El vallisoletano que abraza la tradición creando cucharas de madera con un hacha: "Me vi diciendo: esto es lo mío”
- Gonzalo de 29 años ahora solo piensa en retirarse a un pueblo para hacer sus ‘cucharas de la ira’.
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“Y si la cosa se tuerce. Pues nos cogemos y nos vamos pal pueblo”, igual que lo pensó Estopa en su día, lo ha pensado el vallisoletano Gonzalo Yangues.
La vida en el campo, tan amada por muchos y tan reacia para otros. Castilla y León tiene arraigado en su esencia a sus pueblos, sin ellos, no sería nada. Tradiciones, fiestas y oficios que, por desgracia, muchos de ellos se están perdiendo.
La artesanía puede verse como un trabajo, pero, también, como un hobby o, incluso como una terapia, como Gonzalo hace dos años y medio.
Un vallisoletano de 29 años que ahora solo piensa en retirarse a un pueblo para hacer sus ‘cucharas de la ira’. El joven ya había tenido contacto con la madera, había trabajado reparando instrumentos “casi todo de bajos y guitarras”.
“Lo aprendí todo en mi casa y destrozando instrumentos, aprendiendo a arreglarlos. Mi madre vive en un pueblo de Burgos, en un pueblito muy pequeño, y compró la tonelada de leña del invierno. Y claro, se la dieron sin cortar, sin trocear”.
Fue hasta allí para “sudar y partir leña, que allí se dice en Burgos que la leña calienta dos veces”. En ese momento, pensó que podía hacer algo con todo aquello, ya en redes veía a otros hacer tallas, con hacha y cuchillos.
“Me parecía como imposible al principio, pero bueno, un día me aventuré y me puse a hacerlo”.
Como todos los principios, era margen y error, con herramientas de poca calidad, cuchillos pequeños, “y hace un par de años que compré mi primer juego de cucharas, un juego de Amazon baratísimo, y empecé a hacer callos y a reventarme las manos”.
Todo este proceso le sirvió para ver que “me iba encontrando mejor, siempre he tenido muy mala gestión de mi ira en general”. Con cada hachazo se notaba más calmado, dormía mejor y compaginó el hacha con su vida cotidiana en Valladolid.
Así, el nombre de cucharas de la ira le viene al pelo. “Al final mi idea es que haya un contenido simbólico importante en cada pieza que fabrico”. Es a partir de toda esa ira y toda esa frustración, el conseguir fabricar un producto que sea bello, útil y curioso.
Aparte, “hace tiempo que me ha interesado mucho, yo estudié musicología en su día, y me ha interesado mucho por las traiciones, por los oficios tradicionales, por las corrientes musicales tradicionales, etc”.
Un buen comienzo para adentrarse en un oficio tranquilo, “lo más alejado de la civilización posible, y de hecho abandonado por completo”, como son los pueblos. Profesionalizarse en un oficio como artesano no es nada fácil, por el momento, “sigue siendo un hobby”.
“En el momento que dejé de trabajar, vi que en lo que mejor podía dedicar mi tiempo era en eso. Empezó a llegarme madera de muchos sitios”.
Gonzalo trabaja con madera verde, entonces todas las maderas de poda, de frutales le sirven, “me iban llegando, tanto por jardineros del ayuntamiento a los que yo preguntaba como amigos que tienen un terreno con frutales”.
Por un momento, se vio en un séptimo piso en el centro de Valladolid con todo el balcón a rebosar de madera, “y me vi pegando hachazos en el balcón y diciendo, esto es lo mío”.
Con este proyecto no solo contribuye a sí mismo, al utilizar maderas recicladas aprovecha un útil que no serviría.
“Casi todo es rescatado de podas, como un olmo y un nogal enteros de moreras, que los habían tenido que quitar porque estaban enfermos, de las podas de los plátanos, de amigos que tienen frutales, membrillo, manzano, peral...”.
Todo está siendo un proceso didáctico,“es un aprendizaje bastante amplio, aprender a tratar la madera desde que está verde, recién talada, hasta que está el producto acabado, seco, pasan muchos meses”.
Es consciente de que los oficios, sobre todo de este tipo, son de muy lento aprendizaje, y puesto que no hay un maestro que le enseñe, “tengo que cortarme yo los dedos antes de saber qué filo corta y qué filo no corta.
“Pero no tengo prisa, mi prioridad no es enriquecerme, es aprender, sanar y vivir tranquilo”.
¿Qué es lo que más le gusta de todo este proceso?
El dejar las manos trabajar solas, sin utilizar tanto la cabeza como puede ser, no sé, diseñar algo. La mayoría de las cucharas que he hecho, ahora ya sí que lo he especializado un poco, pero la mayoría no he hecho ni un solo boceto, ni un solo dibujo.
El proceso inconsciente de la memoria muscular, de entender las tres dimensiones y hacer que un tronco se convierta en una cuchara. Aparte de las infinitas posibilidades artísticas o, digamos, de diseño.
¿Qué madera se trabaja mejor?
Por ahora de todo lo que he trabajado el nogal es una delicia, es lo que más me gusta, pero ya no es tanto que se trabaje bien o mal, sino lo duradero que puede ser para hacer un producto culinario, digamos, producto de uso de cocina, porque no valen todas las maderas.
Hay maderas francamente blandas, de chopo por ejemplo.
El nogal, sería de mis favoritas ahora mismo, pero bueno, voy indagando y descubriendo maderas, que cada vez me voy haciendo también el ejercicio de ir reconociéndolas en función de ver solamente el trozo, ver un tronco y saber qué madera es.
¿Y cómo es ese proceso?
Primero, retiro toda la corteza y lo corto en trozos, ‘protocucharas’ digamos, en trozos más o menos tallables para luego convertirlos en cucharas, y lo meto en agua.
Esto se hace tradicionalmente con la madera para estabilizarla, porque tiene mucha resina. Entonces yo lo meto en agua durante unos meses y la conservo en húmedo. Tallo la madera cuando está fresca porque es más blanda, bastante más fácil de trabajar y no se cascan.
Una vez tallada no se puede dejarla secar al aire, porque la madera cuando se saca muy deprisa se rompe, se abre.
Una de las cosas importantes que me está enseñando es paciencia, el coger ese trozo de madera que ya está teóricamente acabado, y tengo que guardarla durante meses en una bolsa de plástico con las virutas de haberla tallado, para que poco a poco vaya soltando la humedad y se vaya endureciendo y secando.
Y una vez está seco, pues ya la puedo terminar y aceitar. Yo ahora estoy utilizando aceite mineral, que es de uso alimentario.
¿En qué momento decide subirlo a redes sociales?
Fue un poco, puesto que tengo bastante mala memoria, era la manera de sistematizar una especie de rutina, y de ponerme avisos, aparte utilizo bastante Instagram para hacerme recordatorios de mi proceso psicológico.
También, me servía para no olvidarme de las cucharas que había tallado. Además, cuando te ves tallando en un vídeo, ves lo que haces mal, las posturas que no tomas bien, los ejercicios peligrosos que haces de posición de las manos, etc.
Pero se hizo un poco más grande con el tiempo porque a la gente le fue gustando. Aparte solía tallar mucho en las terrazas de los bares, siempre me ha gustado estar por ahí en los bares, y para poder tener las manos quietas.
¿Saca algún tipo de rentabilidad de las cucharas?
La verdad es que soy consciente de que es un mercado complicado y que sobre todo cuando decides lo que yo he decidido, que es no trabajar con maquinaria, utilizar solamente lo que yo podría hacer en una cueva, digamos, herramientas de filo, nada de comprar madera seca, nada de eso.
Considero que son productos caros, de lujo. Proporcionalmente, ¿cuánto me cuesta tallarlo? Desde luego que saco rentabilidad. Como para vivir de esto, no.
¿En qué punto se encuentra ahora todo este proyecto?
Ahora, estoy en proceso de abrir una web en Artesanum, que es un foro de artesanos en general que solo funciona a nivel nacional, para, digamos, tener un catálogo mejor. Pero bueno, sobre todo durante los primeros meses ha funcionado mucho del boca a boca.
Y de aquí a unos años, ¿cómo le gustaría verlo?
Para mí es un poco el inicio de un proyecto que me llama a volver a tener contacto con la tierra, al suelo, al silencio. Desplazarme a una zona rural, probablemente cerca de Valladolid, pero bueno, todavía lo estoy planteando, lo utilizo como un juego.
Yo sé que es bastante fácil hacer de manera industrial los productos que yo hago, entonces no puedo ser competitivo en un mercado en el que yo vendo mis productos, pero sí tiene sentido utilizarlo de manera didáctica, dar cursos de talla de cucharas…
Servir de reflejo para mucha gente que sé que necesita y que se está dando cuenta ahora que necesita el trabajo manual para volver a estar en contacto consigo mismo.
¿Qué le diría a esos jóvenes que se han visto en su situación?
Crea. No tengas miedo, crea y deja que salga. Monetizar es lo último. A pesar de todo lo que nos dicen todo el rato, monetizar es lo último. Si quieres vender algo, si quieres crear algo, tienes que no tener miedo a si vas a ganar dinero o no con ello, sobre todo en un principio.
Yo trabajo mucho por pulsiones, hay ciertas cosas en ciertos momentos de mi vida que no puedo evitar hacer y ahora mismo las cucharas son una de ellas.
Me encantaría reivindicar la vuelta a la desaceleración productiva, el que desaparezca toda esta velocidad para conseguir todos estos productos de un euro que se han fabricado industrialmente.
Y, que al final, están totalmente desconectadas de quien lo fabrica, de quien lo compra cosas de tu vecino, de la tienda de tu vecino, de la artesanía de tu vecino y del zapatero de debajo de tu casa.