"La soledad no deseada es la enfermedad del siglo XXI"
El Teléfono de la Esperanza lleva ya treinta años en Valladolid. Cincuenta en toda España. Tres décadas en las que han sido miles de llamadas las recibidas con muchos motivos diferentes. Pero uno prevalece sobre los demás y ataca cada vez con más virulencia a más personas: la soledad. Sobre todo la no deseada. La que se impone desde el distanciamiento de la familia, los amigos… De aquellos que algún día siempre estuvieron a su lado pero que de pronto no están.
Unas situaciones aún más acentuadas durante la pandemia y que tuvo su punto máximo en los meses de confinamiento. En ese periodo las llamadas “se dispararon un 40% por encima del mismo periodo de otros años e hizo que los voluntarios de la organización trabajaran sin descanso”, indicó el presidente del Teléfono de la Esperanza en Valladolid, Eloy González.
Durante ese periodo detectaron dos fenómenos. Primero con mucha gente que se ofrecía para colaborar “pero no podíamos acoger su demanda porque no había manera de formarles” y después con “un incremento de llamadas pidiendo ayuda que nos desbordaron en muchos momentos”. Anualmente reciben alrededor de 3.200 en las que no se detecta un perfil concreto de quien está al otro lado. “Es heterogéneo, podemos ser cualquiera, pero quizá el grueso de llamadas viene de personas de entre 30 a 55 años y con un porcentaje superior de mujeres (60%)”.
Y tampoco con un problema similar “aunque sí que es verdad que todos tienen una raíz común: la soledad no deseada y el desamparo”. Una soledad que considera “la enfermedad del siglo XXI” y que se produce por nuestro estilo de vida. La familia se diluye, la esperanza de vida crece y el paso del tiempo hace que perdamos también nuestras relaciones de amistad. Todo provocando esa soledad no deseada que hace que el trabajo de los voluntarios del Teléfono de la Esperanza no cese.
Incluso adaptándose a las nuevas circunstancias ya que se prohibió el trabajo presencial en la sede que tienen la calle San Fernando. Una limitación que se mantiene actualmente y que ha provocado que “el número de voluntarios no haya podido crecer ya que hemos tenido que dejar de hacer los cursos de formación”. Es más, alguno de ellos no siguen colaborando puesto que “no cuentan con la tecnología necesaria en su casa o carecen de la intimidad que se necesita para apoyar a quienes llaman”.
Tecnología de la esperanza
Porque ahora mismo, a través de un sistema de telefonía IP, cuentan con un programa que gestiona las llamadas y las pasa al celular del voluntario “para que dónde esté se convierta en el teléfono de la esperanza”. Así, se hace el mismo trabajo que antes pero desde el domicilio de cada uno.
Actualmente en Valladolid la organización cuenta con alrededor de 30 personas que voluntariamente ceden parte de su tiempo para ayudar a quienes lo necesitan. Y aunque para muchos que lo ven desde fuera parezca que ser voluntario no es tarea para todos Eloy González tiene claro que “en principio cualquiera puede hacerlo”. Es más anima a la gente a que lo intente.