Testigos directos del asalto al Congreso
El que fuera el primer presidente de la Junta de Castilla y León, el socialista Demetrio Madrid, su compañero de bancada, el vallisoletano Juan Luis Colino, y el salmantino Alberto Estella, diputado por la Unión de Centro Democrática (UCD) fueron algunos de los testigos directos del asalto al Congreso de los Diputados y del intento de golpe de Estado del que mañana se cumplen cuarenta años.
Además del miedo, todos coinciden en destacar el papel crucial que jugó el rey Juan Carlos I en el fracaso de los golpistas y reconocen que aquella histórica jornada también actuó como una especie de vacuna para que tanto la clase política, como la sociedad en general, se dieran cuenta de que la democracia había que cuidarla.
Demetrio Madrid (Villaralbo,1936), diputado socialista por Zamora, recuerda que asistía a la segunda votación para investir a Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno de España. “En las semanas previas, teníamos una preocupación enorme porque sabíamos que algo podía ocurrir. Había un clima extraño. No sabíamos que iba a haber un intento de golpe de Estado pero intuíamos que algo iba a pasar”, explica a Ical. “ETA estaba en pleno funcionamiento y fue lo que pensamos cuando oímos ruido en el Congreso. Yo estaba sentado justo enfrente del lugar por donde entró Tejero. Cuando vimos a este personaje vimos que era una situación muy preparada”, añade.
Demetrio Madrid recuerda cada detalle de aquel episodio, que hoy queda tamizado por el tiempo, las celebérrimas sentencias ‘¡Quieto todo el mundo!’ y ‘¡Se siente, coño!’ y por el gesto del visitante de mirar hacia arriba en la Cámara baja para localizar los daños provocados por los disparos. Como testigo presencial de los hechos, la memoria de un momento grave deja una impronta imborrable, como ese escalofrío por la espina dorsal cuando algunos diputados fueron sacados del hemiciclo, concretamente, el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez; el vicepresidente primero, Manuel Gutiérrez-Mellado; el ministro de Defensa, Agustín Rodríguez; el secretario y el vicesecretario general del PSOE, Felipe González y Alfonso Guerra, respectivamente, y el secretario general del PC, Santiago Carrillo. “Los llevaron a unos despachos y, claro, la imaginación estaba suelta. Qué podrían estar haciendo y qué podría ser lo siguiente”, reconoce.
En este contexto de memoria de cómo primó la democracia, la tendencia desde ciertos sectores, incluido alguno artístico, a buscar conspiraciones relacionadas con la figura del rey emérito se antoja irrelevante. “Eso es libre y no es delito. Lo que es delito es utilizar la violencia. El que pueda pensar una cosa o la otra es muy libre. Yo solo aseguro los hechos. La actuación del emérito fue decisiva”, indica.
“En aquel momento, estábamos muy preocupados y, a gracias a que nos hicimos con un transistor, supimos que el Rey había hecho una declaración. Tiempo después, me dijo que en ese tiempo, que fue eterno para nosotros, estuvo intentando convencer a los capitanes generales. El golpe no se había improvisado. Milans del Bosch sacó los tanques a la calle y lo mismo quisieron hacer con la Acorazada Brunete. El rey estuvo haciendo gestiones para controlar la situación”, comenta.
Sea como sea, Demetrio Madrid advierte de que la democracia “hay cuidarla todos los días” y apostilla: “No es para siempre porque sí. Después de este acontecimiento terrible, la sociedad salió a la calle, con manifestaciones espontáneas en contra del golpe, las mayores que se conocen en la democracia en nuestro país”.
Por su parte, el vallisoletano Juan Luis Colino, que tenía 33 años cuando el teniente coronel Antonio Tejero asaltó el Congreso de los Diputados, recuerda la angustia y el miedo que le acompañó durante las 16 horas que pasó encerrado en el hemiciclo. “El miedo nos acompañó desde que Tejero irrumpe en el Congreso fusil en mano, pero se acentuó en momentos puntuales como el enfrentamiento con Gutiérrez Mellado; cuando se obligó a Felipe González, Alfonso Guerra o Santiago Carrillo a abandonar el hemiciclo o cuando Tejero advierte de que quemará los muebles si se produce un corte de luz. Realmente llegue a temer por mi vida”.
Pero además, del miedo, con el paso del tiempo y la falta de información sobre lo que está ocurriendo en el país, Colino también confiesa que hubo momentos para el desánimo y “piensas que regresan de nuevo a España los espadones del siglo XIX y que el intento de democratización después de cuarenta años de dictadura es un fracaso”.
“Yo ya no aguanto más”
Diputado entre 1977 y 1987, antes de dar el salto al Parlamento Europeo, donde permaneció hasta 1999, recuerda que el estaba sentado en la cuarta fila del hemiciclo junto al sevillano Luis Yáñez, histórico dirigente del PSOE de Andalucía, y no olvida la valentía y el coraje que demostró, en especial cuando Manuel Fraga, ya la mañana del 24-F, sobre las 8.50 horas, descendió al centro del hemiciclo y dijo: “Yo ya no aguanto más... Disparen contra mí, a la vez que se abría la chaqueta”.
Cuarenta años después de un acontecimiento que pudo cambiar radicalmente la Historia de España, Colino asegura que la trama civil que acompañó al golpe todavía continúa siendo una de las grandes incógnitas, a la vez destaca el decisivo papel que desempeño el rey Juan Carlos I. “Al margen de los escándalos que rodean ahora a su familia, hay que reconocer que el rey fue un stop para los golpistas. Evitó que Armada llegara a La Moncloa y jugó un papel clave para que el levantamiento fracasara”, aseveró.
No obstante, Colino también reconoce que el fallido intento de golpe de Estado sirvió para “limar asperezas” entre la clase política y para acabar con la inestabilidad institucional que venía arrastrando el país con el Gobierno de Adolfo Suárez, “que a esas alturas no era capaz de controlar a lo suyos. Aunque finalmente fue nombrado presidente Calvo Sotelo, creo que el 23-F sirvió para acelerar la histórica victoria del PSOE año y medio después”.
En el lado positivo de la balance el exdiputado vallisoletano también sitúa la “reconversión militar” afrontada meses después de la mano del entonces ministro de Defensa y recientemente fallecido Alberto Oliarte, “que llevó a cabo una importante renovación del generalato”.
Un llavero de plata
El miedo también hizo mela en el ánimo de Alberto Estella, diputado salmantino de UCD, quien recuerda la “mirada de desolación” que compartió con Salvador Sánchez-Terán, también parlamentario por la provincia charra. “Tanto esfuerzo como habíamos hecho los españoles para llegar a la concordia, y se venía abajo”, se quisieron decir con los ojos.
Mientras, los cristales habían invadido el pelo de Estella tras reventar los focos del hemiciclo a causa de los disparos. Uno de esos pedazos, es hoy un llavero de plata en su bolsillo. “Lo primero que escuché fue la retahíla del Padre Nuestro que había empezado a rezar el demócrata cristiano Óscar Alzaga” y, católico practicante, recuerda que lo siguió por dentro. Dice, “sin presunción”, que supo controlar su temor, pero, por si acaso, dejó escrita una tarjeta.
La estupefacción que causó el intento de golpe en los presentes descolocó por completo las fichas del tablero. Tanto, que germinó una incipiente camaradería en torno al vicio y contra el enemigo común, que resultó en favor de la convivencia. “Se despertó un movimiento de solidaridad. Nosotros prácticamente no nos hablábamos, más que para saludarnos cortésmente, con el Grupo Mixto, donde estaba el letrado de ETA, Juan María Bandrés, o Blas Piñar, y ese día intercambiamos cigarros. Aunque el tabaco se acabó a los dos horas, y unas cuentas más”, cuenta, recordando que aquella privación solo fue menor que la de su propia libertad.
Aquel intento de golpe supuso una “vacuna” para una incipiente democracia que, en opinión de Alberto Estella, había superado su prueba de esfuerzo más exigente. “A las 48 horas hubo una manifestación en Salamanca. Me acuerdo de que estaba enemistado con el jefe del Partido Comunista de aquí. Habíamos tenido una polémica pública, en la prensa incluso, y ese día me pidió un abrazo. Yo se lo di y asunto terminado”, rememora.
Además destaca la actuación clave del rey Juan Carlos y asegura que es “una lástima que una persona como Pablo Iglesias esté en el Gobierno y que un hombre que, cuando menos hasta entonces, no había hecho ninguna golfería, y atajó el golpe de estado, esté en Emiratos Árabes. Es una cosa absurda. Luego hizo las que hizo, pero aquel día se comportó inteligentemente y como 'un tío'”, valora.
El intento golpista fue una “chapuza” para el diputado charro, pero que “pudo haber hecho mucho daño”. Y años después, ante el mismísimo papa Juan Pablo Segundo, tuvo la oportunidad casual de reprochárselo al propio Tejero cuando se encontró con él. “Tuve un impulso de agarrarlo por la solapa, a ver si me tosía sin tricornio y sin pistola. Fue una simple tentación que aguanté, y más en un acto como aquel, que era religioso”, explica a Ical. En realidad, cuando todo pasó, cogió las chichas de Salamanca que habían pasado la noche en el aparcamiento del Congreso de los Diputados y les hincó el diente junto a su familia, como era tradición. “Los políticos de ahora podrían aprender de esa época lo que son los modales y los buenos parlamentos. Y después, el interés por defender la constitución, que es lo mejor que hemos hecho en nuestra historia”, sentencia.