Aunque la mayoría de la gente definiría la quimioterapia como un tratamiento para "curar" el cáncer, esta definición no siempre es exacta. Cuando se acompaña del adjetivo adyuvante, la terapia no tiene este objetivo, sino la prevención de recaídas. Una circunstancia que, en el caso de cáncer de mama, es sinónimo de muy mal pronóstico.
Sin embargo, existen dudas sobre si los beneficios de estos fármacos preventivos superan a sus riesgos en todos los casos en los que se aplican; unas dudas con las que se podría acabar gracias a una serie de test génicos que se han desarrollado en los últimos años.
Uno de ellos, comercializado como MammaPrint y que analiza 70 genes, ha sido avalado en una de las revistas médicas más prestigiosas, The New England Journal of Medicine (NEJM) que, en su última edición, recoge un ensayo clínico -MINDACT-que demuestra que su aplicación podría evitar la quimioterapia a un porcentaje alto de pacientes, incluidas algunas de las que hasta ahora se consideraban de alto riesgo, como mujeres con cáncer de mama y algún ganglio de la axila afectado por la enfermedad.
Así lo explica a EL ESPAÑOL Isabel Rubio, coordinadora de la unidad de Cirugía de Mama del Hospital Vall d’Hebron y miembro del grupo SOLTI, referencia en investigación del cáncer de mama en España y responsable del estudio en nuestro país. La cirujana considera que alrededor de un 30% de las pacientes que ahora mismo reciben este tratamiento podrían beneficiarse del test, que podría indicarles que no es necesario pasar por el gotero.
"En algunas ocasiones, hemos visto que administrarse la quimioterapia disminuye en sólo un 1% las probabilidades de recaída; a cambio, las pacientes tienen que lidiar con sus consecuencias a largo plazo, como la astenia, las parestesias o la falta de concentración", añade la especialista. Rubio, sin embargo, quita importancia al hecho de perder el pelo, un efecto típico de la mayoría de los regímenes de quimioterapia para el cáncer de mama. Aunque es muy traumático, reconoce, se trata de un efecto que se pasa, al contrario que el resto, que se sufren a largo plazo.
Una aplicación desigual
El test génico en cuestión se aplica en varios hospitales españoles pero no de forma rutinaria. "Es algo que está empezando; con el tiempo podremos delimitar aún más qué mujeres deben recibir qué tratamientos para que merezca la pena", añade la experta.
Con un coste aproximado de 2.000 euros, su inclusión en la sanidad pública depende de cada comunidad autónoma. Otras pruebas similares, como el test Oncotype, están en la misma situación.
Las cosas podría cambiar a raíz de la publicación de este ensayo clínico que, según Rubio, es el primero que lo compara de forma aleatoria con los criterios que se aplican actualmente a la hora de optar o no por la quimioterapia adyuvante.
Los autores de la investigación seleccinaron a 6.693 pacientes de cáncer de mama en estadio precoz y determinaron su riesgo de recaída usando el test génico y los criterios clínicos habituales. Las que según ambas herramientas no tenían riesgo de recaer no recibieron quimioterapia, tratamiento asignado a las que demostraron posibilidades elevadas de recidiva según las dos pruebas.
El grupo clave fue el de las mujeres en las que los resultados de ambas pruebas eran diferentes, es decir, que el método convencional las hacía susceptibles de tratarse con quimio mientras que los resultados del test génico no lo consideraban necesario. Un total de 1.550 participantes estaban en esa situación y los autores del trabajo optaron por dividirlas en dos grupos: uno recibiría quimioterapia, lo que hubiera pasado de no haber existido el test génico; el otro, no.
Cinco años después se comparó la supervivencia y se vio que el test había sido un buen oráculo: la diferencia de supervivencia era de apena 1.5 puntos y el 94.7% de las mujeres seguían vivas un lustro después sin presencia de metástasis.
Los autores concluyen que aproximadamente un 46% de las mujeres que, según las pruebas tradicionales, estarían en riesgo alto de recaída "pueden no requerir de quimioterapia". Aún así, resalta Rubio, se trata de una "decisión compartida" entre paciente y especialista. En su experiencia, la mayoría de las pacientes, una vez informadas de los riesgos y beneficios, optan por obviar la quimioterapia y confíar en lo que los genes han dictaminado.