Un trasiego ligero de pasajeros se veía este martes a última hora de la tarde en la terminal 1 del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez. Algunos viajeros se decidían a envolver sus maletas bajo capas y más capas de plástico, sobre todo los bultos más grandes, antes de acercarse al mostrador de facturación de su compañía aérea. Es una opción que los pasajeros escogen para proteger sus objetos personales de posibles daños y evitar manipulaciones en el equipaje y robos, aunque existan pocas evidencia sobre su eficacia.
Sobre lo que sí hay certeza, y no se cuestiona lo suficiente, es sobre la cantidad de residuos plásticos que genera este servicio, una prestación que se extiende por aeropuertos españoles y por muchos de todo el mundo.
En el aeródromo madrileño operan de forma legal dos empresas plastificadoras de equipaje, BullWrap y SecureBag. Los stands de ambas compañías, que dan servicio las 24 horas todos los días del año, se intercalan en el largo pasillo de la terminal 1, de la 4, y en la terminal 2. También hay personas que de forma ilegal embalan equipajes en la calle, que hacen el trabajo a mano, con un rollo de plástico corriente y por un precio más bajo, un asunto que ha llegado a los tribunales pero escapa al ámbito medioambiental.
Uno de los empleados de SecureBag cuenta a EL ESPAÑOL que ahora, en temporada baja, tiene como objetivo hacer unas 40 maletas por turno, aunque a veces no llega a esta cifra y prepara unas 25-30. El servicio cuesta entre siete y diez euros.
"La cosa cambia en verano, también cuando se acerca la Navidad. En temporada alta podemos hacer unas 70 u 80", explica este joven trabajador bajo anonimato para evitar represalias. Añade que las máquinas plastificadoras más cercanas al punto de control de pasajeros pueden subir hasta los 120-130 bultos en un solo turno de ocho horas. El mecanismo de embalaje es sencillo: la máquina da tres vueltas a la maleta por un lado y seis por el otro, según explica otro trabajador de la misma compañía. En total, por un bulto grande se gastan unos 12 metros de plástico de un rollo de un metro de ancho.
Despilfarro de plástico
Esta cantidad de plástico, multiplicada por los cerca de 40 bultos que se plastifican en un turno normal, por los tres que hay en una jornada, dan un total de 1.440 metros cuadrados de plástico por stand al día. Aproximadamente una piscina olímpica y media. Si esta cantidad de envoltorio se multiplica por los 16 kioskos plastificadores que hay en el aeropuerto, la cifra se dispara a 22.400 metros cuadrados de plástico desperdiciados por jornada. Unas 21 piscinas olímpicas. La empresas se guardan las espaldas y señalan en sus páginas web que el material de embalaje es una resina plástica 100% reciclable, pero la cuestión es, ¿cuánto plástico se recicla realmente? Este periódico ha intentado contactar con ambas empresas pero no ha recibido respuesta.
La pelota de la responsabilidad se deja de nuevo en manos del consumidor pero, siendo realistas, ¿cuántos viajeros tras aterrizar en la ciudad de destino, después de un viaje, por ejemplo, de 14 horas hasta Tailandia, se pondrán efectivamente a buscar un contenedor para reciclar el plástico que le quiten a su maleta? Alba García, responsable de plásticos de Greenpeace, explica que la ONG no tiene datos sobre la cantidad de residuos que genera este servicio, pero señala que la opción más responsable con el medio ambiente siempre será aquella que sea reutilizable, como los candados. De lo que sí hay constancia es de que algunas compañías aéreas incentivan este servicio en sus páginas web.
Es el caso, por ejemplo, de la aerolínea Emirates. La empresa promociona este servicio disponible en el Aeropuerto Internacional de Dubái. "A fin de proteger sus maletas durante el viaje, utilice el servicio de embalaje (...): envolveremos su equipaje con plástico resistente y transparente, para que sus maletas se mantengan impecables durante todo el itinerario. Encontrará las máquinas para plastificar justo delante de los mostradores de check-in en la zona de Salidas". Lo mismo sucede con compañías españolas. AENA, la empresa pública que gestiona los aeropuertos de España, informa de la existencia del servicio y, además, lo promociona. "En algunos aeropuertos existen servicios de plastificado de maletas para evitar posibles daños durante su traslado y permanencia en la bodega de la aeronave", comunica el organismo en su web.
Un hecho que resulta algo incoherente ya que AENA también celebra su compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas: protección del entorno, uso eficiente de los recursos y lucha contra el cambio climático (ODS 7, 11 y 13). "Trabajamos para favorecer modelos de convivencia sostenible en los entornos donde operamos". Un compromiso que choca con tanto plástico desperdiciado cada día en los aeropuertos del país. Preguntado por este asunto, el operador público aeroportuario explica a este diario que han focalizado sus esfuerzos en promover la separación de residuos generados en el aeropuerto, "fomentando el papel activo tanto de los empleados como de los diferentes concesionarios y de los usuarios". Esto tampoco soluciona el problema.
Dudosa eficacia
Pero, además de los residuos que genera el servicio, ¿es realmente efectivo para proteger el equipaje? Parece que más bien todo lo contrario. Según una encuesta realizada en 2010 por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y otras asociaciones de consumidores, el 3,4% de los pasajeros que plastificaron sus maletas echaron en falta algún objeto en el interior. Entre los que no lo hicieron, el porcentaje de afectados baja hasta el 0,9%. Por tanto, la probabilidad de que desaparezca algo es tres veces mayor si se utiliza este servicio de embalaje. Aunque la encuesta, realizada entre viajeros de Bélgica, Francia, Italia, Portugal y España, ya tiene unos años, desde la OCU apunta que las conclusiones pueden seguir siendo válidas.
"Este tipo de protección implica un evidente gasto de recursos fósiles, es mejor una cerradura o candado (que se puede reutilizar). Si además tenemos en cuenta que no aporta mayor seguridad, es solo un producto de un solo uso que es complicado de reciclar", explican desde la organización. Añaden que el hecho de envolver las maletas, "no garantiza que no sean abiertas para una inspección del personal de seguridad de los aeropuertos, de las compañías aéreas o de algún amigo de lo ajeno". Aunque seguro que evita algún arañazo, este plástico no protege de los impactos que sufren las maletas en el desplazamiento hasta la bodega de la avión o hasta la cinta de recogida. Estos golpes suelen dañar las ruedas o el mango de la maleta, partes que no van protegidas por el plástico. Tampoco, como resulta evidente, de los extravíos.
Vanessa Santiago y Roger Carles, dos viajeros experimentados que están detrás del blog Viajeros Callejeros, corroboran el sin sentido de este servicio. La pareja, después de muchos años viajando, opina que no es ni muchísimo menos la mejor opción para proteger el equipaje, además de tener un precio que consideran abusivo. En su último viaje a Dubái hace solo unas semanas, cuentan que utilizaron como siempre un par de candados. "Desde hace cerca de 15 años no hemos vuelto a utilizar plástico. La primera y última vez fue en un viaje a Turquía. Después de pagar, el resultado era exactamente igual que si hubiésemos puesto una correa o un candado, decidimos no volver a utilizarlo", explican. Además de esto, subrayan el problema que actualmente genera el consumo excesivo de plásticos de un solo uso, "Creemos que esta es una de las cosas que todos los viajeros deberían descartar", zanjan.