Todo empieza con un leve picor de nariz, alguna lagrimilla involuntaria y una ligera molestia en la garganta. Pero a los pocos días, tus fosas nasales se han transformado en una fuente inagotable de mucosidad, los ojos te escuecen y las pasas canutas cada vez que tienes que tragar algo sólido. Puede que no te dejen en cama como una gripe, pero los resfriados pueden convertirse en una auténtica pesadilla de pañuelos y antihistamínicos.
Aunque te lo hagan pasar mal, las reacciones de tu cuerpo son en realidad un signo de un sistema inmune eficiente. No tienes por qué preocuparte: los síntomas no son cosa del virus, sino que es la agresiva respuesta del organismo ante el enemigo lo que provoca el festival de malestar y fluidos en el que te hallas.
Si bien el catarro es una enfermedad muy común que todos hemos sufrido en más de una ocasión, lo cierto es que aún no hemos aprendido del todo bien a gestionar sus achaques. A menudo empleamos remedios que acaban perjudicándonos más de lo que nos ayudan o buscamos maneras absurdas de acabar con los virus que en ningún caso van a borrarlos del mapa.
¡Suéltalo! ¡Suéltalo!
A veces, un ¡achís! en medio del silencio puede convertirse en un auténtico estruendo. Sin embargo, como confirma un caso médico publicado en el British Medical Journal, el ruido es preferible a las consecuencias que puede tener taparte la nariz para evitarlo.
Los autores del informe, un equipo de médicos británicos, explican cómo un paciente llegó al hospital con una perforación en la faringe producida por la contención del aire de un estornudo. Aunque advierten que este efecto no es nada habitual, bloquear este acto reflejo del cuerpo puede provocar la rotura de un tímpano o, incluso, un aneurisma cerebral.
Capas y capas de ropa
Ya te lo dice tu madre: "Abrígate bien, que vas a coger frío". Y tiene razón en lo que a paliar la sensación térmica se refiere, pero no así para evitar un resfriado. Porque los únicos responsables de los catarros son los virus —principalmente, los rinovirus— y no les importa si llevas o no guantes o si duermes sepultado por mantas.
Lo único cierto es que, según demuestra un estudio de la Universidad de Yale, estos desagradables intrusos se reproducen mejor a bajas temperaturas porque estas condiciones disminuyen la respuesta antiviral de las células de la nariz.
¿Mejor a cubierto?
Tampoco la costumbre de no salir a la calle para evitar los catarros tiene fundamento científico. Como advierte la doctora Sorana Segal-Maurer, del Hospital Queens de Nueva York, cuando llega el frío corremos a resguardarnos en interiores, donde "el aire se recicla y estamos muy cerca de otras personas y sus virus".
Además, los ambientes secos resecan la mucosa de la tráquea, allanando el camino para los patógenos.
Cuidado con los sprays
Uno de los momentos en que más sufrimos los síntomas del resfriado es la hora de irnos a la cama. Es casi automático: olvídate de respirar por la nariz una vez pongas la cabeza sobre la almohada. En esos momentos, qué mejor idea que recurrir a gotas o pulverizadores nasales para librarte del suplicio y abrir paso al aire.
Aunque estas sustancias son efectivas, ten en cuenta que no se recomienda su uso durante más de tres días. Si abusas de ellas, pueden provocar la inflamación de las mucosas y traer de vuelta la dichosa congestión.
Un océano de zumo de naranja
Otra de las costumbres asociadas a los resfriados es la ingesta abundante de zumos de naranja. Bien rápido para que la preciada vitamina C no se esfume.
Sin embargo, entre los numerosísimos estudios llevados a cabo para analizar el efecto de esta molécula en la respuesta inmune del cuerpo, solo uno ha proporcionado resultados concluyentes: la vitamina C ayuda a prevenir el resfriado en deportistas de élite. En el resto de personas, como mucho puede contribuir a disminuir en un día la duración de la enfermedad.
¡A la lavadora y punto!
Si estás acatarrado y los virus son los culpables, ¿no deberías lavar toda tu ropa para deshacerte de ellos? Según las investigaciones del microbiólogo Charles Gerba de la Universidad de Arizona, lavar prendas infectadas, sobre todo ropa interior y toallas, es una de las principales causas de transmisión de gérmenes en los hogares, tanto bacterias como el E. coli como rotavirus o salmonela.
No solo sobreviven al agua y a los detergentes —a no ser que uses lejía y temperaturas superiores a 140 ˚C—, sino que pasan de unos tejidos a otros dentro del electrodoméstico.
Deja tu nariz tranquila
Más allá de taparnos las fosas nasales para evitar ruidosos estornudos, sonarnos demasiado fuerte también puede tener consecuencias negativas. De hecho, la sensación de congestión no solo está provocada por la acumulación de mocos, sino también por la dilatación de los vasos sanguíneos de los orificios nasales. Así que, por mucho que te esfuerces, probablemente volverás a sentirte atascado.
Un estudio de la Universidad de Virginia sugiere, además, que sonarse intensamente la nariz empuja los fluidos cargados de gérmenes a los senos nasales, donde pueden producirse infecciones secundarias. Lo mejor es hacerlo suavemente o por un orificio cada vez.
"¿Eso ha salido de mí?"
Esta última es una costumbre un tanto repugnante que, quien más y quien menos, ha practicado alguna vez: ojear ese pañuelo que acabamos de usar para comprobar el color de la mucosidad que alberga. Sin embargo, esta visión tampoco va a aportarnos mucha información más allá de lo que ya sabemos.
Al contrario de lo que muchos creen, los tonos verdes o amarillentos no son sinónimo de una infección bacteriana, solo indican que el cuerpo está luchando contra la enfermedad. Los leucocitos que acuden a las fosas nasales a limpiar los desperfectos segregan enzimas ricas en hierro que dan este color al fluido. La etapa más contagiosa de la enfermedad es, precisamente, cuando presentamos solo mucosidad transparente y muy líquida.
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