No es necesario tener un miedo especial a los gusanos para que el simple hecho de tener uno de ellos dentro del ojo nos provoque la peor de las pesadillas. ¿Un simple cuento de terror? No para Abby Beckley, una joven de Oregon (EEUU) a la que tuvieron que extraer la escalofriante cantidad de 14 parásitos que habían anidado en su globo ocular.
No es un caso frecuente, afortunadamente; de hecho, es el primero documentado en la historia médica. El motivo es que esta especie parasitaria se ha especializado en medrar en los ojos, pero no en los humanos, sino en los de las reses de ganado, desde donde pudieron saltar a Beckley.
Aunque la historia ha sido publicada recientemente en American Journal of Tropical Medicine and Hygiene, el suceso tuvo lugar en 2016. La chica de 28 años y gran amante de la naturaleza había conseguido un trabajo en un barco pesquero que operaba desde Craig, Alaska. Todo comenzó como un malestar: la sensación de tener algo en el ojo, como una pestaña, y un escozor que fue en aumento.
También empezó a sufrir migrañas y lagrimeo. No fue hasta una semana después, con el barco de regreso a puerto, cuando consiguió inspeccionar su ojo con luz ante un espejo. "Empujé hacia abajo el párpado inferior y me di cuenta que la piel tenía un aspecto extraño por ahí. Apreté como para sacar un grano, y salió un gusano".
Horrorizada acudió en busca de ayuda médica, visitando tanto un oftalmólogo como un doctor especialista en enfermedades infecciosas. Su caso acabó en manos de profesionales del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), que en veinte días consiguieron extraerle hasta catorce gusanos alojados en la membrana conjuntiva.
Pero lo curioso del caso no terminó ahí. En un primer momento pensaron que podía tratarse del Thelazia californiensis, un pequeño gusano de cuya infección se habían reportado varios casos en Estados Unidos. Pero cuando se dispusieron a comprobar qué parásito había sido el causante del suceso, descubrieron que se trataba de una especie de la que se desconocían infecciones en humanos.
Fue necesario recurrir a unos viejos documentos en alemán para descubrir que las diferencias anatómicas señalaban al Thelazia gulosa, otra especie muy común en el ganado. Y al parecer, poco antes de embarcar, Beckley había estado paseando a caballo y pescando en una zona frecuentada por vacas. Allí debió entrar en contacto con el parásito, que suele transmitirse a través de unas moscas que se alimentan de las lágrimas de los ojos.
Parásitos, viejos compañeros de viaje
Otras especies del mismo género parasitan en ocasiones a humanos, especialmente niños y ancianos con dificultades para ahuyentar a los insectos. Pero en realidad la infección puede darse a cualquier edad. El tratamiento suele consistir en la administración de Ivermectina, un medicamento utilizado también en otras enfermedades causadas por parásitos como la sarna y los piojos.
El fármaco debe administrarse lo antes posible, ya que una migración de los gusanos a través de la superficie del ojo podría causar ceguera. Afortunadamente, en el caso de la joven de Oregon no fue necesario llegar a tanto, ya que los síntomas desaparecieron al extraer todos los gusanos de la cavidad ocular.
Posiblemente se habían dado otros casos en el pasado, argumentan los investigadores, pero se pudo identificar mal el gusano, como les pudo ocurrir a ellos. De cualquier modo, si bien es bastante común encontrar estos parásitos en los ojos de animales como perros, gatos y zorros, el contagio a humanos es muy poco frecuente, por lo que no hay por qué temer las excursiones al campo.
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