Antes de que las autoridades de la Península Ibérica decidieran volcar sus esfuerzos en protegerlos estuvieron muy cerca de la extinción. Hoy, años después de los primeros proyectos, el lince ibérico y el águila imperial son dos casos de éxito en la conservación de especies y en la cooperación entre Portugal y España. Los proyectos conjuntos de protección han permitido recuperar el número de ejemplares y crear poblaciones consolidadas en sus hábitats naturales.
Tras varios programas aislados, desarrollados por cada uno de los países, ambos se concienciaron de que había que trabajar de manera conjunta para rescatar a dos de las especies autóctonas de la Península que amenazaban con desaparecer. En 2004 se firmó un primer memorándum de entendimiento hispano-portugués enfocado a estas dos especies. Entre los objetivos, establecieron la creación de proyectos comunes que favorecieran el intercambio de información y la toma de medidas conjuntas.
A lo largo de los años, lo que empezó siendo una declaración de intenciones se fue poniendo en práctica y la recuperación de las poblaciones del águila imperial y del lince ibérico es, hoy, una realidad.
Alzando el vuelo
A inicios de los años ochenta, el águila imperial estaba extinta en Portugal y España contaba apenas con cuatro parejas envejecidas en Doñana. La electrocución de ejemplares en los tendidos eléctricos, la escasez de conejos debido a enfermedades como la mixomatosis, la neumonía hemorrágica vírica o el uso del veneno fueron, durante décadas, las principales causas de su desaparición. El escenario empezó a cambiar a finales de los años noventa, con los primeros proyectos de conservación de la especie en España.
En 1999, la Fundación para la Conservación de la Biodiversidad y su Hábitat desarrolló un primer proyecto para la protección de estas especies y su entorno, basado en acuerdos de colaboración con propiedades privadas. Tras este proyecto llegó otro en 2003, con las mismas características. "El éxito de las medidas llevadas a cabo en España fue rotundo. La especie creció y empezó a repoblar territorios, también en Portugal", cuenta Paulo Marques, de la Liga para a Protecção da Natureza (LPN). "Ese mismo año, la especie volvió a nidificar en Portugal, gracias a los esfuerzos desarrollados en el país vecino".
Una vez restablecida en territorio portugués, había que aunar esfuerzos para favorecer su consolidación. "Queríamos tomar las mejores medidas, combatir los principales peligros, aprender de la experiencia española e intercambiar información", explica Marques. Así nació el proyecto Life Imperial, un programa que se desarrolla desde 2014 y se dedica a la conservación de la especie en la Península.
"Desde 2006 veníamos desarrollando el programa Alzando el Vuelo, con muy buenos resultados. Portugal nos propuso una colaboración para poder nutrirse de nuestras experiencias y empezamos a colaborar con ellos, sobretodo en la parte de la custodia del territorio y el tema del veneno", dice Sara Cabezas, de Seo Birdlife.
La colaboración social
Sobre el terreno se trabaja en dos sentidos: directamente con las poblaciones y los propietarios de fincas privadas –para llegar a acuerdos de colaboración o para la gestión y mejora del hábitat– y con las autoridades responsables, en el desarrollo de medidas. Tanto las empresas propietarias de los tendidos eléctricos como los guardias forestales, -indispensables a la hora de prevenir posibles perturbaciones humanas en su entorno, especialmente en el momento de reproducción de las águilas- han colaborado.
El uso del veneno es otro de los temas en los que la colaboración se hace de manera más estrecha. "Realizamos varios talleres de formación para realizar las necropsias, el protocolo de levantamiento de cadáveres y la toma de muestras de manera correcta, para que se puedan llevar a juicio y sancionar al delincuente. Ellos no tenían nada de formación en estos temas y la cooperación aquí ha sido muy importante", recuerda Sara Cabezas.
"Formamos equipos de la Guarda Nacional Republicana para que dispongan de las herramientas adecuadas para ayudarnos en la detección del veneno, tanto con equipos humanos como de perros, que son muy útiles a la hora de investigar grandes áreas buscando la fuente del veneno", añade Marques.
Las amenazas
A uno y al otro lado de la frontera, el éxito de la supervivencia de esta especie depende, mayormente, del control de las amenazas. "Los tendidos eléctricos siguen siendo la mayor preocupación", analiza Sara Cabezas. "Hace años se ha conseguido financiación del Fondo Europeo para el Desarrollo Rural (FEDER) que se ha destinado, en parte, a arreglar los tendidos eléctricos para minimizar los riesgos. Pero los fondos han dado para muy poco. Hay que responsabilizar a las empresas, concienciarlas de que es su obligación proteger el patrimonio natural, que es de todos".
El águila imperial tarda cuatro años en madurar sexualmente. La pérdida de un individuo adulto, en edad reproductora, tiene unas consecuencias exponenciales para el crecimiento de la población. Consecuencias de las que se deberían responsabilizar las empresas, a juicio de Cabezas. "Castilla la Mancha tiene un decreto que valora a cada ejemplar en 60.000 euros. Igual es el momento de decir que quien electrocuta un águila imperial tiene que pagar".
El problema se agranda cuando las águilas viajan a regiones donde su nivel de protección es menor. "En Portugal se considera una especie en peligro y en Europa está catalogada como vulnerable y la legislación es más o menos homogénea. El problema surge cuando traspasan estas fronteras", explica Marques.
El año pasado, el seguimiento vía GPS detectó que uno de los ejemplares portugueses se trasladó a Marruecos durante todo el invierno. Lo mismo ha pasado con cuatro ejemplares españoles. "Nos preocupa porque en Marruecos no tienen el mismo tipo de medidas, los tendidos no tienen nada que ver con los que utilizamos en Europa y eso puede provocar la muerte de ejemplares protegidos en la península", advierte Marques.
Para intentar prevenirlo, Seo Birdlife está intentando establecer algún tipo de colaboración con la compañía eléctrica marroquí. "El nivel de acceso a las autoridades allí es más reducido, pero estamos intentando canalizar la comunicación a través de asociaciones ambientales para hacerles llegar la información sobre otro tipo de cableado y diseños menos agresivos", dice Cabezas.
Por ahora, pese a las dificultades que aún imperan, los esfuerzos han dado sus frutos: los censos de 2015 reflejan la existencia de 480 parejas reproductoras en toda la península, 16 de ellas en Portugal.
El lince ibérico
Un escenario semejante al del lince ibérico que, después de que los censos de 2001 y 2002 registraran sólo 94 individuos en España y ninguno en Portugal, ha vuelto a recuperarse hasta alcanzar los 404 ejemplares en la península y cerca de diez en Portugal. Son las mejores cifras de los últimos 15 años.
Como en el caso del águila imperial, la escasez de conejos, debido a enfermedades como la mixomatosis y la neumonía hemorrágica vírica, fue una de las principales causas de desaparición de la especie. Los atropellos, la degradación del hábitat y la caza esporádica contribuyeron a esta tragedia.
En Portugal se desarrollaron dos proyectos Life entre 2006 y 2014, con financiación europea. "Trabajamos con agentes locales: cazadores, agricultores, gestores, municipios… Porque creemos que la única manera de conservar una especie que habita un área muy humanizada y que depende, casi en exclusiva, del conejo bravo, es involucrando a la población, que quieran, tanto como lo queremos nosotros, que existan linces en esas áreas", explica Eduardo Santos, del Proyecto Life Lince-Buitre.
Los proyectos fueron cosechando éxitos, pero no los suficientes para que el lince volviera a habitar esos territorios portugueses "Hasta hace muy poco, el único registro que existía era el de individuos errantes, que venían de España y cruzaban la frontera. Sólo ahora tenemos una pequeña población, en la zona de Mértola, en el Valle del Guadiana", sigue. Para conseguirlo, la clave estuvo en el proyecto Iberlince, enfocado en la península y gestionado a partir de Andalucía, con base en los conocimientos adquiridos a lo largo de los años.
"A partir del censo de 2002, en España se hizo un primer Proyecto Life para consolidar lo que quedaba de la especie en Andalucía, trabajando en conjunto con propietarios privados y la población local, haciendo la custodia del territorio y aumentando la población de conejos", cuenta Miguel Simón, director de Iberlince.
Cuando terminó este programa, el Lince Ibérico había duplicado sus ejemplares en Andalucía. Así que, en 2006, se desarrolló un nuevo proyecto que incluía la reproducción en cautividad y la reintroducción de los ejemplares. Se seleccionaron áreas del territorio aptas para la especie, que contaran con conejos en abundancia y ausencia de amenazas. La primera reintroducción, en 2010, fue un éxito.
Experiencia al servicio ibérico
De la experiencia acumulada nació Iberlince, en 2011. "Decidimos poner todo lo aprendido a disposición de Portugal y del resto de España y empezar a hacer lo mismo que hicimos en Andalucía a nivel Ibérico" explica. La colaboración se hace en torno a dos obsesiones principales: "Por una parte, el apoyo social de los habitantes de la zona, o sea, deben querer tener linces en la zona donde viven y, por otro lado, los dueños de la tierra, que reciben fondos de Bruselas, están obligados a ser socios del proyecto y a realizar determinadas acciones", cuenta Simón.
Además de la conservación y recuperación del hábitat, el proyecto incluye la prevención de los atropellos, la mayor causa de muerte no natural de los linces. Según Iberlince, en los últimos tres años se registraron 45 muertes por este motivo. Pese a que es una tendencia que está disminuyendo (en 2015, las muertes por atropello se han reducido a 10) es aún preocupante. "Las grandes carreteras no son necesariamente las peores, porque tienen zonas de paso o puentes que pueden aprovechar los animales. El problema más serio está en las carreteras locales, que no tienen más que monte a ambos lados", explica Simón.
Se están estudiando los principales puntos negros, involucrando al Ministerio de Fomento, en España, y a Estradas de Portugal, con el objetivo de tomar medidas de prevención: reforzar la señalización vertical, colocar mallas de cerramiento o hacer obras de paso para la fauna.
Parte imprescindible del proyecto es el programa de reproducción en cautividad, que busca la reintroducción de ejemplares en el medio natural y la creación de poblaciones viables. Ahora mismo existe un centro en Portugal (en el Algarve) y tres en España (dos en Andalucía y uno en Extremadura).
"La liberación de los linces es la parte más mediática de todo el proyecto, pero en realidad, es la más fácil. Todo el trabajo previo es lo más importante porque es lo que dictará el éxito o el fracaso de una liberación. Y de que se pueda, a partir de ese hecho, crear una población", cuenta Simón.
Antes de que se reintroduzca un ejemplar, hay un trabajo exhaustivo de selección de territorios, que deben contar con cerca de 20.000 hectáreas bien conservadas y con una buena densidad de conejos. Además, todo el programa de cría en cautividad está dirigido genéticamente para evitar problemas de endogamia. "Por ejemplo, en Doñana hemos tenido un problema de baja viabilidad de una población porque estaba aislada y el porcentaje de enfermedades, relacionadas con problemas de endogamia, era muy importante. Lo que hicimos fue llevar ejemplares de Sierra Morena, para que se pudieran mezclar y mejorar genéticamente la especie".
Tras la suelta, que se hace más o menos cuando el lince tiene 12 meses de edad, la reproducción empieza al tercer año de vida en libertad. Entre las poblaciones de linces no son raros os casos de ejemplares que cruzan la frontera. "Sería incluso deseable que pasara más a menudo, porque el objetivo último del proyecto es recuperar la distribución histórica en la Península. Que haya intercambio de especies entre las distintas poblaciones nos facilitaría la disminución de la endogamia genética. Para nosotros es uno de los objetivos", explica Simón.
Con dedicación y paciencia, han conseguido rebajar la clasificación europea de la especie de "en peligro crítico de extinción" a "en peligro". El objetivo, a más corto plazo, es ubicarla en la categoría de vulnerable, al igual que el águila imperial. Y con el tiempo, hacer que ambas desaparezcan al fin de los catálogos de especies amenazadas.