La actitud frente a las fechas de caducidad de los alimentos suelen diferenciar en dos tipos a las personas. Por un lado están aquellos que tiran la comida casi el mismo día en el que el alimento ha caducado según la fecha que consta en su etiqueta. Y, por el otro, los que argumentan que no hay que desperdiciar y encuentran la manera de ingerir el alimento incluso cuando su aspecto o sus propiedades organolépticas han empezado a degradarse.
La realidad es que la opción más saludable de las dos es la primera, dado que la segunda da lugar a un riesgo innecesario de contraer una intoxicación alimentaria claramente evitable. Sin embargo, hay algún que otro alimento cuya fecha de caducidad en cuestión es una aproximación que puede dar lugar a diversas interpretaciones, y donde el sentido común puede ser clave antes de tirar a la basura alimentos claramente aprovechable. Entre dichos alimentos destaca el huevo.
Como ya informa la cultura popular, los huevos suelen ser alimentos que duran bastante más tiempo del que se suele creer. Sin ir muy lejos, mi difunta abuela solía recordarme que los soldados se llevaban consigo huevos cocidos a la guerra porque eran comestibles de larga duración.
En los cartones de los huevos frescos de tiendas o supermercados suelen existir varios tiempos de numeraciones. La primera y más importante, con formato de fecha, suele indicar el día en el que las tiendas deberían retirar esos huevos de los estantes, siendo así interpretada como fecha de caducidad. Sin embargo, esta fecha suele ser una aproximación respecto a la calidad y la frescura de los huevos, y no implica una reducción de la seguridad para consumir los huevos.
Existe otro tipo de número en la caja, un código de tres dígitos o "fecha juliana". Este número explica cuándo se colocaron los huevos en el cartón y va del 001 al 365, indicando claramente el día del año en el que se empaquetaron. Este número también es útil para determinar la frescura de los huevos, dado que aquellos más frescos pueden resultar más apetecibles para consumirse sin más añadidos, pero los que tienen más tiempo pueden usarse para recetas, como elaborar merengues.
Por otro lado, existen otros método para comprobar la frescura del huevo, antiguos pero eficaces. El más conocido es la llamada "prueba de flotación", donde tan solo se necesita un vaso de agua. En dicho vaso se deja caer el huevo: si flota, el huevo está estropeado y no debería consumirse. Además, los huevos pasados suelen tener mal olor, como el azufre, dando señales de deterioro.
Así pues, y teniendo en cuenta estas señales de posible deterioro del huevo, también cabe tener en cuenta algunas fechas: los huevos suelen mantenerse frescos hasta pasadas entre tres y cinco semanas tras su puesta a la venta, es decir, desde el número de la fecha juliana. Se trata de alrededor de un mes de frescura, lo que implica bastante tiempo para poder consumirlos con seguridad.
Aún así, cualquier mal aspecto o mal olor debe tenerse en cuenta, aunque haya pasado poco tiempo desde su puesta a la venta, ya que pueden haberse producido defectos en la conservación que no sean obvios a primera vista.