A pesar de ser un animal fascinante, no sólo por su condición de mamífero más alto del mundo, sino por su peculiar aspecto, no se ha investigado mucho sobre las jirafas. Se sabía hasta ahora, eso sí, que su número ha disminuido considerablemente en los últimos años y se sabía también que había varios tipos distintos de este animal.
Sin embargo, esas diferencias se atribuían hasta ahora a que se trataba de distintas subespecies -nueve-, pero que el tronco era el mismo: todas eran subtipos de la jirafa convencional. A efectos prácticos, todo parecía indicar que si una hembra jirafa X se encontraba con cualquier jirafa macho Y podría surgir el amor. La ciencia acaba de demostrar que no y ha multiplicado el número de especies existente de jirafas de una cuatro.
Todo un cambio evolutivo que le debemos a la genética y al empeño del biólogo australiano Julian Fennessy, que lleva 18 años estudiando a este fascinante animal y que fundó la Fundación de la Conservación de las Jirafas en Namibia. Fennesy es el primer autor del estudio publicado este jueves en Current Biology que pone patas arriba todo lo que se sabía hasta ahora sobre el altísimo mamífero.
Hallazgo inesperado
Él fue el que contactó con el Senckenberg Biodiversity and Climate Research Centre de la Universidad Goethe, en Alemania, para que llevaran a cabo el análisis genético más extenso hecho nunca en jirafas. Lo que se quería saber es fácil de explicar: cómo de similares (o no) eran las distintas subespecies del animal distribuidas a lo largo y ancho del continente africano. Pero lo que no sabían es lo que se iban a encontrar: toda una revolución en el campo de la ecología.
"Nos sorprendimos muchísimo, porque las diferencias en el patrón morfológico y de piel entre las jirafas son limitadas", explica Axel Janke, el biólogo de la universidad alemana que figura como autor principal del estudio, que aprovecha para destacar lo poquísimo estudiados por la ciencia que han estado tradicionalmente estos animales.
En el trabajo, los investigadores examinaron el ADN procedente de biopsias de piel de 190 jirafas de todo África, que incluían individuos de las nueve subespecies reconocidas hasta ahora. Así, el análisis demostró que había cuatro grupos muy distintos de estos animales aparentemente tan parecidos. Tan diferentes eran, que si se encontraran en la naturaleza no se emparentarían. Tanto, resaltan los autores, como lo son un oso pardo y uno polar.
La nueva clasificación
Las nuevas cuatro especies de jirafa ya han sido bautizadas: jirafa del sur (Giraffa giraffa), girafa Masai (G. tippelskirchi), jirafa reticulada (G. reticulata) y jirafa del norte (G. camelopardalis).
Con este cambio vienen otros. Por ejemplo, las jirafas nubias, que hasta ahora se consideraban una de las subespecies más difíciles de encontrar -vive en Etiopía y en algunas zonas de Sudán del Sur- y que fue la primera subespecie descrita hace alrededor de 300 años, sigue siendo ahora subespecie, pero no de la jirafa en general, sino de la del norte, una de las nuevas especies.
El hallazgo tiene implicaciones en cuanto a la conservación del animal. Hasta ahora, se pensaba que el número de jirafas, en general, estaba disminuyendo. Ahora habrá que ver qué especies del mamifero lo hacen más, es decir, definir el estatus de cada una en lo que a conservación se refiere.