El tratamiento del dolor crónico sigue siendo una de las asignaturas pendientes de la medicina moderna. Se conocen y se utilizan multitud de fármacos analgésicos, antiinflamatorios y opioides, pero cuando un dolor agudo no logra disminuir con estos y pasa a denominarse dolor crónico, la mayoría de estos medicamentos son inútiles.
De hecho, dicho dolor crónico es el gran culpable de la crisis de adicción a los analgésicos opioides que ya asola Estados Unidos, y que podría estallar también en Europa según algunos expertos. Por suerte, algunos individuos sí responden a estos tratamientos fácilmente, y se sabe que algunos de ellos podrían responder a la toma de un fármaco placebo, incluso siendo conscientes de que se trata de una pastilla sin principio activo.
Así lo afirma un nuevo estudio publicado en Nature Communications, en el cual los investigadores habrían desarrollado un método eficaz para predecir qué pacientes con dolor crónico responderían a la toma de una simple pastilla de azúcar -placebo-, tan solo fijándose en su anatomía cerebral y algunas características psicológicas.
Controlar el efecto placebo es posible
Durante el pasado año 2016, un estudio publicado en PloS Biology afirmó haber detectado en qué parte del cerebro se "activaría" el efecto placebo. Ahora, este nuevo estudio no se ha centrado tan solo en un área cerebral, sino que ha ido más allá comprobando que existen determinadas características anatómicas generales que, junto a algunas características psicológicas de los pacientes, podrían determinar cuando y cuanto se responde al efecto placebo.
Como explica A. Vania Apkarian, profesor de fisiología de la Escuela de Medicina Feinberg, en la Universidad de Northwestern, se debe tener a la vez la biología y la psicología adecuadas.
De hecho, explica, no es necesario siquiera engañar a un individuo diciéndole que se trata de un fármaco potente. Simplemente hay que explicar que el fármaco no tiene ningún efecto fisiológico, pero que su cerebro sí responderá al mismo como si lo tuviese, porque la biología y la psicología lo harán posible.
Sabiendo esto, según Apkarian, sería posible prescribir fármacos no activos de forma individual, evitando los consecuentes efectos secundarios a corto y largo plazo. Por otro lado, no será necesario tener en cuenta el efecto placebo en los ensayos médicos, por lo que no sería necesario incluir a tantos individuos en dichos ensayos y sería más fácil identificar qué efectos activos reales tienen los medicamentos estudiados. Asimismo, no hay que olvidar que el coste de estos fármacos inactivos sería mucho mejor, representando un ahorro tanto para el sistema sanitario como para el propio paciente.
Cómo identificar la respuesta al placebo
En este caso, los investigadores aleatorizaron a 60 pacientes diagnosticados de dolor crónico de espalda -el dolor crónico más común actualmente-, dividiéndolos en dos grupos. El primer grupo no sabría si había recibido un fármaco activo o un placebo, aunque los investigadores no estudiaron a aquellos que sí recibieron un medicamento activo. Por otro lado, el otro grupo no recibió ni un fármaco activo ni un placebo, representando al grupo control.
Según sus resultados, aquellos que tomaron un fármaco placebo en forma de píldora de azúcar y respondieron al mismo, tenían una anatomía cerebral y unos rasgos psicológicos similares: su lado derecho del cerebro, el denominado "lado emocional", era significativamente más grande que el izquierdo. Este poseía un área sensorial cortical más grande en comparación a aquellos individuos que no respondieron al placebo. Además, estos individuos destacaban por ser emocionalmente conscientes de si mismos, más sensibles al dolor y más conscientes de su entorno.
Es por ello que Apkarian y sus colegas sugieren que los médicos que traten el dolor crónico deberían considerar seriamente el uso de fármacos inactivos antes de cualquier medicamento potencial, dado que en algunos casos se descubrirían resultados inimaginables.
[Más información: Pasar hambre para curar el dolor: éste es el analgésico más original]
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