¿Recuerda cuando caminaba por la calle y, en medio del ruido del tráfico, una camioneta con un altavoz desgranaba ese papám-papám-papapapapám, que constituye el himno del Partido Popular? No se ofenda, ya sé que lo recuerda. Hace poco más de cuatro meses, esta sintonía y otras similares nos perseguían por casi cualquier avenida de cualquier localidad. También nos miraban fijamente políticos embellecidos con Photoshop desde las farolas, y no había muro que se preciara que no contara a su vez con alguna imagen de uno de nuestros líderes políticos.
Aunque no hay estudios científicos al respecto, casi se puede asegurar con certeza que nadie en sus cabales echa en falta ese escenario. En la situación actual, sin embargo, es inevitable recurrir al dicho: "¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas?". Porque a partir del próximo 10 de junio, todo se volverá a repetir. La música, los carteles, los espacios electorales en televisión... Pero ¿estamos preparados para esta nueva cita electoral o vamos a dar un portazo y emular la novela de José Saramago Ensayo sobre la lucidez, en la que el 83% de un teórico electorado votaba en blanco en unas elecciones?
Daniel Lloret, profesor de Psicología Social de la Universidad Miguel Hernández, explica a EL ESPAÑOL que "se está llevando al máximo el grado de desafección política". Sin embargo, para Cristobal Herrera, analista de inteligencia política de la consultora Llorente y Cuenca, la verdadera catarsis se produjo en las últimas elecciones, las del 20 de diciembre. En esa fecha, sostiene, los ciudadanos "sí que estaban cabreados", por lo que se hizo más un voto de protesta "que pensando en el Gobierno".
Otro de los especialistas consultados por este diario es muy crítico con la situación catastrofista que pintan algunos. José Antonio Gómez Yañez, profesor de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid, cree que se trata de una "tesis mediática" y que, al final, "la gente se toma las cosas con tranquilidad".
¿Un nuevo hastío?
Lo que la psicología y la sociología parecen tener claro es que los votantes van a reaccionar de diferente forma a esta repetición. Es la tesis de Herrera, que cree que los cuatro meses de desgobierno van a influir sobre todo en el abstencionista histórico, aquel que no había ido a votar en mucho tiempo y se decidió por fin a hacerlo el 20 de diciembre. Muchos de ellos, sostiene, votaron a Podemos y podrán sentir que su voto no ha valido de nada.
Respecto a la posibilidad de que esta situación dispare la fobia a los políticos, Herrera también la niega, al menos en las personas que votan habitualmente. De hecho, cree que los votantes de cada partido justifican la actitud de los mismos en este periodo de negociaciones fracasadas. "La gente se ha ido concienciado de que la posibilidad de pactar era difícil e incluso en ocasiones no deseable", destaca y añade que este periodo no sólo ha servido para que la ciudadanía se haga a la idea de que va a haber nuevos comicios, sino incluso para que lo desee.
Lloret explica que hay cuatro variables psicosociales manipulables -la edad sería una quinta pero, lógicamente, no se puede cambiar- que influyen en la actitud de los votantes.La primera es la identificación partidista. "Es la más potente, pero la que menos se da. Cuando tienes una vinculación con un partido, ésta determina fuertemente la conducta electoral".
La segunda sería la obligación cívica, que también "es potente, aunque no determine la dirección del voto". La tercera variable es la idea de confianza política y la cuarta la eficacia política, la sensación de que el voto sirve realmente para algo. Para Lloret, son estas dos últimas variables "las que se van a ver más afectadas" por esta nueva convocatoria de elecciones.
No es un drama
Herrera cree que "tampoco es un gran drama ir a segundas elecciones", una idea en la que coinciden los demás expertos citados. Eso sí, nadie niega que el hastío vaya a estar presente, sólo hay dudas sobre si éste ya estaba en el punto máximo antes de las nueva convocatoria.
Para Gómez Yáñez, la situación no influirá en el desinterés político, una tesis que explica con una metáfora: "A mí el fútbol me harta, me parece aburridísimo, pero las semifinales y finales de la Champions en las que juegan el Atlético o el Real Madrid no me las pierdo", bromea.
Lo que sí espera este profesor es que decaiga el interés por los programas políticos en la televisión. "Sería uno de los mejores síntomas de higiene mental de los españoles", afirma.
Pero cree que, a la hora de la verdad, la gente actuará de forma racional. "¿Que si vamos a decir que los políticos son unos pesados y unos plastas? Desde luego. El '¡Jo, qué pesados! va a ser la frase más repetida en los próximos dos meses", concluye.
Por su parte Herrera lo tiene claro, cuando sí podrían cambiar las cosas de forma radical es si se repitiera este escenario tras las siguientes elecciones; es decir, si nos plantáramos a final de verano sin un pacto de Gobierno. Nadie parece estar por la labor de que esa situación se produzca.
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