Actualmente no existe cura para el jet lag, ese desfase horario que sufre el reloj interno humano cuando se viaja a otra zona del planeta con un horario diferente. El cerebro quiere dormir, pero no es la hora diaria adecuada. Por el momento, tan solo existen métodos preventivos, muchos de ellos poco o nada útiles.
Todos ellos los pondrán en práctica los afortunados que esta Semana Santa puedan cruzar el charco, aunque sea para unas vacaciones breves. Dicen que haberlos, haylos.
La razón por la que el jet lag no se ha podido controlar eficazmente hasta la fecha es, en gran parte, el desconocimiento que reína en torno a este fenómeno. Pero las cosas han cambiado desde la publicación de un estudio en la revista Neuron, que ha identificado a un grupo de células nerviosas cuya influencia en el cuerpo humano podría usarse para evitar los molestos efectos del desfase horario asociados a los viajes largos.
El denominado reloj interno se encuentra en un área del cerebro conocida como núcleo supraquiasmático (NSQ). Las células nerviosas de dicha área, a partir de las señales de luz solar, se sincronizan para adaptarse al horario de 24 horas de la Tierra.
A pesar de ello, alrededor del 10% de las células del reloj interno situadas en el NSQ serían las más influyentes de todas, según este nuevo estudio. Serían las células que habrían denominado los investigadores como "células abuelas", las responsables de decirles a las demás qué deben hacer.
Estas neuronas en particular tienen como característica diferencial el hecho de poder secretar una molécula, el polipéptido intestinal vasoactivo (VIP). Dicha molécula ha demostrado tener un papel clave en la forma en que se comunican entre sí las células nerviosas. Asimismo, otorgarían el poder de mando a estas células abuelas, según afirma Erik Herzog, profesor de biología de la Universidad de Washington en San Luís y responsable principal del estudio.
Hasta el momento se desconocía cómo la actividad de las neuronas daba lugar a la liberación del VIP; y cómo se comunicaban estas neuronas entre sí. Por ello, la nueva investigación ha intentado desgranar dicha comunicación enviando impulsos eléctricos a través de neuronas en una muestra de laboratorio durante tres días.
Según sus hallazgos, las neuronas VIP se comunican de dos maneras: las VIP tónicas envían impulsos de forma constante, mientras que las VIP irregulares envían ráfagas de información dobles o triples, con espacios de falta de actividad por en medio.
Controlar las neuronas VIP, clave contra el jet lag
Sabiendo esto, los investigadores intentaron alterar la comunicación de estas neuronas en ratones para resetear sus relojes internos. Para ello, inicialmente interrumpieron dichos relojes internos manteniendo a los animales en oscuridad todo el día y la noche, sin darles ninguna vista ambiental sobre la hora real.
Posteriormente, mandaron impulsos eléctricos a sus neuronas VIP a la misma hora durante varios días, una situación similar a la que se produce en el cerebro humano cuando se viaja a una nueva zona horaria, dando lugar al jet lag.
Según los investigadores, los ratones tardaban más tiempo en adaptarse a la nueva zona horaria si las neuronas VIP emitían impulsos eléctricos constantemente. Sin embargo, si las neuronas VIP emitían impulsos irregulares, los ratones se adaptaban más rápido al nuevo horario.
Por otro lado, también se descubrió que la activación de las neuronas VIP provocaba cambios de comportamiento en los ratones, produciendo que los roedores realizasen menos actividad física -corriendo menos en las ruedas por ejemplo-. Esto sugeriría que las neuronas VIP tendrían un papel esencial en regular los ritmos circadianos, incluyendo el tiempo de sueño.
Por ello, Herzog y sus colegas creen que poder controlar las neuronas VIP aceleraría la adaptación a una nueva zona horaria, evitando así el jet lag. Su hipótesis es que podría plantearse algún tipo de tratamiento que provoque una liberación de molécula VIP de forma puntual, con el objetivo de evitar el desfase horario.
Aunque, por otro lado, cabe destacar que este estudio se ha realizado en roedores y no en humanos, por lo que sería necesaria más investigación al respecto.