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Nutrición Dieta basada en plantas

Este es el nuevo peligro para la salud de comer poca fruta y verdura

El bajo consumo de fruta y verdura, el exceso de grasa corporal, el género, el nivel de ingresos o el estado civil tendrían relación con la ansiedad.

5 marzo, 2020 03:43

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Comer pocas frutas y verduras es un hábito poco saludable sobradamente conocido. Estos alimentos son precisamente los que poseen mayor densidad nutricional, al tiempo que también suelen ser en general los más pobres en calorías en comparación con otros alimentos.

Pero, además, el bajo consumo de frutas y verduras no solo se habría asociado con la potencial desnutrición o déficit de nutrientes específicos, sino que también tendría cierta relación con los trastornos de ansiedad. Así lo sugieren los datos de un estudio, el Canadian Longitudinal Study on Aging.

Según valora Karen Davison, autora principal del trabajo y directora del laboratorio de informática de nutrición de la Universidad Poltécnica de Kwantlen (KPU) y miembro del Grupo de Investigación de Atención Primaria de América del Norte en un comunicado, comer menos de 3 porciones de fruta y verdura al día aumentaría hasta un 24% la probabilidad de ser diagnosticado de ansiedad.

Así mismo, y según los resultados del nuevo trabajo publicado en Environmental Research and Public Health gracias a los datos de 26.991 hombres y mujeres de entre 45 y 85 años, estos hallazgos también explicarían otras conclusiones surgidas en el estudio, como el hecho de que los niveles de grasa corporal aumentarán a su vez hasta un 36%, y ambos factores en conjunto (poca fruta y verdura y exceso de grasa), darían lugar a un 70% más de riesgo de sufrir trastorno de ansiedad.

Como bien recuerdan los investigadores, un exceso de grasa corporal se habría relacionado con un ambiente inflamatorio corporal, y estudios anteriores ya han empezado a sugerir que los trastornos por ansiedad y otras enfermedades derivadas tendrían una significativa relación con dicha inflamación.

Los factores de la ansiedad

Los investigadores también tuvieron en cuenta diferentes factores, como el género, el estado civil, el nivel socioeconómico o las problemas de salud preexistentes. Esto dio lugar a diversas conclusiones.

Por un lado, existían claras diferencias de género, detectando que una de cada nueva mujeres sufría  ansiedad, en comparación a uno de cada quince hombres.  

Por otro lado, el estado civil también arrojó diferencias, detectándose mayor prevalencia del trastorno en un 13,9% de los individuos solteros, mientras que solo el 7,8% de los individuos con pareja lo sufría.

Por su parte, respecto al nivel socioeconómico, uno de cada cinco individuos con salarios inferiores a 20.000 dólares anuales (unos 18.000 € al cambio) sufría ansiedad, siendo el doble de prevalencia respecto a los individuos con salarios anuales superiores. Esto no sorprendió a los investigadores, dado que en anteriores estudios las situaciones de pobreza y la lucha continua por asegurarse productos básicos como alimentación y la vivienda tienen claros vínculos con este tipo de trastornos.

Por otra parte, respecto a las enfermedades previas, aquellos individuos con tres o más problemas de salud tenían hasta un 16,4% más de riesgo de sufrir ansiedad, en comparación a los individuos sin ninguna enfermedad crónica previa, los cuales solo tenían un riesgo de un 3%. En este último caso destacaban especialmente aquellas personas con diagnóstico de dolor crónico, las cuales a su vez tenían el doble de prevalencia de trastorno por ansiedad que aquellos sin dolor.

Así mismo, respecto a la nacionalidad, los individuos inmigrantes en Canadá sufrían menos ansiedad en comparación a los individuos nacidos en el país, con un 6.4% de riesgo respecto al 9.3% de riesgo de los nativos. Este hecho sí llamó la atención de los investigadores, dado que sugieren que la barrera idiomática, la pobreza, las dificultades para convalidar titulaciones o el apoyo social más limitado podría aumentar el riesgo de ansiedad entre las personas inmigrantes.

En este caso, sugieren, los inmigrantes que ya sufrirían cierta predisposición a la ansiedad serían precisamente los que evitarían cambiar su vivienda de país, algo que daría lugar a una "autoselección" entre los inmigrantes menos ansiosos.

Aunque, para finalizar, el estudio no carece de limitaciones: la evaluación de los trastornos de ansiedad se basó en autoinformes de diagnósticos según las bases de datos médicas de Canadá, sin clarificar realmente si los pacientes sufrían un trastorno crónico o si tan solo se trataba de un diagnóstico puntual registrado en el historial.

Aún así, los investigadores recuerdan que se estima que alrededor de un 10% de la población mundial sufre trastornos por ansiedad, y por ello los resultados de estudios como este ayudarían a tener en cuenta un enfoque más integral en cuanto a la solución de la enfermedad se refiere, como mejoras en la dieta, factores sociales o estado socioeconómico.