencial energético de la zona, que presenta el proyecto de estos ingenieros, y tras la visita del rey a la zona, el Gobierno español aprueba la concesión global para el aprovechamiento hidroeléctrico del río Duero y sus afluentes Esla, Tormes y Huebra, era el 23 de agosto de 1926.
La llegada del monarca fue recibida con gran entusiasmo por los habitantes de Villarino y de las localidades cercanas. La población local, consciente de la importancia de la visita, se volcó en preparar una bienvenida digna. Alfonso XIII, acompañado por ingenieros, autoridades locales y periodistas, se dirigió hacia el río Duero para observar el emplazamiento. Este proyecto, que formaba parte de una ambiciosa estrategia nacional para el aprovechamiento hidráulico, tenía como objetivo principal la generación de energía hidroeléctrica y la regulación del caudal del río para prevenir inundaciones, sobre todo en la orilla portuguesa, con quien existía un litigio por el aprovechamiento de las aguas de los ríos que nacían en España y desaguan en el Atlántico.
El monarca, conocido por su interés en la modernización y desarrollo del país, mostró un profundo conocimiento técnico durante su visita. Preguntó a los ingenieros detalles específicos sobre los métodos constructivos, los materiales y los plazos de finalización previstos. La presa, que debía erigirse como un coloso de ingeniería de su tiempo, era una prueba tangible de los avances tecnológicos que España estaba incorporando a su infraestructura. Y que, con los años, se materializó aguas abajo -Saucelle y Aldeadávila- y cauce arriba del Tormes -presa de Almendra-.
Quico Ullán y su bodega
La presencia del rey en Villarino no solo fue un evento de relevancia nacional, sino que también tuvo un profundo impacto local. Los habitantes veían en la construcción del embalse una oportunidad para mejorar sus condiciones de vida. La promesa de nuevos empleos, la mejora de las comunicaciones y el impulso a la economía local eran esperanzas compartidas por muchos.
Durante la visita, Alfonso XIII se tomó el tiempo de conversar con vecinos y campesinos, escuchando sus inquietudes y mostrando empatía por sus condiciones. Este gesto fue muy valorado y contribuyó a estrechar los lazos entre la corona y el pueblo.
Fue el caso de Quico Ullán, quien tenía una bodega en la calle Pozo Viña, al que fue convidado el monarca. En el lugar, pudo saborear el buen vino Bruñal y comerse un chuletón. Quedando agradecido el rey, porque era de buen beber y, de paso, entregó a Quico una tarjeta. Esta bodega luego se convirtió en un horno, ya que correspondió por herencia a su hijo Miguel, marido de Consuelo 'La Fusica' -que utilizaba para hacer sus dulces y caramelos-, y padre del poeta y periodista José-Miguel Ullán.
La visita de Alfonso XIII a Villarino de los Aires y al río Duero para inspeccionar la instalación del pantano no fue solo un acto simbólico, sino una demostración del compromiso del monarca con el progreso del país. El embalse, aunque no llegó a construirse en este paraje natural, se convirtió en un punto de referencia para futuros proyectos hidráulicos en España.
Hoy, un siglo después, las presas del Duero siguen siendo un testimonio del ingenio y la perseverancia humana, así como del papel crucial que jugó Alfonso XIII en la promoción de las infraestructuras en una España que se encaminaba hacia la modernidad. La memoria de aquella visita real perdura en la historia de Villarino, recordando a las nuevas generaciones el impacto que una visión progresista puede tener en el desarrollo de una nación.
Y como terminan todos los acontecimientos sociales, un buen ágape o vino español en la plaza para todos los presentes, donde las brujas y la visita del rey Alfonso XIII con la representación de la misma, fue motivo de comentarios, como también la reciente visita del monarca a Las Hurdes y La Alberca, territorio por entonces deprimido y con unos problemas de salud inimaginables, pero es para otra cuestión, ay!
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