El peligro tras la 6ª ola: una normalidad a la británica con casos, hospitalizados y muertos
El final de una onda epidémica no está exento de riesgos y los contagios y la incidencia pueden mantenerse en niveles altos, con sus consecuencias.
2 febrero, 2022 06:01Noticias relacionadas
Tras un mes en que el número de contagios parecía inamovible por encima de los 100.000 diarios, este martes se comunicaron 77.873 casos. La sexta ola ha comenzado a dar sus primeros síntomas de cansancio. Las hospitalizaciones y las UCI comenzaron a mostrar su agotamiento. La incidencia acumulada empezó a disminuir tímidamente hasta que el pasado fin de semana pegó un gran descenso, de 199 puntos, que este martes se ha vuelto a confirmar: 186 puntos menos y una tasa de 2.694.
El pico de muertes, en cambio, todavía no parece haberse doblegado. El último día ha marcado un récord de 406 fallecimientos notificados, pero los especialistas consultados por EL ESPAÑOL confían en que, tal y como avisó la ministra de Sanidad, Carolina Darias, se ha comenzado a doblegar la curva.
"Eso es lo que parece, que hemos comenzado la bajada", apunta Julián Domínguez, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria (Sempsph). "Hay sitios específicos en que el descenso es notorio. En Ceuta estamos en una bajada de más del 40% de la onda epidémica; no es así en todas partes, pero parece que se consolida el descenso".
Más que un pico, la sexta ola parece que llegó a una meseta. La avalancha de casos de diciembre superó con mucho la capacidad de testar de los servicios de salud, por lo que muchos contagios quedaban sin notificar. Algunas comunidades apostaron por los tests de autodiagnóstico, aunque estos acabaron igualmente agotándose, por lo que es difícil estimar el volumen de casos que se ha quedado sin registrar.
"No podemos decir con exactitud la magnitud de esa infranotificación", lamenta Mario Fontán, de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). "Sí que sabemos que en esta onda ha sido mayor que en las previas, pero hemos visto tal explosión de casos que el propio sistema no podía absorber a todas las personas que iban a hacerse una prueba".
Una pista de esa infranotificación es la tasa de positividad de los tests de diagnóstico. Conforme se producía esa explosión, los casos parecían mantenerse pero la positividad seguía elevándose, lo que daba una pista de lo que se quedaba fuera. "Si los casos van descendiendo pero la tasa no lo hace al mismo nivel puede indicar que sigo habiendo algo de infranotificación pero la tendencia se está reduciendo".
Una de las dudas que surgió tras el espectacular crecimiento de los contagios es si estos disminuirían al mismo ritmo. "La gente se contagia más rápido y, por tanto, las cadenas de transmisión llegan a saturarse antes", comenta el epidemiólogo. "Cuanto antes de contagia la población, antes se llega a ese límite en el que el virus no encuentra más gente susceptible y la caída es más rápida".
Esto es lo que vivió Sudáfrica, algo que daba pistas sobre la evolución posterior de ómicron en los países europeos que, salvo alguna excepción como Irlanda, no se ha dado. Fontán reconoce que es difícil saber, a día de hoy, si la curva de descenso será como la sudafricana o más suave.
Altas tasas de incidencia durante semanas
Otros especialistas, como José Jonay Ojeda, vocal de comunicación de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), que opina que "dadas las actuales cifras de contagios y su desacoplamiento con las curvas de hospitalizaciones y fallecimientos, lo más probable es que el descenso no sea abrupto sino que estemos varias semanas con cifras altas de incidencia, lejos del nivel de transmisión controlada".
De la misma manera se manifiesta Juan Francisco Navarro, presidente de la Sociedad Valenciana de Medicina Preventiva y Salud Pública. "Ayudada por los meses fríos y la estancia en espacios cerrados, la predicción es una curva muy suave, muy aplanada, que tarde mucho en bajar".
Navarro se muestra muy crítico con cómo se ha manejado la sexta ola, en la que las restricciones han sido más estéticas que de otro tipo. "Hemos pasado un mes de enero terrible y no da la impresión de que la curva vaya a bajar rápido", las muertes están en su momento álgido, con demasiados días superando las 200 notificaciones y, en su opinión, "una curva que se prolongue seis u ocho semanas dejará otra más grave de hospitalización y muertes".
También recuerda que las anteriores olas han comenzado a descender tras la asunción de medidas por parte de las administraciones, algo que no está sucediendo. En mente están los modelos inglés y danés. El primero lleva con una altísima incidencia, independientemente de las olas, desde el 'freedom day', el pasado 19 de julio. El segundo ha decidido levantar todas las restricciones a pesar de que no se ve un fin al aumento de casos y hospitalizaciones.
En España, aunque no de forma tan pronunciada, se ha vivido un fenómeno similar. Al final de la tercera ola la incidencia continuaba por encima de 100; se decidió no tomar medidas restrictivas de cara a Semana Santa y se dio la cuarta ola, la más leve en número de contagios pero cuya mortalidad supera a la quinta y, de momento a la sexta.
Julián Domínguez, de la Sempsph, no cree que nuestro país pueda aguantar un modelo como el inglés. "No quisiera esperar ese tipo de escenario porque nuestro sistema sanitario se seguiría sobrecargando demasiado: ya estamos sobrecargados por las restricciones realizadas en los años de recortes presupuestarios, y no podemos exponernos a una situación de tolerancia sin medidas restrictivas mínimas".
A este respecto, matiza que no se refiere a acciones del tipo de los confinamientos sino a otras de responsabilidad individual (mascarillas en interiores) y colectiva (ventilación, control de aglomeraciones). Sobre todo porque ómicron ha cambiado las reglas del juego y estamos más expuestos a brotes explosivos ya que las vacunas evitan la enfermedad grave pero no impiden los contagios.
¿Cuándo acaba una ola?
Con el precedente de olas que han terminado oficialmente sin que se haya conseguido una transmisión controlada (lo que antes se conocía como 'nueva normalidad') o una baja incidencia, ¿cuándo se puede determinar que una onda epidémica ha llegado a su fin?
Para Domínguez, los finales "no son una explosión sino más bien una lluvia fina que va calando" y señala, a modo de orientación, que se trate de un periodo "endemo-epidémico" equivalente temporalmente al de la ola y del tamaño del 20-30% de la misma, con brotes localizados.
Jonay Ojeda, de Sespas, apunta que será "cuando los indicadores epidemiológicos relacionados con las hospitalizaciones y los fallecimientos estén en claro descenso". A este respecto, "la situación del sistema sanitario y su adaptación a este nuevo escenario será a partir de ese momento una prioridad, ante la posibilidad de nuevas ondas epidémicas, bien por efecto estacional o por la aparición de nuevas variantes".
Mario Fontán, de la SEE, considera que lo esperable es llegar a una meseta en el que el suelo de contagios e incidencia será más elevado que en otras olas donde sí ha habido medidas restrictivas de mayor calado.
Con todo, apunta que "los finales de onda dependen del escenario posterior" y utilizar este término puede dar una sensación engañosa de seguridad a la población, "dando a entender que estos escenarios son más leves o menos importantes, y no sabemos las implicaciones que pueden tener".
Es lo que ha pasado en anteriores olas y previsiblemente pueda pasar en esta. Primero, porque Semana Santa está a dos meses vista. Segundo, porque cabe la posibilidad de una nueva variante de características diferentes a ómicron que pueda modificar, una vez más, el curso de la pandemia.
Y esto es posible porque la vacunación no es homogénea a nivel planetario, dando la posibilidad de aparición de nuevas cepas allí donde el virus circula menos constreñido. "En una pandemia es difícil que podamos hablar de un final si no es algo colectivo, si todos los países no avanzamos a la misma velocidad".