Esta semana, Ambrosia Plasma presentará los primeros resultados de sus ensayos clínicos sobre envejecimiento, lo que ha generado una enorme expectación.
El fundador de esta start-up, Jesse Karmazin, es médico pero nunca ha ejercido. Desde agosto de 2016 lleva inyectando plasma sanguíneo de adolescentes en las venas de un centenar de personas mayores, en concreto aquellas que han pagado $8.000 para participar en este estudio. El único requisito, además del precio, era tener más de 35 años.
El anuncio de Ambrosia no tendrá lugar en una revista científica o un congreso, sino en una conferencia organizada por la revista Recode.
"No quiero usar la palabra panacea, pero hay algo en la sangre de los adolescentes", dijo Karmazin a New Scientist justo antes de la inauguración de la conferencia.
La empresa consigue plasma de personas entre 16 y 25 años en bancos de sangre, la inyectan en personas de edad provecta y les hacen análisis para ver si sus biomarcadores se ven afectados. Sus ensayos clínicos han sido aprobados por la FDA, agencia estadounidense de medicamentos.
Ambrosia no es la única empresa tratando de encontrar en la sangre juvenil el elixir de la eterna juventud. Su principal rival se llama Alkahest, una start-up fundada en 2014 por científicos de Stanford, California. Meses después, la multinacional farmacéutica catalana Grifols compró el 45% de Alkahest por 37,5 millones de dólares.
Muchos de los efectos de la parabiosis se habían comprobado antes en ratones, sin embargo, no corran todavía a romper la hucha: la calidad de los estudios realizados deja mucho que desear, tanto éticamente como sobre su efectividad, y publicaciones como Science o MIT Technology Review, además de muchos otros científicos, han saltado a denunciar este tipo de ensayos. Para empezar, los empleados de Ambrosia no utilizaron un grupo de control (voluntarios a los que se administra un placebo para comprobar si las inyecciones son realmente efectivas o producto de la casualidad) como suele ocurrir en los ensayos clínicos reales.
Porque claro, ¿quién iba a pagar miles de dólares para recibir un pinchazo sin una sola gota de sangre adolescente?