El investigador que carga contra los "científicos tertulianos" del coronavirus
José Alcamí, del Instituto de Salud Carlos III, coordina un grupo que revisa la actualidad de la pandemia y elabora informes científicos y técnicos sobre la pandemia.
2 julio, 2020 02:09Noticias relacionadas
Sus décadas investigando el VIH le han enseñado que nadie es culpable de la enfermedad que sufre y que todas las personas merecen respeto.
Dentro del Instituto de Salud Carlos III, José Alcamí Pertejo (Valencia, 1957) dirige la Unidad de Inmunopatología del SIDA en el Centro Nacional de Microbiología. Pero ahora, en plena pandemia global de Covid-19, también es el coordinador del Grupo de Análisis Científico sobre Coronavirus, encargado de redactar informes científicos y técnicos sobre prevención, diagnóstico, tratamiento y manejo del virus y de la enfermedad.
Los informes se publican en la página web del ISCIII y en la página web CoNprueba, creada el año pasado por el Gobierno para fomentar la información científica y luchar contra las pseudociencias.
¿Cómo surge este proyecto y cuál es su objetivo?
Surge por iniciativa de la directora del ISCIII, Raquel Yotti. Debido a la gran cantidad de información que está generando la pandemia Covid-19 y también a la mala información y bulos, es importante dar una información veraz y contrastada. Esta misión la realizan otros colegas y plataformas, pero desde el Instituto de Salud Carlos III se consideró importante contribuir a este esfuerzo. Nos pareció que la mejor forma de hacerlo era elaborar informes, sobre temas que preocupan, con la evidencia científica existente en cada momento.
¿Qué proceso se sigue para elaborar y difundir los informes?
El grupo está formado por investigadores de distintos centros del ISCIII, pero también por expertos en comunicación y periodistas. Cada semana nos reunimos y seleccionamos los informes a partir de tres fuentes: lo que está comentándose en los medios y redes sociales, los temas que nos solicitan los gabinetes ministeriales y aquellos que nos parecen importantes a los componentes del grupo. Una vez definidos, uno o varios miembros del equipo los elaboran, en ocasiones con el apoyo de colaboradores externos. Luego los difundimos internamente en los gabinetes ministeriales y en las páginas web del ISCIII y CoNprueba, además de las redes sociales.
¿Cómo valora la divulgación de la ciencia en España?
Era y sigue siendo una asignatura pendiente. En los últimos años han surgido iniciativas muy interesantes, pero todavía somos pocos los que consideramos esta actividad como parte de nuestro trabajo. Somos servidores de la sociedad y hemos de contarles lo que hacemos y explicar por qué lo hacemos. Por otro lado, es cierto que disponemos de poco tiempo y deberíamos obtener una formación para comunicar de manera correcta, al igual que los medios deberían tenerla sobre el funcionamiento de la ciencia moderna.
¿Y respecto a la educación científica en nuestro país?
Es variable y depende mucho de los profesores, de su formación y entusiasmo. Los textos que yo conozco de bachillerato, por ejemplo, son muy buenos aunque algo exhaustivos. Tratan demasiados temas, son un primero de biología condensado.
Quizás lo que más echo en falta a todos los niveles es la escasez de tecnologías docentes innovadoras: enseñar por proyectos, clases inversas, técnicas de role playing (juego de roles), debates y discusiones. La ciencia es tan dinámica que el 50 % de lo que enseñamos en la universidad estará obsoleto en cinco años. Hay que enseñar cómo aprender, cómo analizar los nuevos conocimientos con sentido crítico.
En su caso, lo vive codirigiendo el Máster Universitario en Microbiología aplicada a la Salud Pública e Investigación en Enfermedades Infecciosas, ¿no?
Sí, hacemos una docencia muy original y participativa. Nuestro máster tiene un enfoque muy original porque vinculamos la lucha contra las enfermedades infecciosas más importantes en salud con la investigación. Tiene prácticas y rotaciones en los laboratorios del Centro Nacional de Microbiologia y la valoración por parte de profesores y alumnos es muy buena. Es un máster muy solicitado, donde tenemos que hacer una selección del 30 % de las candidaturas. Vamos ya por la séptima edición.
Su especialidad es el VIH, ¿hacia dónde se enfocan las investigaciones actuales?
Como muchos investigadores, ahora estamos echando una mano contra el SARS-CoV-2, pero como digo siempre, esta epidemia pasará y los problemas a investigar seguirán ahí. En el sida todavía hay que resolver temas más aplicados, como el conseguir una vacuna y buscar fármacos que nos permitan la curación definitiva. Pero el VIH es una fuente de conocimiento que no se agota.
En estos momentos yo considero al virus una herramienta, un explorador que nos permite conocer cómo funcionan nuestras células y nuestro sistema inmune. El conocimiento en áreas muy importantes, como la regulación de las rutas de interferón, los factores genéticos de protección frente a virus o cómo se generan las respuestas de anticuerpos, no serían posible sin el VIH.
Quizá el tema del sida está un poco olvidado, incluso antes de la pandemia. ¿Cuál es la situación actual de esta enfermedad?
Es una historia muy dura pero con un final feliz. Lo más importante es que existe un tratamiento eficaz para los pacientes que les permite una esperanza y calidad de vida iguales a las de una persona sin infección VIH. Pero no es una historia que haya terminado. Sigue habiendo un continente, África, que necesita tratamientos, sigue habiendo preguntas abiertas, no tenemos una vacuna y persiste cierto grado de discriminación hacia los pacientes. El problema continúa y debemos seguir resolviéndolo desde la ciencia, la medicina y la sociedad.
¿Cuáles son las diferencias entre el virus del VIH y el coronavirus?
Esencialmente tres: la vía de transmisión, aérea para el coronavirus y sexual para el VIH; el tipo de enfermedad que produce, aguda para el coronavirus y crónica para el VIH; y las poblaciones más susceptibles a la infección, personas mayores para el coronavirus y población joven preferentemente en el caso del VIH, y en África las mujeres. Por eso comparar ambos virus es una estupidez, especialmente en lo que se refiere a prevención.
No nos contagiamos de VIH en un restaurante, en un concierto o en una reunión. Sin embargo, las medidas de prevención han de ser muy estrictas para el coronavirus, que es mucho más contagioso que el VIH. Por eso hay que utilizar las mascarillas siempre.
Realiza revisiones semanales de la literatura científica sobre coronavirus y lo comenta en vídeos. ¿Cómo valora la calidad de los artículos que se publican sobre este tema?
Hay mucha literatura científica y la verdad es que hay mucha, muchísima, basura. El uso de plataformas prepublicación tiene muchas ventajas, pero no son estudios contrastados. El otro problema es que vamos demasiado rápido y te pueden marcar un gol, como le ha pasado a The Lancet o el New England Journal of Medicine.
Yo me fío mucho de los trabajos de los grupos que tienen una experiencia previa en el tema que tratan, porque hay muchos 'paracaidistas' en el panorama actual. A eso se suma el ego de los científicos que asumen un papel de tertulianos y estrellas del rock, como los que nos han prometido fármacos milagro. La ciencia tiene sus tiempos y sus caminos. Hemos de comunicarla, pero solo lo que es serio y está contrastado.
¿Qué lecciones nos enseñó la epidemia de VIH y ahora la del coronavirus?
Nos muestran nuestra ignorancia, porque hay un universo de cosas que desconocemos. Nos enseñan humildad, porque no estamos a salvo de los microbios que son amenazas permanentes, así como la capacidad del esfuerzo humano para comprender, curar y ser solidario. También nos desvelan 'poblaciones invisibles', los vulnerables que estaban ya ahí y con los que la epidemia se ensaña: los colectivos LGTBI y el continente africano en el caso del sida, y nuestros mayores, tan olvidados, en la epidemia de coronavirus.
En su cuenta de Twitter se define como "científico y poeta todo revuelto". ¿De verdad no se siente más una cosa que otra? ¿Algún ejemplo de sus poesías?
Todo revuelto, todo revuelto. Ser poeta, como ser investigador, tiene un cierto grado de fatalidad. Son vocaciones que surgen de lugares profundos y oscuros que buscan luz y respuestas. Os he escrito una poesía sobre la marcha para vosotros...
Contar una historia
¿Qué puedo decir?
En este abril de mareas y silencios
en que los ancianos mueren solos
y el miedo repta por las calles.
¿Qué puedo decir?
Desde la soledad de las casas confinadas
por un enemigo invisible y asesino
que viaja en mis besos y caricias.
Solo puedo decir,
susurrando para no alertar al destino
Que hay historias que deben contarse
para que su dolor quiebre el olvido,
que el llanto es un deber a veces
y la risa la red que nos salva.
Que hay dignidad en el dolor
de los cuerpos devastados,
compasión en las manos enguantadas
y risas rojas tras las máscaras azules.
Que habrá un nuevo tiempo
para abrazar los nietos,
para los besos furtivos,
para salvarnos de tanta soledad.
En estos días extraños,
de tanta inquietud por aquello que vendrá,
araño las sombras con rabia y con ternura
y busco esa palabra
con que poder atravesar en cada noche
la noche que me alcanza
Pepe Alcamí (junio de 2020)