Consumir leche desnatada, es decir, aquella que contiene menos de un 0,5% de grasa, se asocia significativamente con una reducción del envejecimiento del organismo en los adultos. Ésta es la conclusión de un estudio llevado a cabo por el profesor Larry Tucker de la Brigham Young University de Utah (EEUU), para el que ha contado con la colaboración de 5.834 estadounidenses.
Aquellos que consumían los dos tipos de leche desnatada que se producen en EEUU (la 'nonfat', completamente descremada, y la '1%', que contiene un uno por ciento de grasas en comparación con el 1,5-1,8% que se encuentra en la semidesnatada europea) experimentaron un envejecimiento biológico, es decir, el deterioro físico independientemente de su edad cronológica, mucho menor que quienes bebían las otras leches.
"Me sorprendió ver hasta que punto la diferencia era extrema", afirma Tucker. "Si vas a beber leche entera, deberías ser consciente de que se trata de un facto predictor o relacionado con consecuencias importantes para la salud".
Para determinarlo, Tucker investigó la relación entre la longitud de los telómeros, los nucleóticos en los extremos de los cromosomas, y el consumo de las cuatro leches a la venta en el mercado estadounidense: desnatada, semi 1%, semi 2% y entera. El tamaño de los telómeros está considerado como un "reloj biológico": cuanto más largos, más joven puede considerarse el organismo.
El motivo es que cada vez que una célula se replica, los cromosomas pierden un poco de material por los extremos: tener mucho "carrete", por decirlo de algún modo, se relaciona con una mayor longevidad potencial. Por el contrario, cuanto más cortos, más envejecido estará el cuerpo.
Según apuntan los resultados, cuanta más leche entera beba un adulto, más cortos será sus telómeros, según el estudio publicado en la revista Oxidative Medicine and Cellular Longevity. Concretamente, por cada incremento en un 1% en la grasa ingerida como parte de la leche, los telómeros del individuo se recortaban en 69 bases de pares.
Dicho de otro modo, esto equivaldría a más de cuatro años adicionales de envejecimiento biológico. Cuando Tucker analizó los extremos de los cromosomas de los bebedores de leche entera, comprobó que sus telómeros eran hasta 145 bases de pares más cortos que los que bebían leche desnatada.
Casi la mitad de las personas que participaron en su estudio consumían leche de forma diaria, y un cuarto de ellos la tomaba al menos una vez a la semana. Algo menos de un tercio de los participantes declaró beber leche entera, y otro 30% tomaba semidesnatada 2%. La semidesnatada 2% era la opción de un 10%; la desnatada, de un 17%; y un 13% final declaró no beber nada de leche de vaca.
"La leche es probablemente el alimento más controvertido de este país", proclama Tucker. "Si alguien me pidiera que preparase una presentación sobre las virtudes nutricionales de la leche, le montaría una conferencia de una hora que le dejaría bocabierto. Pensaría: '¡Guau, todo el mundo debería estar bebiendo más leche!'".
"Pero si alguien me pidiera exactamente lo contrario, podría hacerlo también", añade Tucker con la socarronería del Oeste. "Al menos, estos resultados merecen una profunda consideración. Quizás haya aquí que requiera un poco más de atención".
¿Significa esto que evitar la leche de vaca preservaría la juventud biológica todavía más? No, porque los sujetos que no la tomaban en absoluto presentaban telómeros más cortos que los bebedores de leche desnatada. "Beber leche no es malo", concluye Tucker. "Simplemente, ten más presente qué clase de leche es la más conveniente para tí".
En ese sentido, el profesor respalda las recomendaciones dietéticas oficiales de EEUU, que prescriben un consumo de leche desnatada en lugar de entera para los adultos como parte de una dieta saludable.