Caracoles a la vasca.

Caracoles a la vasca. Cedida

Nutrición

El alimento cargado de magnesio y sin calorías que causa rechazo en España

Amado y odiado a partes iguales, forma parte de la dieta humana dede hace siglos, aportando proteínas y una gran variedad de minerales.

21 agosto, 2024 02:02

Bien arraigado en nuestra cocina, el caracol es un ingrediente presente en una amplia variedad de recetas españolas. Ya sea cocido, en salsa, a la vizcaína o como parte de la paella, su consumo en España es significativo: con 14.000 toneladas al año, España se sitúa como el segundo mayor consumidor mundial, solo por detrás de Francia, con un promedio de 400 gramos por persona y año. Aunque es también una potencia en la producción de caracoles, gracias a la helicicultura -la cría de caracoles-, la alta demanda obliga a recurrir a importaciones desde otros países.

Consumido desde la antigüedad -el romano Fulvio Lipino es considerado el padre de la helicicultura- , este molusco se ha considerado, tradicionalmente, un alimento de pobres. No obstante, esta visión ha cambiado con el paso del tiempo, sobre todo a partir de su inclusión como ingrediente en la alta cocina, gracias a su potente sabor y a su peculiar textura. Y, también, por sus excelentes cualidades nutricionales.

Según la Fundación Española de Nutrición (FEN), la porción comestible es de 20 gramos por cado 100 gramos de producto fresco. Entre sus valores, encontramos que por cada porción de 100 gramos, el caracol aporta 78 kilocalorías, 16,3 gramos de proteínas y 1,4 gramos de lípidos totales (de los cuales 0,36 gramos son ácidos grasos saturados, 0,26 gramos son ácidos grasos monoinsaturados y 0,25 gramos son ácidos grasos poliinsaturados), 0,017 gramos de ácido linoleico y 82,3 gramos de agua. Además, no contiene hidratos de carbono y es rico en diferentes minerales.

Bajo en calorías

Los caracoles destacan por su bajo aporte calórico y su escaso contenido en grasas, lo que los convierte en una opción excelente para quienes buscan perder peso o mantener una dieta equilibrada. Con tan solo 78 kilocalorías por porción y 1,4 gramos de lípidos, incluyendo pequeñas cantidades de ácidos grasos saturados y poliinsaturados, los caracoles son una alternativa saludable para reducir el consumo de calorías y grasas, manteniendo al mismo tiempo un perfil nutricional beneficioso.

Además, su alto contenido en proteínas, que asciende a 16,3 gramos por porción, los convierte en un alimento ideal para promover el desarrollo muscular y la regeneración de tejidos. Las proteínas son fundamentales para la reparación celular, lo que hace que los caracoles sean especialmente recomendables en dietas de recuperación o para personas activas que buscan mantener o mejorar su masa muscular. Asimismo, este alimento es rico en calcio y fósforo, dos minerales esenciales para el mantenimiento de huesos y dientes sanos, previniendo problemas como la osteoporosis.

Por si fuera poco, los caracoles son una fuente significativa de hierro, lo que ayuda a prevenir anemias y promueve una correcta producción de glóbulos rojos. También aportan grandes cantidades de niacina (vitamina B3), vital para la correcta asimilación de la energía proveniente de otros alimentos. Este perfil nutritivo, junto con su fácil absorción y digestibilidad, hacen de los caracoles un alimento altamente recomendable, especialmente para personas con digestiones sensibles o que buscan mejorar su salud nutricional.

Fuente de magnesio

En consonancia con los datos ofrecidos por la FEN, podemos afirmar que los caracoles destacan, sobre todo, por su alto contenido en magnesio. Con sus 250 miligramos de por cada 100 gramos de producto, se encuentra entre las fuentes más ricas de este mineral esencial para el organismo, ya que interviene en más de 300 reacciones bioquímicas vitales. Entre sus funciones principales, ayuda a mantener el correcto funcionamiento de los músculos y los nervios, es clave para la salud del sistema inmunitario, regula los latidos del corazón y contribuye a la fortaleza de los huesos.

Aunque la deficiencia de magnesio es poco común debido a su presencia en una amplia variedad de alimentos, puede ocurrir en algunas personas debido a una ingesta inadecuada o a la pérdida excesiva del mineral. Esta carencia puede desencadenar problemas de salud significativos, como la enfermedad de Crohn, la enfermedad celíaca o complicaciones post-cirugía intestinal. Los primeros signos de una deficiencia suelen incluir pérdida de apetito, náuseas, vómitos, fatiga y debilidad.

Si la deficiencia de magnesio no se corrige a tiempo, los síntomas pueden agravarse, provocando entumecimiento, hormigueo, contracciones musculares, calambres, convulsiones, alteraciones en la personalidad, ritmos cardíacos irregulares y espasmos coronarios. Por eso, es importante prestar atención a estas señales y garantizar una ingesta adecuada de alimentos con magnesio para mantener la salud general del organismo.