Lo que nos enseña la nube de polvo que ahora cubre España
La calima, procedente del Sahara, tiene implicaciones tanto en enfermedades respiratorias como en el estudio de la atmósfera o el cambio climático. La ciencia no le quita ojo a estos fenómenos.
22 febrero, 2016 17:10Hace unos días, los informativos mostraban impactantes imágenes de las Islas Canarias cubiertas de nieve. Hoy, los cielos de la península ibérica están cubiertos de polvo. No, no son fenómenos independientes. Todo está conectado.
La calima, producida por una tormenta de polvo en el Sahara que a veces llega a nuestras latitudes, es un fenómeno "bastante variable, depende de la circulación atmosférica y siempre los ha habido", dice a EL ESPAÑOL Ana Casals, portavoz de la Agencia Española de Meteorología. "Esta vez fue por la borrasca que teníamos sobre Canarias, el aire giraba ciclónicamente y ha atraído todo el polvo hacia la península, Baleares, sur de Francia e Italia".
Esta misma mañana, el cuerpo de bomberos del Valle de Nuria, en el Pirineo Oriental, compartía una imagen de la nieve de este enclave gerundense cubierta de polvo sahariano.
Sense filtres... @ValldeNuria @TomasMolinaB pic.twitter.com/I8col7FdXV
— Bombers Ribes (@BombersRibes) febrero 22, 2016
La agencia estudia muy de cerca el polvo en la atmósfera, tanto desde el Barcelona Dust Forecast Center, que predice con modelos matemáticos el comportamiento de estas tormentas de arena, como desde el Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, que lleva tres décadas midiendo la cantidad de polvo que cruza el cielo sobre esta montaña tinerfeña homónima, situada a 2.400 metros sobre el nivel del mar.
Las aplicaciones de mediciones de este tipo, explica Casals, son importantes ya que afectan a la visibilidad, a las horas de sol, a las temperaturas o a diversas enfermedades, "y no sólo respiratorias, sino todas las que pueden trasmitirse a través del polvo". Algunos ejemplos de esto -aunque no aplicables a España- son la transmisión de ciertos hongos o patógenos que causan la Fiebre del Valle o la enfermedad de Kawasaki.
Paradójicamente, el observatorio tinerfeño de alta montaña que investiga fenómenos como esta tormenta de polvo sigue aislado por la propia borrasca de nieve que ha provocado que la calima llegue a la península, según confirmaba esta mañana a este periódico una empleada del centro.
Un fenómeno crucial para el clima
Casi al nivel del mar, en Santa Cruz, el investigador Sergio Rodríguez explica a EL ESPAÑOL que episodios como éste, en los que una capa de aire sahariano llega a Europa continental "son una anomalía, ya que más del 90% del polvo que se genera en el norte de África va hacia el Atlántico, porque a esas latitudes subtropicales, y por encima de los mil metros, el aire fluye de África a América".
A large cloud of sand and dust hangs over #Spain and #Portugal today #Principia pic.twitter.com/D8DJ88kvrO
— Tim Peake (@astro_timpeake) febrero 21, 2016
Desde su privilegiada posición para estudiar las calimas, Rodríguez y sus compañeros en Izaña desarrollan un programa de observación del polvo que en agosto cumplirá 30 años. Es el tercero más longevo del planeta, tras los que se llevan a cabo en Barbados y Miami, ambos en el Caribe.
Entre sus principales hallazgos está haber descubierto que "lo que hace que salga más polvo hacia el Atlántico de un verano a otro es la intensidad del dipolo norte africano, es decir, la diferencia entre las altas presiones en Argelia y las bajas en el monzón tropical", explica Rodríguez. "Cuando ese dipolo es intenso, los vientos alisios sobre el Sahara soplan con más intensidad y levantan más polvo hacia el Atlántico".
A efectos del polvo, el norte de África se divide en dos desiertos, el Sáhara y el Sahel. Mientras el primero es hiperárido y recibe menos de 200 milímetros de lluvia al año, el Sahel recibe precipitaciones estacionales. Esta diferencia de presiones en la atmósfera ayuda a desplazar el polvo que los vientos alisios levantan en el Sáhara.
¿Más calima en el futuro?
Con respecto a la frecuencia de estos fenómenos que ahora padece la península, los investigadores no han detectado una tendencia creciente o decreciente, por la sencilla explicación de que "los aerosoles, entre los que se encuentra el polvo, tienen un tiempo de permanencia muy corto", explica el canario, "los gases de efecto invernadero pueden estar décadas en la atmósfera, el polvo apenas 10 ó 12 días".
Un factor distinto está en el cambio climático, algo que según diversos estudios -incluido el informe del IPCC de 2013- está desplazando los trópicos hacia latitudes mayores, al norte y al sur. "Esto implicaría que los desiertos subtropicales se desplazarían también hacia el norte, lo que explicaría la desertificación del sur de la península", dice Rodríguez. Así, se espera que en próximas décadas el clima en Andalucía o el sur de Castilla La Mancha se vaya asimilando cada vez más al de Marruecos, lo que haría más plausible que este tipo de fenómenos fueran cada vez más frecuentes en la España continental.
Los lectores más frioleros habrán reparado también en que este episodio de polvo africano sobre nuestro país ha venido acompañado de una bajada de temperaturas y alguna que otra nevada. De nuevo, no es completamente casual, ya que una de las características de las calimas es que tienen, según este experto, "un efecto opuesto al de los gases de efecto invernadero, porque al estar suspendido en la atmósfera, las partículas de polvo actúan como pequeños espejitos que aumentan el albedo", es decir, la cantidad de energía solar que es reflejada y devuelta al espacio.
Además, el polvo sirve como núcleo de formación de nubes de hielo y el que cae sobre el mar, al contener hierro, sirve de fertilizante aumentando la cantidad de plancton allá donde cae. "La cantidad de polvo atmosférico tiene muchas implicaciones, pero aún no sabemos en qué dirección, es algo que la ciencia está estudiando", añade el científico atmosférico.
Pero quizá, lo que más le sorprenda saber es que, sin esa borrasca canaria, el polvo que ahora sobrevuela nuestras cabezas estaría depositándose, de forma natural, en la selva amazónica.