La ciencia del Kraken, del Yeti y de las sirenas
- Repasamos lo que la ciencia ha podido concluir sobre algunas de las más famosas criaturas de leyenda
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Decía Steinbeck que los humanos necesitamos poblar los océanos con monstruos marinos, y que estarán ahí mientras continuemos viéndolos. Es probable que lo mismo se aplique a cualquier territorio que conserve el misterio de lo remoto, y que por eso los informes sobre criaturas extrañas sean tan antiguos como la exploración del mundo. Muchos de estos mitos simplemente nacen y mueren. Otros, en cambio, repetidos en lugares concretos o referidos a criaturas comunes, se perpetúan en forma de leyendas. Al menos, hasta que llega la ciencia: esto es lo que el conocimiento actual tiene que decir sobre algunos de nuestros monstruos más populares.
El Kraken
Puede que no sea capaz de hundir barcos y que no muestre especial apetito por el ser humano. Ni que su longitud alcance varios kilómetros, hasta el punto de confundirse con una isla; o con una roca, como aquella sobre la cual el obispo de Nidaros (la actual Trondheim, Noruega) erigió un altar para celebrar una misa hasta que comenzó a moverse, como cuenta la leyenda que recogía Julio Verne en Veinte mil leguas de viaje submarino. Pero exageraciones aparte, el Kraken es raro entre los animales legendarios porque tiene un parangón real: el calamar gigante, o Architeuthis.
Siempre entusiasta de los prodigios científicos de su época, Verne escribió una novela inspirada en la búsqueda de monstruos marinos, incluyendo en ella un animal descrito científicamente por primera vez unos años antes, en 1857. Pero aún hoy, más de siglo y medio después de su reconocimiento oficial, con cientos de especímenes recogidos e incluso filmados en su hábitat natural, es relativamente poco lo que conocemos sobre estos cefalópodos. De hecho, los científicos aún no han llegado a un acuerdo sobre si se trata de una sola especie o de varias. Sí sabemos que los marineros hambrientos no pueden saciarse con un festín de anillas a la romana tamaño hula hoop: su alto contenido en amonio, una sustancia que le proporciona flotabilidad, lo hace del todo incomestible.
Una de las incógnitas sobre el calamar gigante es cuán gigante puede llegar a ser. Verne se quedó en unos conservadores ocho metros. Algunas referencias publicadas hablan de 13 metros, una longitud consistente con uno de los ejemplares del Centro del Calamar Gigante de Luarca, arrasado en 2014 por un temporal. Pero en un nuevo estudio en la revista Journal of Zoology, el investigador de la Universidad de St. Andrews (Reino Unido) Charles G. M. Paxton, especializado en modelos matemáticos de ecología marina, estima que 20 metros es una longitud "eminentemente plausible".
Sirenas
En 2012, la Administración Atmosférica y Oceánica de EEUU (NOAA) publicó un breve comunicado afirmando, por si quedaba alguna duda, que "nunca se ha hallado ninguna prueba de humanoides acuáticos". Al parecer, sí quedaba alguna duda: la agencia científica se vio obligada a emitir tal aclaración ante las preguntas de algunos telespectadores que habían visto el documental de ficción Mermaids: The Body Found, emitido por las cadenas Animal Planet y Discovery Channel, y en el que se partía de un par de datos reales para construir una serie de pruebas falsas de la existencia de sirenas. Aunque el documental se publicitó como una película de "ciencia ficción", su cuidada producción, las animaciones digitales y el tono pretendidamente científico indujeron a muchos espectadores a creer que lo contado era real.
Suele darse por sentado que el mito de las sirenas procede de los avistamientos de manatíes o dugongos, que de hecho se conocen científicamente como sirenios. Sin embargo estas especies sólo habitan en aguas tropicales, mientras que "las sirenas aparecen en la mitología de casi todos los países marítimos del mundo", escribía en 1992 David Heppell, antiguo conservador de moluscos del Museo Nacional de Escocia, en un artículo para la Sociedad Escocesa de Historia de la Medicina.
Para Heppell, las sirenas son un "estereotipo cultural" reforzado a lo largo de los siglos por testimonios y hallazgos de nuevas criaturas marinas, pero también por leyendas como las que atribuían a ciertos grupos étnicos la capacidad de respirar bajo el agua. Todavía en 1934, el antropólogo británico Geoffrey Gorer relataba haber presenciado cómo un pescador de Senegal permanecía bajo el agua durante tres cuartos de hora sin salir a respirar.
El monstruo del lago Ness
Si hubiera un título de rey de las criaturas de leyenda, sería sin duda para Nessie, el más popular de los innumerables monstruos acuáticos referidos en todo el mundo. Y el único que logró colarse en las páginas de una revista tan seria como Nature. En 1975, nuevas pruebas fotográficas aportadas por los investigadores Robert Rines y Sir Peter Scott convencieron a David Davies, el entonces editor de la revista, para publicar un artículo en el que se bautizaba oficialmente a Nessie con un nombre científico, Nessiteras rhombopteryx.
Davies aclaró que el artículo aparecía en la sección de noticias, lo que no implicaba un respaldo por parte de la revista, y que la razón de publicarlo estribaba en la posibilidad de que el lago escocés realmente albergara una especie en peligro de extinción. "Mejor prevenir que curar", decía la introducción al artículo; "un nombre para una especie cuya existencia todavía es materia de controversia para muchos científicos es preferible a ninguno, si debe asegurarse su protección".
El nombre elegido por Scott significaba literalmente "la maravilla del lago Ness con aleta en forma de rombo". Claro que pronto alguien descubrió que Nessiteras rhombopteryx es también un anagrama de Monster hoax by Sir Peter S, o "fraude del monstruo de Sir Peter S". Scott alegó que se trataba sólo de una coincidencia; de hecho, creyó en la existencia del monstruo hasta su muerte. Rines desmontó la teoría del anagrama aportando otro: Yes, both pix are monsters, R, o "sí, ambas fotos son monstruos, R".
Pero aquella no fue la única ocasión en la que Nessie encontró hueco en Nature, y la siguiente vendría firmada por un nombre que sorprenderá a muchos, el astrofísico y divulgador Carl Sagan. En mayo de 1976, Sagan asistió a una presentación de los datos de Rines y Scott en Cornell, su Universidad. Según el informe de aquellas sesiones, publicado en la revista Herpetological Review, Sagan concedió crédito a las fotos y dijo que la posibilidad de un fraude era "remota". "Sagan opinaba que los datos de Rines, aunque no definitivos, eran la mejor prueba directa disponible hoy, que le llevaba a creer que en el lago Ness existen grandes organismos no identificados", decía el informe. En diciembre de aquel año, Sagan publicaba un artículo en Nature titulado "si hay alguno, ¿podría haber muchos?", en el que aplicaba física de colisiones para estimar la posible población de Nessies: entre decenas y centenares.
Por desgracia, Sagan se equivocó con las fotos: aunque no hubo engaño deliberado, las imágenes habían sido profundamente retocadas hasta mostrar formas que originalmente no eran tales. En décadas posteriores se emprendieron investigaciones rigurosas del lago, incluyendo la Operación Deepscan en 1987 y la búsqueda exhaustiva promovida por la BBC en 2003 que quedó retratada en el documental Searching for the Loch Ness Monster. Ninguna de ellas encontró nada. En 1996, poco antes de morir, Sagan reconoció que no había pruebas de la existencia del monstruo: "¿Así que decimos ‘oh, ridículo’? No, no hacemos eso. Decimos ‘no demostrado’, que es un veredicto escocés".
La última noticia sobre Nessie nos llegó el pasado abril: un equipo de investigadores ha hallado en el fondo del lago un modelo de nueve metros que se construyó en 1969 para la película de Billy Wilder La vida privada de Sherlock Holmes. A falta de reliquias del monstruo, ya aparecen reliquias de la leyenda del monstruo.
El Yeti
Si Nessie reina en las aguas, en tierra la primacía en las leyendas es para un presunto primate gigante que en diferentes regiones del globo recibe nombres como Yeti, Bigfoot o Sasquatch, entre otros. Aunque el caso del Yeti calca el mismo patrón de otros monstruos legendarios en lo referente a avistamientos indemostrables, fotografías dudosas y fraudes interesados, lo cierto es que la idea de otras especies humanas coexistiendo con la nuestra hoy no nos resulta extraña. Los neandertales lo hicieron, como también los llamados hobbits de la isla de Flores, sobre cuyo linaje acaban de aportarse nuevas pruebas.
Pero hoy los aficionados a las leyendas tampoco pueden aducir que la ciencia ha ignorado la posible supervivencia de alguna especie de homínido gigante oculta en la espesura o en las cumbres inaccesibles. En 2013, un equipo de una compañía de Texas llamada DNA Diagnostics, dirigido por la veterinaria Melba Ketchum, autopublicó en internet un estudio que decía aportar el genoma completo del Bigfoot, extraído de 111 muestras biológicas de diversos orígenes. Según sus autores, el Bigfoot resultaba ser un híbrido surgido hace 15.000 años del cruce entre humanos y una especie desconocida de primate.
El estudio no aguantó ni un asalto: cuando los especialistas legítimos reanalizaron los datos, descubrieron que aquel ADN no era ni siquiera tal genoma, sino un intolerable pastiche de trozos sueltos de secuencias de distinta procedencia, como correspondía al uso de un collage de muestras de varias especies a las que se superponía un grado aplastante de contaminación y degradación.
Otro intento más serio estuvo a cargo de Bryan Sykes, genetista de la Universidad de Oxford. En 2014, Sykes secuenció dos muestras de pelos encontrados en el Himalaya y atribuidos al Yeti, llegando a la conclusión de que la fuente de aquel material era algo genéticamente muy semejante a un oso polar que vivió en el archipiélago ártico de Svalbard hace entre 40.000 y 120.000 años. El estudio de Sykes se publicó con todas las bendiciones en una revista científica prestigiosa, Proceedings of the Royal Society B.
La perspectiva del hallazgo de un descendiente del oso polar en el Himalaya parecía confirmar que el Yeti era algo real y desconocido para la ciencia. Hasta que los datos fueron examinados por otros científicos. Al año siguiente, dos estudios desinflaban las conclusiones de Sykes. "Reanalizamos los mismos datos y descubrimos que los pelos probablemente pertenecen al oso del Himalaya, una subespecie del oso pardo que vive en alturas remotas", explica a EL ESPAÑOL la arqueogenetista de la Universidad de Huddersfield (Reino Unido) Ceiridwen Edwards, autora principal de un estudio publicado en la misma revista que el de Sykes. Según Edwards, este tipo de oso se ha asociado tradicionalmente a la leyenda del Yeti.
A la misma conclusión llegaba otro trabajo independiente publicado en la revista Zookeys. "Lo que nuestro estudio demostró es que no hay ninguna razón para pensar que la secuencia procede de otra cosa que no sea un oso pardo", señala a EL ESPAÑOL el coautor Ronald Pine, de la Universidad de Kansas (EEUU). Sykes, que no ha respondido a las preguntas de este diario, publicó una réplica en la que decía haber demostrado su tesis: que "estas muestras de Yeti del Himalaya no son de un primate desconocido". En resumen, el del Yeti, y con él el de sus primos, parece hoy ya un claro caso en el que se vendió la piel del oso antes de cazarlo.
...Y todos los demás
Los biólogos coinciden en que aún nos quedan millones de especies por conocer en este planeta. Pero según Gregory Mayer, biólogo de la Universidad de Wisconsin (EEUU), la mayoría de ellos serán insectos y otros invertebrados, no precisamente el material con el que se fabrican nuestras leyendas de monstruos. ¿Es que ya no queda margen para la sorpresa?
Mayer apunta a EL ESPAÑOL algunos hallazgos de grandes vertebrados en fechas recientes. En la década de 1990 se descubrieron dos herbívoros, el muntíaco gigante y el saola, ambos en el llamado "mundo perdido" de la frontera entre Laos y Vietnam. También en el último cuarto del siglo XX hizo su aparición el tiburón de boca ancha, un escualo de más de cinco metros. Pero en este caso, y dado que el 95% del océano se considera aún inexplorado, expertos como Paxton piensan que aún quedan muchos grandes animales por descubrir: "Está claro que todavía no hemos descubierto todas las especies marinas gigantes", dice a este diario.
Otra cosa son las bestias legendarias. En general los científicos juzgan, como dice Pine, que este enfoque de anécdota y foto borrosa de la llamada criptozoología debería "recibir el último clavo del ataúd". Aunque esto no vaya a enterrar los mitos: "Hay algo ingenuo y a la vez orgánico sobre el deseo de creer que hay misterios naturales que nunca resolveremos", dice a EL ESPAÑOL David Coltman, biólogo de la Universidad de Alberta (Canadá) que demostró que una presunta muestra de pelo de Bigfoot era en realidad de bisonte, probablemente de una alfombra. "Yo preferiría dejar a la gente con sus creencias, esté de acuerdo o no", sugiere Coltman; "crecí viendo Scooby Doo, así que dejemos una rendija abierta".